“Viva la vida / Viva la libertad”, escribió una mujer que estuvo más de una semana encerrada en el baño de uno de los edificios de la Universidad Autónoma de México (UNAM). Era 1968 y en la Universidad ocurrió un movimiento que definió parte de la realidad nacional debido a una revuelta estudiantil.
Se trató de la poeta de origen uruguayo Alcira Soust Scaffo, una mujer que nació en 1924 y en su país natal se dedicó a ser profesora de educación básica, para 1952 llegó a México para asistir a un curso en Michoacán, debido a que obtuvo una beca del Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (CREFAL).
Fue parte activa del movimiento del 68 y otras movilizaciones sociales posteriores, pues también participó en la huelga de octubre del 1972 y en dicha fecha acudió a cuidar las instalaciones. Pero años antes estuvo cautiva en un baño mientras en miles de soldados estaban afuera en busca de estudiantes.
Para mantenerse con vida tuvo que refugiarse, en septiembre de 1968, en los baños del octavo piso de un edificio de la UNAM. Desde la ventana de la Torre de Humanidades pudo ver como profesores y estudiantes eran llevados por soldados armados.
“Estuve en este baño para que no me vieran los soldados. Me subía a la taza y ponía el seguro para que al entrar no vieran a nadie”, le dijo la poeta a Ruth Peza, una trabajadora administrativa que conoció a Alcira. El episodio no fue para nada grato y la poeta se molestaba si alguien preguntaba sobre él.
Pero poco antes de la llegada de los militares al plantel, la mujer decidió recibir a los uniformados a través de poemas reproducidos en los altavoces de la radio comunitaria. La poesía no detuvo el avance de las botas de los soldados y la mujer tuvo que esconderse.
Antes de la ocupación de la UNAM, Alcira Soust entregaba sus poemas escritos en hojas sueltas entre los pasillos de las instalaciones del plantel. La poeta realizaba algunos trabajos que solían ser traducciones del francés para profesores de la Facultad de Filosofía y Letras y algunas versiones apuntan a que en el momento en que los militares arribaron a Ciudad Universitaria (CU) ella ayudó a algunas personas a escapar pero ella no salió de las instalaciones, se quedó sola durante varios días.
“Tenía una relación muy estrecha con la comunidad universitaria, lo mismo se quedaba en casa de maestros, estudiantes, trabajadores o amigos. Dormía en la Facultad, en el Vips, en el Sanborns o en el hotel “El Greco”, y ofrecía, sobre todo a los que le caíamos bien, lo único que tenía para compartir: bolillos”, escribió Ruth Peza en el artículo titulado Alcira.
Ya fuera en las instalaciones académicas o en un partido de futbol Alcira compartía poesía. “Repartía carteles con sus poemas en marchas, mítines y eventos académicos, tanto en la Facultad como en otras dependencias Universitarias y gubernamentales y en los partidos de futbol, pues era puma de corazón”
Una poeta y 10 mil soldados
Se calcula que cuando CU fue acordonada por las fuerzas militares, a las instalaciones universitarias entraron 10 mil uniformados, según los relatos de Sergio Zermeño y García-Granados, quien en ese momento cursaba la carrera de Sociología, según documento para la Revista UNAM Global.
“Venían los tanques oruga por Avenida Universidad con pelotones corriendo a los lados —como se hacen militarmente esos desplazamientos— daban vuelta y entraban en la UNAM. Para ello, dispusieron 10 mil soldados, era una fuerza verdaderamente brutal para una escuela que estaba en huelga y no había gran actividad. A todos nos sorprendió”.
Entre la sorpresa y el movimiento de los militares, la poeta logró esconderse. Para poder seguir con vida tuvo que beber del lavabo, algunos registros periodísticos apuntan a que fueron 12 días los que estuvo escondida, resintiendo, pero en una publicación del periódico Metate de la Facultad de Filosofía y Letras, Ruth Peza, quien conoció a Alcira, indica que fueron ocho.
Tras la retirada del Ejército, la poeta fue hallada por Bonifaz Nuño, este último escuchó gritos que provenían de los baños donde estaba Alcira Soust, la mujer se encontraba casi desfallecida por lo que tuvo que ser atendida por los servicios médicos.
Las consecuencias de la resistencia
El diagnóstico tras pasar varios día encerrada en el baño fue de sicosis delirante crónica, incluso durante su encierro tuvo alucinaciones, en una de ellas pudo ver a su abuelo y en sus visiones le preguntó a qué había venido: “A traerte comida”, fue la respuesta mientras le daba un plato de papas cocidas, según quedó documentado en el libro Escribir poesía ¿vivir dónde?.
La imagen le trajo alegría a la poeta, pero realmente no había comida ni abuelo. Otras de las consecuencias del encierro fueron la pérdida de los dientes y que le diera escorbuto.
El encierro también provocó que naciera un poema: “Años después, Alcira les comentaría a sus amigos que durante su encierro en el baño escribió” (Escribir poesía ¿vivir dónde?, MUAC).
Poemas bajo la lluvia en el funeral de Rosario Castellanos
Tras sobrevivir en el baño de la UNAM, la mujer asistió al entierro de Rosario Castellanos, en 1974, Alcira Soust fue descrita como una mujer alta y con el pelo mojado haciendo lo que comúnmente hacía, repartir poemas en este caso de Rosario Castellanos. “Se había tomado la molestia de escribir a máquina uno por uno y los tendía bajo la lluvia”.
Por su parte, el escritor mexicano, Hermann Bellinghausen, la describió como:
“La omnipresente Alcira Soust. Una mujer avejentada, que siempre se cubría la parte inferior del rostro con una mano, un libro o una cuartilla de versos suyos o copiados a mano o máquina y te la ofrecía a cambio de unos centavos, una galleta, un café. Entrecana, mal peinada. Sus ojos azules y hondos mirándote derecho y luego desviándose. Todos la protegían y la evitaban. Una refugiada permanente, aunque venía del Uruguay anterior a la dictadura. Decía ser nuestra mamá. Nadie la tomaba en serio”.
En las novelas de Roberto Bolaño Los detectives salvajes y Amuleto también tuvo un espacio. Ya para el 30 de junio de 1988 una comisión acompañó a Alcira al avión que la llevó a su natal Uruguay, país en el que murió en 1997.