El panteón mitológico de la cultura mexica o azteca está repleto de numerosas deidades cuyas capacidades eran relacionadas con fenómenos muy diversos. Uno de los más reconocidos es Tláloc, dios de la lluvia, aunque gran parte de su historia fue construida a partir de su unión con Chalchiuhtlicue, diosa relacionada también con el agua, aunque en mayor medida con los cuerpos acuáticos que hacen lugar en la tierra.
Chalchiuhtlicue, cuyo significado es “la que tiene una falda de jade”, ha sido reconocida como la esposa de Tláloc. No obstante, en algunos mitos ha sido señalada como su hermana y de los tlaloques debido a la similitud de los elementos con los que se relacionaban, es decir, el agua.
A diferencia de Tláloc, quien era la deidad relacionada con las lluvias y, por tanto, reconocida por su intervención para que las cosechas tuvieran el éxito esperado, Chalchiuhtlicue se le atribuía la capacidad de influir sobre los ríos, lagos, manantiales y mares, aunque se le llegó a relacionar con otras entidades como Chicomecóatl por su capacidad de fecundar la tierra.
De acuerdo con la información documentada en el libro de Sahagún, los antiguos mexicas depositaban en Chalchiuhtlicue el poder de generar tempestades y torbellinos en los cuerpos de agua, gracias a los cuales era posible hundir navíos y ahogar hombres a su voluntad. De igual manera, era considerada como la patrona de los bautismos, así como la protectora de los navegantes.
Más allá de su estrecha relación con Tláloc a Chalchiuhtlicue también se le reconoce por ser la depositaria del Cuarto Sol, también conocido en la mitología mexica como Sol de Agua. De acuerdo con la mitología, después de que Tláloc adoptó el papel de la personificación del astro rey en el tercer ciclo, Quetzalcóatl ordenó la destrucción del mismo y lanzó una lluvia de fuego que acabó con los habitantes de la tierra.
Posteriormente, por orden de la serpiente emplumada, Chalchiuhtlicue fue la elegida para ser la nueva personificación del Sol. De acuerdo con diversas fuentes, el periodo de “la que tiene una falda de jade” se habría extendido a lo largo de 312 años y dicha edad llegó a ser relacionada con los nombres de Atonatiub (Sol de Agua), Nahui Atl (4 Agua) y Tzoncuztique, así como Cabeza amarilla.
En dicha era, de acuerdo con el historiador Roberto Moreno de los Arcos, los hombres habitantes de la tierra, también conocidos como macehuales, se alimentaban de una semilla acuática conocida como cincocopi. De igual forma, el Sol estaba orientado en dirección sur.
La extinción de dicho Sol estuvo motivada por la caída torrencial de lluvias, la cual provocó que los cuerpos de agua presentes en la tierra aumentaran su tamaño de manera considerable. Por ello, los macehuales fueron llevados por las aguas y los sobrevivientes se convirtieron en las especies de peces que existieron en la posteridad. Gracias a ello dio paso al quinto Sol.
Más allá de su representación en textos y códices, Chalchiuhtlicue llegó a ser plasmada en figuras labradas en piedra por parte de los integrantes de la cultura mexica y teotihuacana. Incluso, una de ellas, que fue hallada en torno a la Plaza de la Pirámide de la Luna en la ciudad de Teotihuacán, forma parte de la exposición permanente del Museo Nacional de Antropología e Historia (MNAH).
La figura labrada tiene una altura de 3.19 metros y está montada sobre una base cuadrada de 1.65 metros. Debido a su material y dimensiones, su peso total es de 16.3 toneladas.
La representación femenina porta un tocado rectangular, orejeras, collar, huipil, falda y sandalias. Además, sus dos manos están posadas sobre el vientre y cuenta con una horadación rectangular a la altura del pecho.