En la Ciudad de México, uno de los lugares más emblemáticos de la alcaldía Benito Juárez se trata del Parque Hundido. Esta área verde se convirtió en uno de los parques más relevantes de la capital del país, así como de los habitantes de la Colonia del Valle y de Insurgentes sur, pues se volvió un referente de aquella zona de la CDMX.
Aunque en un inicio no era conocido de tal forma, y tampoco se tenía previsto el diseño arquitectónico que tiene actualmente, el surgimiento del Parque Hundido tiene una historia que se remonta a inicios del siglo XIX cuando las condiciones topográficas del lugar dieron origen a este lugar.
De acuerdo con diferentes investigaciones históricas de la transformación de la Ciudad de México a lo largo de los años, donde actualmente se encuentra el Parque Hundido en realidad no estaba hundido, era una zona de cultivo y sembradío, pues era una ranchería, así que era usada para la actividad agrícola.
En el año 1608, esa tierra era propiedad de Tomás de Nápoles, un ejidatario que se dedicaba a la agricultura y cuidaba de su rancho que abarcaba las mismas hectáreas en las que se encuentra el Parque Hundido. Con el paso de los años, el apellido del ejidatario fue referente para el nombre de la colonia cercana al parque.
Sin embargo, para principios del siglo XIX sus tierras dejaron de ser ocupadas y las empresas ladrilleras se las adueñaron.
Con el crecimiento de la población en las zonas como en Mixcoac y San Ángel, el uso de este suelo cambió y las empresas privadas se apropiaron de las tierras para la extracción de arcilla y fabricar ladrillos.
Fue la Compañía Ladrillera Nochebuena quien empezó a utilizar este terreno para la fabricación de ladrillos, así que para obtener la materia prima tenía que realizar profundas excavaciones en la tierra. Con el transcurso de los años, el terreno se fue hundiendo, por lo que quedó desnivelado del resto de la zona.
Las condiciones tipográficas cambiaron totalmente, por lo que el hoyo fue cada vez más pronunciado. A la par empezó a crecer las poblaciones en los alrededores a la fábrica de ladrillos.
Para el año de 1893, la empresa cerró y dejó de excavar en las hectáreas que actualmente se ubican sobre Insurgentes Sur, por lo que el socavón quedó ahí, sin tener algún uso.
Conforme las personas llegaron a asentarse en los alrededores del hoyo durante el porfiriato, el socavón que dejó la constructora de ladrillos fue ignorado; pero, poco después de la revolución, las familias desplazadas por el conflicto y de una posición económica estable decidieron asentarse ahí, al igual que en la zona de Mixcoac.
Alrededor de 1917, cuando terminó la Revolución Mexicana, los habitantes de la zona pidieron que se arreglara el hundimiento y sembraron árboles, los cuales fueron creciendo y le dieron un aspecto de bosque.
Así nació el Bosque de la Nochebuena, nombre de la colonia. Para 1930 el parque fue pavimentado y ampliado por la construcción de la avenida de los Insurgentes, así que recibió mayor inversión. Se le nombró como Parque Luis G. Urbina, pero más tarde sería nombrado como Parque Hundido.
Para 1972 se colocaron algunas piezas arquitectónicas de imitaciones de piezas arqueológicas. Fueron distribuidas por diferentes zonas del parque. Además se idearon seis rutas para que los visitantes del parque pudieran explorar en su totalidad la obra arquitectónica que dejó —sin querer— una fábrica de ladrillos.