En su intento por mostrar su poderío y capacidad de operación, las organizaciones criminales de México se han abastecido de un mortal arsenal que va desde lanzacohetes, fusiles Barret calibre .50 -capaces de derribar aeronaves-, drones y vehículos artesanales, también conocidos como “monstruo” o “narcotanques”.
La modificación de camionetas es una práctica que los cárteles de la droga han realizado desde hace una década. El Cártel del Golfo y Los Zetas fueron los primeros grupos en usar vehículos blindados durante los enfrentamientos con las autoridades y grupos rivales, según reportes de Insight Crime.
Sin embargo, hoy en día los narcotanques han cobrado un mayor nivel de letalidad, ya que con el paso del tiempo ha aumentado su sofistificación, al grado de parecer una réplica de las unidades que emplean las Fuerzas Armadas.
Por lo regular, los grupos delictivos marcan sus vehículos monstruo con sus iniciales, aunque en ocasiones también cuentan con un patrón de camuflaje parecido al del Ejército mexicano, lo que dificulta su distinción. Su uso tiene dos fines principalmente: soportar los ataques armados y proteger a los sicarios que viajan en su interior.
De acuerdo con un reportaje de The New York Times, la propagación de los narcotanques a lo largo del país es un reflejo de la letalidad con la que operan los cárteles de la droga, los cuales buscan mandar un contundente mensaje a las autoridades y grupos rivales: decir que ellos tienen el control.
“Los monstruos son la manera de enviar el mensaje: ‘Soy el que manda’”, comentó al medio citado Romain Le Cour, un analista de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, cuya sede se ubica en Suiza.
Lo anterior también tiene que ver con que los grupos criminales han reclutado a ex miembros del Ejército para que se sumen a las filas del narcotráfico, como sucedió durante la década de 1990 con Los Zetas, integrado por antiguos elementos del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFES).
La finalidad es emular y competir con las autoridades y adversarios, principalmente en los estados donde se ha reportado una fuerte presencia de organizaciones delictivas, como en Michoacán, Jalisco y Tamaulipas.
De acuerdo con Le Cour, este tipo de camionetas blindadas son una de las “optimizaciones más visibles e intimidantes del arsenal mortal a disposición de los cárteles más poderosos de México”, los cuales también han adoptado el uso de explosivos a control remoto.
Habitualmente, los narcotanques se construyen a partir de vehículos tipo Ford Lobo, Ford Raptor y Chevrolet Tahoe, a los que se les instala placas de acero de 10 centímetros de grosor y torretas para disparar ametralladoras. El ensamblaje de estas unidades se lleva a cabo en talleres rurales conocidos por los criminales.
Para modificar un monstruo se necesita de media docena de soldadores y mecánicos, cerca de USD 117 mil (equivalente a más de dos millones de pesos) y un tiempo mínimo de 60 días, según expertos consultados por los periodistas Simon Romero y Emiliano Rodríguez. El costo depende de los arietes, neumáticos y torretas que se utilicen.
Sin embargo, todos ellos cuentan una desventaja considerable: son lentos, pesados y se averían con facilidad, indicó el analista de seguridad Alexei Chéves. Es por ello que resulta común encontrar este tipo de vehículos abandonados en zonas rurales.
Además del Cártel del Golfo, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha intervenido camionetas para convertirlas en narcotanques. De 2018 a 2022, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) logró incautar 620 vehículos blindados y artesanales que pertenecían al narcotráfico.