José Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Pancho Villa, es uno de los personajes más destacados de la historia de México. Y es que en el periodo de la Revolución Mexicana, Villa fue uno de los principales opositores al gobierno de Porfirio Díaz, y fue uno de los principales responsables de que renunciara a la presidencia y se exiliara en Europa, donde moriría en 1915.
La vida de Villa fue dura desde que era muy joven. Incluso, se sabe que a los 16 años iba a ser fusilado por haber cometido un crimen, sin embargo, la persona que lo fusilaría se apiadó de él.
En sus orígenes, el también conocido como Centauro del Norte vivió en pobreza extrema. Se sabe que el primer delito que comentió fue el de dispararle al hijo de un hacendado con el que trabajaba, quien quiso abusar de una de sus hermanas. Al descubrir esto, Villa no dudo en sacar su pistola y disparar al hombre.
Tras esto, huyó al desierto, pues supo que el hijo del hacendado tendría la preferencia de las autoridades. Días después, vagando, se cruzó con un hombre que llevaba un burro cargado de alimentos, por lo que se atrevió a pedirle comida. El hombre se negó a darle algo de alimento, y comenzó a insultarlo. Tras esto, Villa decidió sacar un revólver que llevaba con él y amenazar al dueño del burro, lo que hizo que de inmediato, el hombre se alejara corriendo.
Una vez que el dueño del burro se fue, Villa comió “hasta hartarse”, relató en sus memorias. Sin embargo, un día después de haber cometido esta acción, las autoridades lo buscaron y dieron con él, pues el dueño del burro había denunciado un asalto. Lo llevaron a la ciudad de Durango, y ahí también lo identificaron como el agresor del hijo del hacendado y culpable del robo del burro lleno de comida.
Villa relató en sus memorias que, en ese tiempo, las autoridades tomaban como más grave un caso de robo que el de una riña con armas de fuego, pues comentó que reflexionó una vez que le “pusieron fierros en las manos”. En ese momento comprendió que los crímenes que se le atribuían eran demasiado serios, sin embargo, era más grave el robo que cometió que el balazo que dio al hijo del hacendado.
Una vez en prisión, los demás presos le advirtieron que los guardias llamaban “darle agua” al acto de matar a algún prisionero, pues se les convencía de tener permiso de beber agua para, por sorpresa, dispararles cuando se agachaban al río. Villa aprendió que esto era el manejo de la “Ley Fuga”, una estrategia que utilizaban los oficiales de las cárceles, en la que llevaban a los presos por caminos solitarios, con la intención de asesinarlos a balazos y, después, justificarse diciendo que esa persona había intentado huir.
Un día, un guardia de nombre Octaviano Meraz llamó a Villa, quien tenía mucha sed por los días que había pasado en el desierto. El guardia preguntó al revolucionario, que apenas contaba con 16 años en ese momento, si tenía sed, a lo que él respondió con la pregunta “¿Piensa matarme ahora?”
El guardia lo vio un momento, sin embargo, era una mirada amigable, no amenazante, y respondió con una sonrisa: “Bebe, que no te voy a hacer daño”.
Y así fue, el guardia lo dejó beber agua sin hacer nada. Meraz le habría confesado a Villa que en esa ocasión lo había invitado a tomar agua bajo las órdenes del gobernador de Durango, Carlos Santa Marina, para aplicarle la llamada “Ley Fuga”, sin embargo, al guardia le había dado lástima el jóven, pues estaba “tan acabado y tan joven que no tenía el valor para matarme”.