Una llamada telefónica de 57 segundos entre dos hermanos gemelos permitió identificar al autor material del homicidio del ciudadano de la India Ketan Shah, de 35 años, quien el pasado 19 de agosto murió por los siete tiros que le asestaron en el Viaducto de la Ciudad de México en medio de una situación de confusión y miedo, minutos después de que había cambiado 10 mil dólares en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
En la llamada, Josué Elías, de 21 años, le explicó a su hermano gemelo, Caleb, que el día de los hechos la víctima no le quiso abrir la puerta del auto y por eso se “calentó” y le disparó con saña hasta en siete ocasiones. “No me quiso abrir y lo detoné”, terminaría confesando él mismo al investigador que lo detuvo la madrugada del pasado miércoles 30 en un domicilio de la calle Rivero en la colonia Morelos.
Sin embargo, las investigaciones de la policía permitieron conocer que los hermanos no actuaron solos, sino todo lo contrario. Detrás de ellos las autoridades identificaron a todo un equipo de operadores que se dedicaban a planificar y ejecutar asaltos a cuentahabientes y usuarios de casas de cambio tanto en la capital como el Estado de México.
El martes 29 de agosto, policías mexiquenses arrestaron a un hombre y una mujer, identificados como Kevin Gabriel “N” y Rocío Esmeralda, por su probable participación en el homicidio de un adulto mayor de 71 años para despojarlo del dinero de su pensión en el municipio de Naucalpan. Lo que en un principio se pensó como un crimen resulto, terminó convirtiéndose en la punta del iceberg del caso del ciudadano de la India asesinado en la capital mexicana.
Los detenidos terminaron confesando a las autoridades que formaban parte de algo más grande. Ambos detallaron que el robo al señor de la tercera edad estuvo planificado por un equipo más amplio de personas que también estuvieron detrás del mediático asesinato de Ketan Shah. La asociación delictuosa, según detallaron, está coordinada por un sujeto apodado “El Joaquín”, quien a su vez le responde a un líder criminal identificado solamente como “El Tío”, y cuenta con varios vehículos, tanto autos como motocicletas, destinados específicamente para cometer los atracos.
El día del asesinato, el grupo se reunió en un domiciloio de la colonia Peñon de los Baños, ubicada al nororiente de Ciudad de México y pegada al Aeropuerto Internacional Benito Juárez. Ahí se agruparon bajo las órdenes del Joaquín para escuchar todos juntos las órdenes de El Tío.
Aquel hombre, de acuerdo con los testimonios recabados por la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, de algún modo había conseguido acceder a las cámaras de seguridad de varias de las casas de cambio que se encuentran ubicadas entre las puertas 2 y 7 del Aeropuerto. Desde una pantalla, El Tío podía monitorear con lujo de detalle las operaciones de las personas que acudían a intercambiar divisas, detallaron los detenidos.
Una vez detectada la víctima, se ponía en funcionamiento la maquinaria del grupo criminal, dividida en al menos cuatro grupos de personas, cada uno con una función específica. El primer grupo era el de El Tío, quien junto con un cómplice, al parecer una mujer, monitoreaban las cámaras en busca de una víctima que intercambiara cantidades considerables de dinero en efectivo. Ellos informaban por teléfono al segundo grupo cómo iban vestidos y cuánto dinero habían cambiado.
La segunda cuadrilla, conformada por dos o tres sujetos que dentro de la organización eran identificados como “picadores”, escuchaba atenta las indicaciones de los monitoristas y se encargaban de identificar a las víctimas: por qué puerta habían salido, qué vehículo abordaban en el estacionamiento y cuál vialidad habían decidido tomar. En ese equipo participaban Kevin Gabriel “N” y Rocío Esmeralda “N”.
Estructura criminal de la banda
El tercer grupo está integrado es el más numeroso. Está integrado por seis u ocho personas, quienes normalmente viajan a bordo de dos motocicletas y dos vehículos. Con los datos proporcionados por la segunda cuadrilla, localizan a las víctimas al exterior del AICM y las siguen varias calles hasta que en un punto elegido por ellos concretan el atraco con violencia.
