La divulgación científica ayuda a que el público en general se haga una noción sobre la biología, la astrofísica, las neurociencias, entre otras. El objetivo de la divulgación no es que las personas se vuelvan especialistas, sino que comprendan mejor la ciencia. Las computadoras, los celulares y los automóviles son objetos con los que convivimos diariamente y muchas veces no tenemos idea de cómo funcionan.
¿Por qué es importante saberlo, si lo único que deseamos, de momento, es revisar nuestro Whatsapp o ir a una fiesta? Bueno, por varias razones. Una es porque el entendimiento es bueno y agradable para nuestra experiencia humana. Para explicar esto, pongamos un ejemplo contrario:
Cuando vamos a consulta médica y nos hablan con términos muy complejos, nos sentimos relegados y excluidos, además de enfermos. En otras palabras, empeora nuestra condición.
Los profesionales de la salud deberían ser divulgadores natos, pues entre los derechos universales de los pacientes se encuentra el de conocer la fisiopatología; es decir, lo que está sucediendo en nuestro cuerpo durante la enfermedad y, también, conocer con claridad cuál será la estrategia terapéutica, lo que significa saber qué medicamentos e indicaciones se recetarán y cuál será su finalidad. La comprensión de la enfermedad y del proceso de curación mejora nuestra calidad de vida y nos permite colaborar activamente y con sustento en nuestra salud.
La divulgación también es importante —o más bien necesaria— pues nos posibilita ser mejores ciudadanas y ciudadanos. ¿Por qué? Porque si disfrutamos de la ciencia y de su trascendencia, nos preocuparemos por exigir una rendición de cuentas del gobierno en este rubro, cuestionar desde cuánto se está invirtiendo en investigación, hasta preguntar qué es lo que se está desarrollando en los diferentes campos. Si nos involucramos, sabremos si hay ramas de la ciencia en las que México tiene liderazgo y, seguramente, insistiremos en que se apoye más la investigación en todos sus niveles. Sin ciencia dependemos completamente de otros países o, dicho de otra forma, en la era del conocimiento nos encontramos sin conocimiento propio.
Por último, y más relevante, la comprensión básica sobre la ciencia —que obtenemos por la divulgación— expande nuestro universo personal. Al igual que el arte, la ciencia modifica nuestro pensamiento, nos permite entender más, disfrutar más, ver con detalle. Imaginemos la pieza musical que más nos gusta a un kilómetro de distancia, ni siquiera la escucharíamos, pero la divulgación nos acerca aquello que está lejos, nos susurra esa melodía al oído, con ella nos la pasamos mejor en esta existencia. Wittgenstein dice que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”; y con la divulgación, las palabras y conceptos científicos se vuelven significativos, amplían nuestra realidad, expanden lo que somos.
Si las razones anteriores no bastaran, habría que decir que la divulgación es disruptiva y rebelde, como menciona Carl Sagan “…antes de la guerra de Secesión, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo. ‘Para tener contento a un esclavo —escribió Bailey— es necesario que no piense’. Esta era la razón por la que buscaban controlar lo que oían, veían y pensaban los esclavos. Y, por ello, la lectura y el pensamiento crítico son, y siempre han sido, peligrosos y subversivos en una sociedad injusta”. Si no te gusta una sociedad así, lee sobre ciencia, comparte sobre ciencia, piensa con ciencia.