Dos personas esperan fuera del Centro Femenil de Readaptación Social Tepepan, ubicado al sur de la Ciudad de México (CDMX). Llegaron a la zona el 24 de abril del 2019, abordo de una camioneta Mazda de la que descendió una mujer. El cabello rubio contrataba con el atuendo azul que llevaba. Comenzó a moverse cuando una anciana con tinte pelirrojo y semblante pálido salió de la prisión. Era Claudia Mijangos, mejor conocida como “La hiena de Querétaro”.
Mijangos es una adulta de la tercera edad que alguna vez fue reina de belleza en su natal Mazatlán, Sinaloa. También se convirtió en madre joven a sus 22 años y tras cumplir los 33, destacó entre los asesinos polémicos de México al tomar la vida de sus pequeños: dos niñas de 11 y 9 años y un niño de 6.
La mitad de su vida, Mijangos estuvo en prisión, pues tiene 66 años y estuvo recluida 32. Aunque cometió su crimen durante un episodio psicótico, enfrentó a la justicia desde 1991 y tendrá que lidiar con la fama de ser “La hiena de Querétaro” el resto de su vida. Sin embargo, esta historia comienza antes de la madrugada del 24 de abril de 1989, con un amorío frustrado y una atención psicológica escasa.
Un romance antes de la tragedia
El presidente del Tribunal Superior de Justicia de Querétaro, José Antonio Ortega Cerbón decalaro que: “Se determinaron 30 años y el 24 de abril termina su sentencia, se cumplió con la medida impuesta de internamiento en un hospital psiquiátrico.” Con esto, solo hacía falta que un familiar de Mijangos manifestara su interés por cuidar de ella y hacerse cargo de sus actos. Aunque dos personas parecieron y Mijangos esté libre, la memoria perdura.
Claudia Mijangos nació el 26 de mayo de 1956 en Mazatlán, Sinaloa. Después de ser reina de belleza en ese lugar, se casó con Alfredo Castaños con quien tuvo tres niños: Claudia, la mayor, Ana y Alfredo. La familia creció en una buena posición económica en Querétaro, donde decidieron establecerse. Gran parte del dinero provino de una herencia que la mujer recibió tras la muerte de sus padres. Con esos recursos, ella montó una tienda de ropa lujosa.
Cuando los pequeños cumplieron 11, 9 y 6 años de edad respectivamente, la familia decidió inscribirlos en una escuela católica. Lo anterior supuso un punto de inflexión para la historia de Mijangos porque en ese lugar conoció al padre Ramón, un hombre de 1.90 metros y ojos azules que cautivaron a la madre de familia.
El romance comenzó rápido, incluso el director de la escuela, el padre Rigoberto, sabía del amorío. Citó a Ramón y Alfredo para hablar al respecto. El resultado del diálogo arruinó los planes de Mijangos, quien quería continuar con la aventura, pues su amante había decidido abandonarla debido a los votos religiosos que había aceptado antes de conocerla. Además, el esposo de “La hiena de Querétaro” la encaró para hablar de la infidelidad.
Hay múltiples versiones de lo que sucedió el 23 de abril en la casa de Mijangos. De acuerdo con la policía de aquel estado, solo se sabe que Alfredo volvió a casa y dejó a sus tres hijos con su madre después de llevarlos a una kerméz. Horas más tardes, durante la noche, la mujer llamó por teléfono a su amiga Verónica Vázquez: “Mazatlán se “había caído”, “todo Querétaro es un espíritu”. Desde hace días, ella había manifestado ver ángeles y demonios; pero solo acudía a terapia de pareja en lugar de otro especialista.
La madrugada del 24 de abril de 1989
El matrimonio de Alfredo Castaños y Claudia Mijangos se desmoronaba. Ambos discutían de forma frecuente y la noche del 23 de abril de 1989 el hombre quería de vuelta a su esposa. Ella ni siquiera intentó negar el romance que sostenía con el padre Ramón, de quien aún estaba enamorada. Luego de la pelea, la mujer se quedó sola con sus hijos en casa.
Durante la noche, sucedieron los asesinatos que se recordarán como uno de los más dolorosos en la historia de México. Las autoridades que llegaron a la escena del crimen, afirmaron que había al menos 10 litros de sangre esparcidos desde la sala hasta las escaleras de la planta alta. Los indicios del incidente fueron tres cuchillos de cocina: solo dos estaban limpios. El tercero se hallaba en la habitación de las hermanas Claudia y Ana. Ambas recostadas en la cama con los ojos cerrados para nunca volver a abrirlos otra vez.
El ataque duró tres horas, según los peritos; sin embargo, quien encontró los cuerpos de los menores de edad fue Vázquez, preocupada por su amiga, entró a la casa número 408 de la calle Hacienda Vegil en la colonia Jardines de la Hacienda. En las escaleras encontró a Alfredo sin vida por una herida en su abdomen.
Al ser interrogada por la policía de Querétaro, Mijangos aseguraba que sus hijos dormían en sus camas y ella tenía que preparar el desayuno para comenzar el día. También se mostraba preocupada por llegar temprano a recogerlos en la escuela. Los asesinatos y la discusión con su esposo nunca sucedieron, según sus declaraciones.
Tras el interrogatorio, las autoridades queretanas realizaron estudios psicológicos a Mijangos. Los resultados revelaron que padecía epilepsia, condición mental que provoca pérdida de conciencia del entorno. Además, el psiquiatra Armando Fonseca la diagnosticó con personalidad paranoide y concluyó que se encontraba en medio de un episodio psicótico al cometer los asesinatos.
Tiempo más tarde, las declaraciones de Mijangos cambiaron. La más persistente se relaciona con las voces que escuchaba dentro de su cabeza. Aquella madrugada, ella recibió órdenes de asesinar a los niños porque eran demonios que pretendían mantenerla alejada del padre Ramón.
La condena de Claudia Mijangos
El caso de Mijangos resulta diferente debido a la presencia de enfermedades mentales. Las autoridades mostraron evidencias insuficientes para comprobar que actuó de forma consciente durante el crimen. Incluso las amistades de la mujer aseguraban que antes del 24 de abril de 1989, ella solía mostrarse como una madre cariñosa y responsable.
El proceso penal fue difícil tras conocerse el estado mental de Mijangos. Comenzó en el penal de Quéretaro, donde se discutía si la autora de los crímenes podría ser inimputable. Después, en septiembre de 1991 se ordenó su reclusión en el anexo psiquiátrico del Centro Femenil de Readaptación Social Tepepan, ubicado al sur de la Ciudad de México (CDMX). Ahí ha permanecido para cumplir su condena hasta el 24 de abril del 2019, fecha de su liberación.
La sentencia para los criminales con estos rasgos suele ser menor a un homicidio doloso. El juez dictó una condena de 30 años en prisión, esta medida es la más alta para casos como el de Mijangos. Primero permaneció un breve periodo en el Centro de Readaptación Social José el Alto, en Querétaro. Luego estuvo en una clínica del Instituto Nacional del Seguro Social (IMSS) hasta llegar a la CDMX por petición de sus abogados en 1992. En ningún momento recibió visitas de algún familiar o amigo íntimo, según información del diario La Prensa.
Durante su tiempo en reclusión, Claudia Mijangos estuvo en rehabilitación. Como actividad personal, comenzó un diario y solía anotar sus pensamientos desde que estuvo en el penal de Querétaro. En algunos de ellos, hablaba de su estado mental y la forma en que era retratado en los medios de comunicación. A sus hijos, solo dedicó vagas referencias o pocas menciones, conforme a los datos del diario regional Plaza de Armas.