Cada 16 de septiembre se celebra la Independencia de México, evento histórico que conmemora el nacimiento del país como un imperio y la separación definitiva de España. En este proceso participaron varias figuras que hoy son bien conocidas por los mexicanos, como Miguel Hidalgo, el “Padre de la Patria”.
El cura que fue clave en aquél levantamiento armado murió el 30 de julio de 1811, dando su vida por uno de los movimientos más significativos para los mexicanos. Fue fusilado en Chihuahua tras ser capturado por las fuerzas de Félix María Calleja durante su viaje a Estados Unidos en busca de ayuda, junto a otros importantes elementos del ejercito insurgente como Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo y Mariano Jiménez.
Quien estuvo a cargo de la operación de la captura de Hidalgo y sus compañeros fue el coronel Ignacio Elizondo, y ocurrió en las Norias de Baján, Coahuila. Los recientes triunfos realistas fueron los que provocaron las acciones que llevaron a la muerte al “Padre de La Patria” y sus compañeros. El ejército insurgente ya había perdido en Aculco y Guanajuato, además de en Guadalajara, durante la batalla de Puente de Calderón.
El fusilamiento de Hidalgo, atrasado por su calidad de sacerdote
Se fijó la muerte del cura para el 26 de julio; sin embargo, esto fue atrasado debido a la relación que tenía Miguel Hidalgo con la iglesia católica. Se llevó a cabo una humillante ceremonia antes de darle muerte, que consistió en obligar al sacerdote a fingir dar misa frente a a gente que vivía cerca del sitio.
Entre cruces y cirios, Hidalgo fue vestido con la ropa típica de los curas y lo arrodillaron frente a la multitud, quienes fueron testigos cuando el encargado de la ceremonia le cortó las palmas de las manos y las yemas de los dedos, como símbolo de renuncia a su derecho de recibir la ostia católica. También le cortaron el cabello.
El día de su fusilamiento, Miguel Hidalgo besó y acarició el banquillo que estaba en el paredón, y exigió a los generales un cambio en la manera en la que querían matarlo. Contrario a las intenciones de sus enemigos, el cura, hoy reconocido a lo largo y ancho de la República Mexicana, logro morir bajo sus condiciones.
Las últimas palabras de Miguel Hidalgo antes de morir
El sacerdote fue condenado a la muerte por traición, por ello, tenía que recibir un castigo ejemplar por su delito: el disparo por la espalda; sin embargo, el hombre manifestó a los generales que se encargaban de su ejecución que no tenía intenciones de morir como un traidor, sino con dignidad.
Tras unos minutos de discusión, el general Miguel Salcedo aceptó la petición de Hidalgo: morir de frente a sus ejecutores, de frente a su destino. La acción se concretó a las 7 de la mañana. Los actos de humillación no cesaron incluso después de la muerte del cura, pues el cadáver fue dejado en el lugar y el público pudo entrar a verlo durante una hora entera.
El cuerpo fue desmembrado y su cabeza cortada. Se dice que se necesitaron varias descargas y disparos directos al corazón para poder terminar con su vida. Este acto avivó la llama independentista entre sus seguidores y simpatizantes del movimiento.
Antes de morir, cuando conoció su sentencia, Miguel Hidalgo pronunció estas palabras: “No me tengas lástima, sé que es mi último día, mi última comida y por eso tengo que disfrutarla; mañana ya no estaré aquí; creo que eso es lo mejor, ya estoy viejo y pronto mis achaques se van a comenzar a manifestar, prefiero morir así que en una cama de hospital”.