A este equipo pertenecía Josué Elías, el joven que le disparó a Ketan Shah. Dicho equipo cuenta con un líder que se encarga de supervisar que se ejecute el asalto con eficiencia, e incluso suele tomar parte en la acción. Ese día, el ciudadano de la India se dio cuenta que lo estaban siguiendo. El “picador” que iba detrás de su auto advirtió la situación y le marcó por teléfono al Joaquín: “Mándame otro, ya me les pegué mucho, ya se dieron cuenta”.
Metros adelante, cuando el vehículo en el que viajaba el ciudadano indio ya había abandonado por completo el aeropuerto, El Joaquín organizó una llamada grupal por Whatsapp para coordinar las acciones de la banda criminal: dos vehículos, un Ford Fusion y un Spark, debían seguir de cerca a la víctima, y las motocicletas debían quedarse más atrás, rezagadas, a la espera de más indicaciones.
“Ya estoy colocado delante de él”, informó uno de los tripulantes del vehículo, mientras el otro auto se situaba detrás, en la retaguardia. Esa la señal para que los conductores de las motocicletas, identificados como El Tlaxcala y El Chompi, se emparejaran al vehículo de la víctima y permitieran que los copilotos, “El Tony” y Josué Elías encañonaran al objetivo con sus armas.
Pero ese día algo salió mal. Ketan Shah, confundido por no hablar una sola palabra de español, no entendió las indicación de Josué Elías, que una y otra vez le dijo que le abriera la puerta y le diera el dinero. El adolescente, enojado y ansioso por ver que la víctima no le abría la puerta del auto, descargó su arma hasta en siete ocasiones y se dieron a la fuga.
El cuarto equipo son los encargados de resguardar los vehículos y motocicletas con las que se cometieron los delitos. Ese día, las motos y los autos fueron resguardados en el garage de un edificio de departamentos ubicado sobre la calle Revolución, en la alcaldía Venustiano Carranza, donde más tarde los policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) los aseguraron. En ese lugar los policías ubicaron a los padres de Josué Elías y más tarde descubrieron que su hermano gemelo, Caleb, cumplía una sentencia por robo en la cárcel.
La hipótesis más fuerte apuntó a que Kevin Gabriel y Rocío Esmeralda recogieron a algunos de los miembros de la banda a las puertas del edificio en donde abandonaron las motos y los condujeron a algún punto de Ciudad Nezahualcóyotl, para de ahí dispersarse.
Josué se había refugiado en casa de su suegra. Se había separado de su novia, pero el día de los hechos regresó con ella y se refugió varios días en su domicilio. Un dron vigiló permanentemente la calle por varios días, hasta que finalmente lo localizaron fumando en una ventana. Para ese momento las autoridades ya sabían que él había sido el asesino por una llamada con su hermano.
Caleb “N”: ¿Qué falló?
Josué Elías “N”: El güey ese no me quería dar el dinero.
Caleb “N”: Pero estás bien hermano… ponte vergas na’ más carnal.
Josué Elías “N”: Sí, hermanito.
Caleb “N”: ¿Va?, te amo. Ya no hagas nada en un rato, güey, espérate un año, ya relájate.
Josué Elías “N”: Sí, carnal.
Caleb “N”: Pero hazme caso. Yo no te quiero ver llegar, al chile… Tú piensas que está relajada la cárcel, pero no, güey, está culera.
Josué Elías “N”: Sí, está culera.
Caleb “N”: Ve dónde estoy, güey. Hay banda que ahí se siente bien vergas y ya cuando ven la de a deveras, ya empiezan de putos. Busca cualquier cosa que acá, busca por donde salirte, irte.
Josué Elías “N”: Todos andan entusados.
Caleb “N”: Pero, ¿quién lo ejecutó?
Josué Elías “N”: (risa) Yo, güey.
Caleb “N”: A huevo hermano, ponte verga, carnal.