Más de tres décadas han transcurrido desde que Sara Aldrete, mejor conocida como “La Narcosatánica”, fue sentenciada a más de 600 años en prisión luego de que se comprobara su participación en el homicidio de más de una decena de personas.
Tras haber permanecido un tiempo en el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla en la Ciudad de México, Sara Aldrete fue trasladada a un penal de Baja California al norte del país, en donde hasta el día de hoy se encuentra cumpliendo su condena.
Si bien son múltiples las especulaciones que han rodeado su caso, lo cierto es que su historia generó gran conmoción entre la sociedad mexicana, a la que le costó trabajo creer que una “inocente” estudiante de antropología se viera involucrada en un meticuloso y atroz entramado de narcotráfico, muerte y misticismo.
“La Narcosatánica”
El 13 de marzo de 1988 en la ciudad fronteriza de Matamoros, Tamaulipas, un estudiante estadounidense de 21 años llamado Mark Kilroy desapareció sin dejar rastro alguno tras haber acudido a un bar como parte de sus vacaciones de primavera.
La desaparición del joven generó pánico y tensión entre autoridades de México y el país vecino, no obstante, lo peor aún estaría por descubrirse ya que su caso sería solo la punta del iceberg de una banda delincuencial que llevaba operando en el país azteca un par de años.
Mark Kilroy fue uno de los últimos eslabones de la cadena de atroces crímenes que perpetraron los llamados “Narcosatánicos”, organización que Sara Aldrete llegó a encabezar junto a Adolfo de Jesús Constanzo.
Mejor conocido como El Padrino, Constanzo era un norteamericano hijo de cubanos refugiados que practicaba la santería y el Palo Mayombe, un culto místico de origen afroamericano que se caracteriza por la ausencia total de valores (diferencia entre el bien y el mal) entre sus seguidores.
Sara Aldrete tenía 28 años cuando en un café y bajo condiciones no especificadas conoció a Adolfo de Jesús Constanzo. Aunque la joven era de nacionalidad mexicana, sus estudios universitarios los realizaba en el Texas Southmost College antes de que su vida diera un giro de 180 grados al convertirse en reclutadora del culto que El Padrino había iniciado en México.
La joven universitaria conoció a El Padrino cuando él ya había adquirido cierto renombre en la Ciudad de México por los trabajos de santería que realizaba para distintas personalidades de las más altas elites sociales, no obstante, Constanzo también realizaba trabajos para integrantes de grupos criminales que buscaban protección y éxito en sus operaciones del trasiego de drogas a Estados Unidos.
Reportes periodísticos de la época apuntan a que Adolfo de Jesús Constanzo era también narcotraficante y creía firmemente que sus hechizos basados en la religión Palo Mayombre eran los responsables del éxito de los cárteles de la droga que comenzaron a surgir en el país azteca.
El Rancho Santa Elena en Matamoros
En abril de 1989, un integrante del grupo delictivo identificado como David Serna fue detenido en un operativo de rutina de la Policía Federal en Matamoros. La actitud nerviosa y un penetrante -y casi insoportable- olor alertaron a los uniformados, por lo que procedieron a realizar una revisión tanto al misterioso sujeto como al vehículo que conducía.
Además de droga, los agentes de seguridad aseguraron una arma de fuego calibre 38, artefactos suficientes para detener e interrogar al integrante de “Los Narcosatánicos”
Serna proporcionó información a las autoridades sobre la ubicación del grupo delictivo la cual apuntó al Rancho Santa Elena, ubicado en el mismo estado de Tamaulipas a escasos kilómetros de la frontera con Estados Unidos.
En el predio, los uniformados no solo localizaron más de 100 kilogramos de marihuana, lo que sería solo el menor de los problemas pues también encontraron un extraño caldero que en su interior contenía restos de sangre, corazones y partes de una columna vertebral que correspondían al estudiante norteamericano Mark Kilroy.
Un cerebro humano, colillas de cigarro, cuarenta botellas vacías de aguardiente, machetes, ajos y tortugas asadas también fueron aseguradas, aunque el verdadero terror se encontró en los alrededores de la casa, pues el terreno resultó ser una fosa común con al menos doce cadáveres ocultos, apilados, descuartizados y sin cerebro ni corazón.
Un reporte de Los Angeles Times apuntó a que tras la excavación, los seguidores del culto exhumaron 15 cadáveres mutilados, lo cuales pertenecían a varones que fueron asesinados durante un periodos de nueve meses.
Se presume que la mayoría de las víctimas fueron narcotraficantes rivales de El Padrino excepto Mark Kilroy, quien fue elegido para realizar un ritual especial.
Cuatro personas fueron detenidas y trasladadas a las inmediaciones de la Policía Judicial Federal, sin embargo, Adolfo de Jesús Constanzo logró huir a la Ciudad de México junto con Sara Aldrete, Omar Francisco Orea Ochoa, Martín Quintana Rodríguez y Álvaro de León Valdés, alias El Duby.
El desenlance y desarticulación total de “Los Narcosatánicos” ocurrió en un inmueble ubicado en la calle Río Sena de la Alcaldía Cuauhtémoc, a donde arribaron elementos policiacos que fueron recibidos con una lluvia de dólares y balas.
Al verse totalmente rodeados, El Padrino le ordenó a uno de sus seguidores dispararle tanto a él como a otros de sus cómplices. Tras la balacera, la policía arrestó a Orea Ochoa de León, a Sara Aldrete y a un involucrado más.
La Madrina alegó en reiteradas ocasiones que ella no sabía sobre los asesinatos y tráfico de drogas de la banda delincuencial y aseguró que el único vínculo que mantuvo con los integrantes fue como parte de una investigación en la que trabajaba.
Pese a ello, autoridades lograron recabar indicios que confirmaron su estrecho vínculo con “Los Narcosatánicos” por lo que fue sentenciada a pasar 600 años en prisión.
Una vez entre rejas, Sara Aldrete escribió una autobiografía titulada Me dicen la narcosatánica, en donde contó su propia versión de los hechos. Del mismo modo, la plataforma de streaming HBO+ está por estrenar una docuserie que explora múltiples aristas del caso que generó gran conmoción e intriga en la sociedad mexicana.