A lo largo de poco más de una década, autoridades estadounidenses y de otros países alrededor del mundo han designado al Cártel de Sinaloa como una de las organizaciones criminales más peligrosas y poderosas que opera en México y que ha logrado extender sus actividades criminales -en mayor o menor medida- a casi todos continentes.
De este modo, el nombre de uno de sus fundadores -o mejor dicho su alias- no tardó en alcanzar la fama mundial al haberse consolidado como uno de los narcotraficantes y criminales más buscados por autoridades mexicanas y del país de las barras y las estrellas: Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”.
Aunque la trayectoria criminal del capo sinaloense concluyó luego de que fuera capturado, extraditado a Estados Unidos y sentenciado a pasar el resto de sus días en una prisión de máxima seguridad, su legado con el Cártel de Sinaloa ha sido objeto de múltiples investigaciones tanto judiciales como periodísticas que han tratado de explicar cómo fue que la organización logró posicionarse en la cúpula del narcotráfico de México.
Bajo ese tenor, la periodista Anabel Hernández ha dedicado gran parte de su trabajo a investigar todas y cada una de las entrañas que han conformado al también llamado Cártel del Pacífico. Desde sus líderes y socios hasta sus conexiones con altos mandos de la política mexicana, la escritora ha plasmado su información en libros como Los Señores del Narco.
Es precisamente en dicha obra en donde Anabel Hernández exploró una faceta poco conocida de Joaquín “El Chapo” Guzmán pues, además de indagar en su árbol genealógico, sus orígenes en La Tuna, Badiraguato y sus primeros pasos en el mundo del narcotráfico, la periodista tuvo acceso a un perfil que la entonces Procuraduría General de la República (PGR) creo sobre el capo sinaloense luego de su primera detención en Guatemala en el año 1993.
Y es que, aunque en aquel entonces Joaquín Guzmán Loera no era el importante capo que llegó a ser, ya formaba parte de las filas del Cártel de Guadalajara fundado por Miguel Ángel Félix Gallardo y se encontraba en la mira de las autoridades luego del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en Guadalajara.
El perfil criminal de “El Chapo”
Luego de que personal militar de Guatemala entregara a altos mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) a Joaquín Guzmán Loera, el capo sinaloense fue trasladado hasta el Aeropuerto Internacional de Toluca en un avión para posteriormente ser ingresado al Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) No. 1 en Almoloya de Juárez, Estado de México.
Fue en el patio del también llamado Penal de El Altiplano en donde “El Chapo” posó con una cínica sonrisa ante las cámaras, nadie se imaginaba que aquel “inocente” rostro se convertiría en el de uno de los criminales más buscados y famosos del mundo.
Pese a ello, de acuerdo con lo citado por Anabel Hernández en su libro Los Señores del Narco, agentes de la Procuraduría General de la República (PGR) hicieron un exhaustivo análisis del perfil criminal de Guzmán Loera, en el cual fue descrito como un hombre “egocéntrico, narcisista, astuto, perseverante, tenaz, meticuloso, selectivo y hermético, con una capacidad criminal alta y una adaptabilidad social media alta”.
Del mismo modo, respecto al carácter de Joaquín Guzmán Loera, los agentes de la extinta Procuraduría General de la República (PGR) destacaron tres rasgos que lo alejaban de ser un narco más del montón ya que fue catalogado como un hombre “ingenioso, manipulador y encantador”.
“En 1993 El Chapo era un hombre con fallas notables en el control de sus impulsos, tanto sexuales como agresivos, y presentaba baja tolerancia a la frustración”, cita Anabel Hernández en su libro Los Señores del Narco.
Además, la periodista calificó al capo sinaloense como un “maestro en el arte de la seducción” que, pese a su rostro amable y supuestas obras de caridad en las comunidades donde vive o ejercía actividades criminales, es un hombre cruel ya que en el estudio que se le hizo en 1993 se le describió como una persona que busca sólo el beneficio propio sin importarle que afecte los intereses de los demás.
“Sus relaciones interpersonales son superficiales y de carácter explotador [...] Es capaz de causar daño físico de manera casual y sin pensarlo, ya que las necesidades y los sentimientos de los demás no tienen sentido inmediato para él”, puntualizó Anabel Hernández.
Dichos rasgos y características le permitieron a Joaquín “El Chapo” Guzmán crear redes de lealtad y complicidad a través de las cuales logró estructurar su empresa criminal que, pese a su detención y extradición, continúa operando en sus diversas facciones: el Cártel de Sinaloa.