Arqueólogos descubrieron vestigios de una aldea de la cultura teotihuacana en los límites del la unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco, en la Ciudad de México, y de acuerdo con la evidencia de la cerámica hallada, las construcciones podrían corresponder a los años 450-650 de nuestra era, es decir el periodo Clásico.
Este conjunto habitacional de los teotihuacanas fue localizado en un predio próximo al Eje 1 Norte y Ricardo Flores Magón, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En 1960, durante la construcción de los edificios habitacionales de Tlatelolco, hito de la arquitectura moderna, el arqueólogo Francisco González Rul reportó el hallazgo de los vestigios teotihuacanos, sin embargo, el trabajo de excavación se concretó entre marzo y junio de 2023.
“Con estos nuevos hallazgos se ha consolidado y demostrado la existencia de una aldea de ocupación teotihuacana en el área de Tlatelolco”, declararon los arqueólogos Juan Carlos Campos Varela y Mara Abigail Becerra Amezcua, quienes conducen la investigación junto con una decena de trabajadores técnicos especializados.
Según los estudios previos del arqueólogo Francisco González Rul, antes de la fundación de Tlatelolco sobre un islote natural, los teotihuacanos pudieron haber habitado, y desarrollado actividades económicas en la zona lacustre.
Actualmente se sabe que hubo gran actividad en los barrios tlatelolcas en Iztatla y Tolquechiuca, distribuidos en el territorio que hoy ocupan las calles de Privada Marte, Marte y Héroes, al oriente; además de Estrella, al sur; Eje 1 Norte Guerrero, al poniente; cerrando al norte dentro de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco.
El reciente hallazgo alrededor de la zona habitacional Nonoalco-Tlatelolco, pudo ser reconocido en función de elementos constructivos, como canales, pisos, apisonados, alineamientos de piedra, huecos de poste, un pozo artesiano, renivelaciones de buena factura que alternaron con gruesas concentraciones de cerámica y el hallazgo de tres entierros humanos, correspondientes a un subadulto y dos adultos, acompañados de una serie de cajetes pulidos de base anular, con características teotihuacanas.
En la década de 1960, González Rul estimó que se trataba de una aldea de pescadores–recolectores que tenían como base de subsistencia el autoconsumo y el aprovechamiento de los recursos lacustres del lago de Texcoco, durante el periodo Clásico, sin embargo, los trabajos de investigación revelaron una mayor complejidad alrededor de este asentamiento cultural
“La complejidad de las evidencias recuperadas en este 2023 permiten considerar que la economía de esta aldea no debió ser solo de autosubsistencia y recolección, sino de producción mixta, con un aprovechamiento lacustre excedente, quizás basado en la caza junto con una producción artesanal de cerámica o lítica, posiblemente especializada, ya que se encontraron varios fragmentos de figurillas modeladas sólidas y articuladas, objetos de piedra verde, concha, ofrendas funerarias y variadas puntas de proyectil de obsidiana y pedernal”, explicaron los arqueólogos Juan Carlos Campos Varela y Mara Abigail Becerra Amezcua.
Aunque está aldea estaba enclavada en un contexto rural, debió tener nexos de intercambio y dependencia con otros importantes centros teotihuacanos inmediatos a la ribera poniente del lago de Texcoco, ubicados en Azcapotzalco y Tenayuca, señalaron Campos Varela y Becerra Amezcua.
Sobre esta aldea teotihuacana ubicada dentro del área de protección patrimonial San Rafael-Juárez-Guerrero, los investigadores también identificaron una posterior ocupación mexica, así como cuatro históricas: una del siglo XVIII, otra del XIX y dos del XX, arrojando un total de seis ocupaciones culturales.
La ocupación mexica asociada al barrio menor tlatelolca de Tolquechiuca inició en el periodo Posclásico Tardío, 1338-1521, y fue continua hasta el Colonial Temprano (1521-1620), identificándose a partir del registro arqueológico de dos canales que se intersectaban hacia el poniente del predio, con dimensiones de 1.50 metros de ancho y 0.40 metros de profundidad, cruzando el terreno en dirección noroeste-sureste y suroeste-noreste, respectivamente.
Dichos canales, señalaron ambos especialistas, parecen haber delimitado espacios de chinampería o procesos de construcción de terraplenes con los cuales ganaban terreno al lago de Texcoco que se ubicaba al sureste del predio, hacia la zona que hoy conocemos como La Lagunilla.
“Los canales fueron cegados con un proceso en que se depositaron vasijas, una escultura sedente decapitada, objetos completos y semicompletos de las fases Azteca III Tardío (1440-1521) y Colonial Temprano (1521-1620), bajo una capa de pequeñas lajas y rocas de tezontle, andesita y basalto, con las cuales no solo se rellenaron los canales, sino que parecen haber respondido a un proceso intencional de clausura”.
Las evidencias de naturaleza histórica corresponden a elementos arquitectónicos, como pisos de concreto, enladrillados, empedrados, recubrimientos de tabique, muros de mampostería y tuberías de agua potable y drenaje que permitieron definir la planta arquitectónica de un inmueble que se conformó de varias habitaciones alrededor de un posible patio central. Asociado a lo anterior, se recuperaron materiales arqueológicos de cerámica, hueso de animal, numismática, madera, vidrio y metal.
Las excavaciones arqueológicas han concluido y actualmente el equipo de especialistas lleva a cabo la fase de análisis de los materiales y de los restos óseos recuperados; al tiempo que continuará con la supervisión arqueológica de los trabajos constructivos que se realicen en el área.