Negocios, traiciones, pactos y violencia han marcado durante décadas la historia del narcotráfico en México; sin embargo y aunque los traficantes siempre han tenido presencia en el país azteca, no fue sino hasta la creación del Cártel de Guadalajara que el crimen organizado comenzó a estructurarse como actualmente se conoce.
Considerado también como el primer cártel en impulsar el trasiego de drogas internacional en México, el grupo delictivo fue liderado por Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo -mejor conocido como Don Neto-, Manuel Salcido Uzueta -alias El Cochiloco-, Juan José Quintero Payán, Pablo Acosta Villarreal y Juan José Esparragoza Moreno -El Azul-.
En un escalafón menor, señaló la periodista Anabel Hernández en su libro Los Señores del Narco, se encontraban Amado Carrillo Fuentes -conocido también como El señor de los Cielos-, Rafael Caro Quintero e Ismael El Mayo Zambada.
Aunque todos los integrantes del grupo criminal eran originarios de Sinaloa, la organización criminal encabezada por Félix Gallardo adoptó el nombre de la capital jalisciense porque la ciudad se consolidó como el centro desde el cual coordinaban todas sus actividades delictivas, al mismo tiempo en que lavaban sus ingresos con inversiones inmobiliarias y mantenían contacto con autoridades de los tres niveles de gobierno a quienes sobornaban.
Si bien la red de corrupción que Miguel Ángel Félix Gallardo tejió entre las autoridades mexicanas y las meticulosas operaciones que el equipo completo realizaba ayudó al Cártel de Guadalajara a posicionarse en la cúpula del tráfico de drogas en México, inevitablemente las traiciones y las rencillas comenzaron a hacerse evidentes entre sus integrantes con el paso de los años.
Bajo ese tenor, una de las enemistades que más resonó entre los miembros del poderoso cártel contemplaba a Rafael Caro Quintero, quien apadrinado por Félix Gallardo comenzó a ganar terreno en el negocio gracias a sus conocimientos en la siembra de marihuana. Por otra parte, se encontraba Amado Carrillo Fuentes, el sobrino de Don Neto que se incorporó al mundo del narcotráfico en la década de los 70′s.
Con el negocio floreciendo y los dólares llegando nada podía haber salido mal, hasta que una misteriosa mujer se cruzó en el camino de los integrantes del Cártel de Guadalajara a inicios de los años ochenta.
La enemistad entre Amado Carrillo y Rafael Caro Quintero, según Anabel Hernández
Sara Cosío Vidaurri es hija de Octavio César Cosío -secretario de Educación Pública de Jalisco- no obstante, más allá del alto cargo que su padre ocupó en la administración pública del estado, fue el tórrido romance que sostuvo con Rafael Caro Quintero lo que acaparó los titulares más populares de la época.
La joven de apenas 17 años solía frecuentar los restaurantes y centros nocturnos más exclusivos de Guadalajara, a los cuales Rafael Caro Quintero también tenía acceso gracias a los acaudalados ingresos que le dejaba su negocio ilegal.
Fue precisamente cuando el romance entre Sara Cosío y Rafael Caro Quintero empezó a florecer que la relación entre el pupilo de Miguel Ángel Félix Gallardo y Amado Carrillo Fuentes comenzó a tensarse y es que, de acuerdo con el relato de la periodista Anabel Hernández en su libro Los Señores del Narco, la joven “coqueteaba” con El Señor de los Cielos en cada oportunidad.
Las disputas entre ambos capos hicieron insostenible la presencia de Amado Carrillo Fuentes en Guadalajara por lo que su tío, Ernesto Fonseca Carrillo, prefirió enviar a su sobrino a Ojinaga, Chihuahua; sitio en donde trabajó con Pablo Acosta Villarreal.
“Sin quererlo, Ernesto Fonseca le hizo un favor a Carrillo Fuentes”, puntualiza Anabel Hernández en su libro y es que, tras dicho episodio, poco faltaba para que el asesinato del agente especial de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), Enrique Kiki Camarena, marcara el inicio del final del Cártel de Guadalajara, así como de la aprehensión de Rafael Caro Quintero en Costa Rica en el año 1985.