“No hay escritura sin tecnología”: Cristina Rivera Garza repasa su labor poética

La autora presenta “Me llamo cuerpo que no está”, una antología poética donde se hacen evidentes los temas que la han obsesionado durante toda su carrera

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"Me llamo cuerpo que no está" es el nombre de la antología poética de Cristina Rivera Garza Foto: EFE
"Me llamo cuerpo que no está" es el nombre de la antología poética de Cristina Rivera Garza Foto: EFE

Cristina Rivera Garza se autonombra una “poeta de clóset”, como si hubiera sido una actividad oculta o ajena a su carrera literaria, pero lo cierto es que su primer trabajo publicado como escritora fue en el ámbito de la poesía, gracias a un trabajo en la revista Punto de Partida de la UNAM.

Ahora, con cinco títulos publicados en poesía, con el Premio Xavier Villaurrutia 2022 por El Invencible Verano de Liliana y con un currículum que incluye obras de ensayo, históricas y novelas, Rivera Garza decidió que era un buen momento para reunir su obra poética en una antología titulada Me llamo cuerpo que no está (Lumen, 2023).

“Es una especie de río subterráneo, es una especie de actividad que a mí me ha gustado mucho que fuera discreta, ahora creo que como lo puedes ver en Me llamo cuerpo que no está, hay un montón de conexiones entre la labor de la novelista y las historias y la ensayista y una dimensión digamos dentro de lo poético, pero no desligado de los temas y obsesiones que han estado en otros libros”, comentó la autora en entrevista con Infobae México.

—¿Cuáles son esos temas que la obsesionan?

—Es bien difícil revisar el trabajo propio, es como cuando nos ponemos a revisar nuestra vida, qué hemos hecho bien, qué hemos hecho mal. Si lo hacemos en serio es bien difícil, es cruel, es implacable, es una gran lección de humildad. Pero la gran virtud de ver a todos estos libros juntos conversando entre sí en un solo volumen pues es que quedan un poquito más en claro ciertas continuidades: qué es ser un cuerpo, qué es habitar en un cuerpo, qué es ser un género o varios géneros, de qué manera atraviesan esos cuerpos la violencia y cómo son transformados, cuál es la relación de la escritura con la tecnología, cómo puede la escritura moverse y trastocar nociones heredadas de género, por ejemplo. Yo diría que esto que estoy ahora diciendo que- claro desde el presente me resulta más obvio- ha estado ahí como operando. Y bueno, también hay diferencias y mutaciones, cada una de ellas la fui tocando con las herramientas que tenía en el momento, uno hace lo que puede con lo que tiene.

Hacer una revisión a través de una antología le permite ver claramente las diferencias y mutaciones en su trabajo poético Foto: EFE
Hacer una revisión a través de una antología le permite ver claramente las diferencias y mutaciones en su trabajo poético Foto: EFE

—¿Cuál ha sido el principal cambio de la poeta que empezaba y la que es ahora?

—Con un ojo más o menos crítico, mira, los tres primeros libros que aparecen en esta edición los publicó en su momento el Fondo de Cultura Económica bajo el título Los textos del yo. Son poemas escritos bajo la influencia, con la preocupación de eso, ¿qué es ser un yo? creo que el hecho de haberle puesto de título a esos libros Los textos del yo es una especie como de guiño irónico, hay un yo presente ahí, pero es un yo que es producto de una cierta textualidad, parece que es la neta, que son honestos, que son sinceros, que es lo verdadero, que son confesionales, pero realmente son textos del yo, yo tiene la gran capacidad de producir ese efecto de sinceridad, creo que esa preocupación del cuerpo y la experiencia, de cómo nos relacionamos en ese aspecto está también muy presente, pero de manera muy distinta en el último libro, La imaginación pública, que también es muy íntimo y que también es muy del yo, del yo corporal.

En un mundo donde la Inteligencia Artificial ha irrumpido de manera inexorable, la poeta no teme a la experimentación con las herramientas a la mano y mucho menos a la tecnología, puesto que “el papel y el lápiz son una tecnología”. Incluso uno de los poemas de La Imaginación Pública fue escrito con la ayuda de una especie de máquina “cortadora” de lenguaje.

“El ejercicio que yo hice ahí fue poner un texto de la escritora Guadalupe Dueñas, un cuento que me gusta mucho y parte de unos textos de una escritora gringa y entonces se combinan, eso es lo que hacía la máquina. Tú le pedías ‘quiero que formes frases de seis palabras cada una y que se repitan cada tres o cuatro’, eran las únicas dos órdenes que recibía y mi trabajo ahí no era de imaginar el poema sino de corregirlo de alguna manera, un trabajo de posproducción, pero era una escritura con la máquina, pero yo creo que siempre estamos escribiendo con otras energías, con otras entidades, algunas veces son humanas y en este caso era una entidad no humana”.

