El 29 de junio de 1520, uno de los personajes más importantes de la última etapa de la historia de Tenochtitlan, habría muerto asesinado. Se trata de Motecuhzoma Xocoyotzin, mejor conocido como Moctezuma o Moctezuma II.
Aunque su muerte no está del todo esclarecida, la realidad es que la teoría de que el mismo pueblo de Tenochtitlan, que gobernaba desde 1502 tras la muerte de Ahuízotl, lo apedreó, hiriéndolo de muerte.
Moctezuma II fue el tlatoani mexica que recibió a Hernán Cortés en 1519, a su llegada a Tenochtitlan. Su encuentro se habría dado en la esquina de lo que hoy son las calles de Pino Suárez y República del Salvador, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. De hecho, en el Hospital de Jesús, que se encuentra en el lugar, puede encontrarse un mural que representa el encuentro.
Moctezuma le habría ofrecido a Cortés y a sus hombres el Palacio de Axayácatl, que perteneció a su padre, para instalarse, y conforme comenzó a pasar el tiempo, comenzaron las hostilidades por parte de los españoles para que los mexicas les dijeran el paradero de su tesoro.
Moctezuma murió, exactamente, cuando la guerra entre españoles y mexicas se encontraba a la mitad. Durante los primeros meses, esta habría sido una guerra fría, la guerra abierta a gran escala estalló hasta mayo de 1520. Durante los siguientes 14 meses, la masacre y la esclavización no cesarían. Moctezuma fue hecho prisionero hasta mayo de 1520, cuando comenzó el conflicto abierto, quizá hasta el mes siguiente. Capturado por las fuerzas hispano-tlaxcaltecas, asediadas en la ciudad, el huey tlatoani murió a finales de junio, pocos días antes de que los invasores huyeran de Tenochtitlan.
Como ya se mencionó, la muerte de Moctezuma tiene varias versiones, pero la más conocida es la que contó Hernán Cortés en una carta para el rey de España, el mismo año de 1520. Esta versión señala que Moctezuma, siendo prisionero en el Palacio de Axayácatl, fue sacado por sus captores al techo de la fortaleza, y al verlo, el pueblo enfurecido, lanzó piedras contra él, y una le habría pegado en la cabeza, con una herida “tan grande, que de allí en tres días murió”.
Cortés no habría presentado acusaciones, al decir que la muerte del tlatoani había sido accidental, un veredicto de homicidio involuntario. Una segunda versión, muy similar a la primera, agrega el elemento de la culpa: los mexicas rebeldes habrían arrojado piedras deliberadamente, y en algunas variantes, también insultos y flechas.
Dicha versión comenzó a aparecer en la segunda mitad del siglo XVI, en fuentes semi-indígenas, o sea, fuentes de autoría colectiva entre nahuas cristianizados y españoles, y predominó a los largo de todo el siglo XVII. En los siglos XVIII y XIX, los conquistadores fueron frecuentemente considerados no solo inocentes del crimen, sino desconsolados por la trágica muerte del emperador.
La versión de la muerte de Moctezuma por pedradas de su propio pueblo, señala que, al salir del palacio en el que se hospedaban los españoles con Moctezuma prisionero, Cortés notó mucho desastre por parte de los mexicas. Tras esto, entró de nuevo al palacio y pidió que Moctezuma saliera a calmar al pueblo, y decirles que dejaran a un lado la guerra y los invasores se retirarían del lugar.
Moctezuma salió, y según Bernal Díaz del Castillo, en la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, informó al pueblo el mensaje, sin embargo, capitanes del imperio mexica se acercaron a él y le dijeron: ‘Hacemos saber que ya hemos levantado a un pariente vuestro por Señor’.
Tras esto, nombraron a Cuitláhuac, señor de Iztapalapa, quien era hermano del propio Moctezuma y quien tomaría su lugar como tlatoani. “No bien hubieron acabado el razonamiento, cuando tiran tanta piedra y vara, que los nuestros que le arrodelaban, como vieron que entretanto que hablaba con ellos no daban guerra, se descuidaron un momento en rodearle de presto, y le dieron tres pedradas, una en la cabeza, otra en un brazo y otra en una pierna; y puesto que le rogaban que se curase y comiese y le decían sobre ello buenas palabras, no quiso, antes cuando no nos catamos vinieron a decir que era muerto”, señaló Díaz del Castillo en su texto.
Sin embargo, existen otras versiones de la muerte del tlatoani, que señalan que, en realidad, habría sido asesinado a manos de los propios españoles cuando lo tenían como prisionero.