Muchos de nosotros hemos sido educados con la idea de que las deudas son algo indeseable e incluso incorrecto. En cursos de educación financiera que he impartido en comunidades rurales apartadas, me encuentro señoras que, al respecto comentan: “yo he enseñado a mis hijos a no pedir prestado, les he dado esos valores”. Al pedir más detalle, resulta que pedir prestado es visto por estas como un síntoma de malos hábitos, de no ser capaz de administrarse correctamente.
Del mismo modo en un estudio que realicé a jóvenes de clase media alta y alta(1) , éstos sólo contemplaban pedir préstamos para abrir o impulsar un negocio. Al respecto las opiniones recurrentes eran como las siguientes: “si pides prestado [a un banco], y por alguna razón ya no puedes pagar, la deuda se puede volver impagable”; “deber dinero es vergonzoso”; “prefiero tener socios que prestamistas… si le pides prestado a un amigo o familiar, la relación ya no es igual”. La vergüenza asociada a pedir prestado parece ser tal, que estos jóvenes llamaban inversor o socio, a familiares o conocidos que, en realidad, les prestaban dinero sin cobro de intereses.
Los dos ejemplos anteriores ilustran visiones negativas muy arraigadas respecto de pedir prestado, incluso para personas que nunca han tenido deudas. Quizá podría pensarse que ello es natural en un país como México con la situación económica precaria de la mayoría; sin embargo, estudios realizados a jóvenes en Estados Unidos, respecto de créditos estudiantiles, han demostrado que el miedo a pedir prestado es más fuerte en poblaciones latinoamericanas y asiáticas (2). ¿Porqué estando en el mismo país, en este caso Estados Unidos, estos dos grupos étnicos prefieren no pedir prestado? ¿Hay algo que los anglosajones y afroamericanos saben que los demás no?
Pertinencia de los préstamos
Hay dos condiciones que deben cumplirse para que pedir prestado sea pertinente; con una que no se cumpla, el préstamo no está justificado:
(1) Que el préstamo sea para financiar un proyecto de mejora significativa, personal o de negocio, cuyos beneficios esperados permitan el pago del préstamo.
(2) Que, por no tomar el préstamo, se pierdan oportunidades de crecimiento, porque el tiempo que tomaría reunir el dinero, vía ahorro excede, la ventana de oportunidad.
En concreto, sólo pida prestado para financiar su educación (e.g., pagar una maestría, viajes para aprender idiomas), para mejorar un negocio o comprar un inmueble. Jamás pida préstamos para el consumo, no importa qué tan atractivos suenen esos préstamos de nómina o créditos personales. Si no tiene dinero para comprar algo, no lo compre; primero ahorre. Tampoco compre automóviles con financiamiento, a menos que sea una herramienta de trabajo indispensable; los automóviles se deprecian -pierden su valor- en un promedio de 4 años y después de ello comienzan a generar más costos que beneficios. Al final terminará pagando tres o cuatro veces lo que vale.
En el caso de la educación, hay que cuidar que la diferencia en sueldo por tener maestría, le permitirá pagar el préstamo. Las universidades ofrecen becas, becas-crédito y préstamos educativos de deberá evaluar según sus capacidades de pago. Para ello es indispensable la elaboración de un presupuesto. En el caso de la educación de sus hijos, lo ideal es ahorrar desde que nacen.
Respecto de los negocios, notará que no menciono solicitar préstamos para iniciar negocios. Esto es porque, no existen préstamos -al menos no bancarios-, para nuevos negocios debido a su alto riesgo. Para ello hay otras opciones como el capital semilla, fondos gubernamentales o inversionistas ángeles; pero esos no son préstamos. También está el crowdfunding, pero hay que cuidar hacerlo con una institución regulada. Sólo los negocios en marcha, estables y con buenas perspectivas de crecimiento, son sujetos de préstamos. Para ellos hay opciones de financiamiento en bancos, en plataformas Fintech, aceleradoras de negocios, por mencionar algunas.
En el caso de la compra de inmuebles, la condición de que los beneficios aportados paguen el préstamo, no aplica si usted adquiere una vivienda para uso propio. Sin embargo, vale la pena pedir un préstamo porque implica hacerse de un patrimonio (siempre y cuando compre en una zona con buena plusvalía).
Remedie el miedo a pedir prestado
La falta de educación financiera hace que desconozcamos las opciones que existen para financiar nuestros proyectos, y ello va desde no saber dónde ir ni qué preguntar. En México, menos del 30% de los mexicanos compara productos financieros al contratarlos(3); menos del 12% sabe calcular el interés y el principal de un préstamo(4) y sólo el 37% utiliza un presupuesto(5).
Si no se sabe cómo funciona un crédito y no hacemos un presupuesto, no hay manera de saber si podemos pagarlo. No es de extrañar que se tenga miedo a no poder pagar y veamos el préstamo como algo riesgoso. No deberíamos tener problema, si sabemos cómo funciona el crédito, si se tiene un empleo estable, si se hace planeación financiera, y si se confía en uno mismo para poder continuar siendo un profesionista o empresario productivo capaz de pagarlo.
El desconocimiento, puede llevar a algunas personas a tomar créditos con condiciones que toda persona debe rechazar: tasas de intereses variables, penalizaciones por pagos anticipados, créditos en UDIS. Por ningún motivo acepte préstamos con estas condiciones. En todo préstamo hay que evaluar: tasa de interés, pagos mensuales (que no excedan el 33% de los ingresos del hogar), costos adicionales por comisiones, seguros y otros, costos legales, plazo, penalizaciones, costos de salida, garantías. Todo ello debe considerarse en el presupuesto para ver si podemos sostener dicho compromiso de pago. No nos quedemos con una sola opción, evaluemos las más posibles.
Los préstamos, bien utilizados, pueden catapultar nuestro bienestar. Si vemos que no podemos solventarlo, entonces ajustemos los planes. Lo último que debemos hacer es seguir en el miedo, en el desconocimiento y dejar ir las oportunidades a las que nos da acceso un buen préstamo.
[1] Moya-Ponce, C., & Madrazo-Lemaroy, P. (2023). Beliefs that provide a foundation for heuristics and biases in financial decision-making. Cuadernos de Gestión.
[2] Cunningham, A. F., & Santiago, D. A. (2008). Student Aversion to Borrowing: Who Borrows and Who Doesn’t. Institute for Higher Education Policy.
[3] INEGI (2021) Encuesta Nacional de Inclusión Financiera. https://www.gob.mx/cnbv/acciones-y-programas/medicion-de-inclusion-financiera
[4] OECD (2017), G20/OECD INFE report on adult financial literacy in G20 countries. Pág. 19
[5] Op Cit Pág. 28