—¿Usted ve un futuro de poesía hecha a través de Inteligencia Artificial?

Hace poco, con la hija de una amiga, tuve mi primera sesión con el GPT, entonces planeamos un soneto sobre manzanas podridas, un cuento con un personaje que se llamaba Juan, en el estilo de García Márquez, y un artículo sobre el cambio climático. El soneto no era tan bueno, en el artículo todas las fuentes eran falsas y lo del estilo de García Márquez estaba muy por verse, pero sí es bastante impresionante. Yo creo que la escritura siempre ha estado cerca de la tecnología, no hay escritura sin tecnología. El lápiz y el papel son una tecnología, el algoritmo es una tecnología y me parece que, siendo muy cauta, es mejor conocer lo que está pasando que hacer como si no existiera, vivimos en este mundo y existe y este tipo de algoritmos tiene una incidencia muy grande evidentemente en la materia con la que nosotros trabajamos como escritores, el lenguaje.

Historia de poesía

Su primer acercamiento a la poesía ocurrió de manera circunstancial, pues en su taller de mecanografía de la escuela secundaria le encargaron transcribir textos para practicar y eligió la obra de Ramón López Velarde, que tenía a la mano en casa.

Son varios los autores a los que Cristina Rivera Garza considera "fundacionales" Foto: EFE
Son varios los autores a los que Cristina Rivera Garza considera "fundacionales" Foto: EFE

La autora no sabe si terminó influenciada por él, pero sí tiene claro que tanto él como Rosario Castellanos y César Vallejo fueron clave en su formación. “Fueron para mí lecturas fundacionales y después yo empecé a publicar poesía como se hace usualmente, en editoriales independientes con una circulación única, específica. Yo estaba muy contenta con eso, sentía que tenía una especie de conversación secreta con los más interesados en poesía y que tenía otro tipo de conversación digamos más visible en términos de la narrativa, el ensayo”.

—¿Cómo es su proceso de escritura poética?

He estado siempre en contra de la idea de la musa, primero porque en términos de distribución de género es terrible y segundo porque realmente no es mi experiencia. No quiere decir que el proceso creativo no esté lleno de coincidencias que no se explican racionalmente, también eso es cierto, pero ha cambiado mucho. Un libro como el de La más mía, que escribí en la biblioteca del hospital de neurología estaba muy atravesado por mi experiencia personal. Un libro como No ha estado usted en el Mar del Norte fue escrito primero en un blog, en la época dorada de los blogs. Un libro como el de La muerte me da, que es el último capítulo en su versión borrada de una novela que se llamó así, ahí trabajé muy de cerca con el lenguaje de la nota roja y reportes de la morgue.

Para la escritora, el punto de unión entre esos trabajos es que su proceso de escritura funciona además como uno de lectura y cita, tanto cita textual como el darle cita a algo más. En otro más de sus textos, Viriditas, jugó con la idea de la “escritura diarística”: escribir todos los días a cierta hora y siempre persuigiendo el color verde sin que ello implique la pérdida de interés en los temas que siempre han habitado su trabajo.

“Yo creo que una escritura para poder afectarnos tiene que ser personal, lo cual no implica que anecdóticamente tenga que estar relacionado con uno, creo que son dos cosas distintas, pero la decisión de la estrategia de la escritura, el posicionamiento respecto del lenguaje, todo eso es profundamente personal y, claro, los ejemplos son experiencias que tocan a muchos. La culpa del sobreviviente, las relaciones filiales, la vulnerabilidad del cuerpo, la vulnerabilidad luego entonces de la escritura para poder tocar esos elementos”.

—¿La poesía es una forma de transitar por el dolor de la vida?

—No sólo de la poesía, de la escritura en general. No sé si transitar, pero me parece que el lenguaje que ha producido el dolor, especialmente el sufrimiento social. Vivimos en sociedades marcadas por la violencia, hablar sobre la violencia siempre es muy problemático, en regímenes o en estados de guerra como en el que hemos estado en los últimos años y a mí me pareció escribir un libro que se llama Dolerse que lo que no se puede decir en público de otras maneras encuentra su manera de enunciarse. Es en ese sentido que creo que la escritura, si nos ponemos a articular en esos lenguajes que producimos juntos, definitivamente no solo es una manera de transitar sino también de producir una realidad distinta, al menos creo que esa es mi apuesta.

—¿Por qué publicar una antología poética?

—Creo que es un buen paso, es un buen salto del Invencible Verano que me ha llevado a mí y a los lectores como de vuelta hacia el pasado y hacia el presente, de los 90 para acá. Yo creo que estos libros también abarcan cronológicamente un cacho grande de tiempo, como que revisitan esa historia pero de otra manera, con otros personajes, con otras estrategias, desde este ámbito de lo poético, pero también muy cruzado con otros géneros, lo que me ha sorprendido gratamente es esta continuidad casi cronológica.

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