Popocatépetl: el texto que demuestra cómo Hernán Cortés quedó maravillado ante el imponente volcán

Antes de llegar a Tenochtitlan, Cortés estuvo en Tlaxcala, en donde tuvo que caminar por una cadena montañosa, que se trataba de los volcanes del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl

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Los Volcanes Que Sorprendieron A Cortés

En 1519, cuando los españoles llegaron al territorio de lo que ahora se conoce como México, quedaron maravillados con algunos escenarios que la naturaleza les obsequió. Además, algo que también los impresionó, fue la forma en la que estaban organizadas las civilizaciones o culturas mesoamericanas que aquí se desarrollaban.

El primer lugar al que llegó Hernán Cortés con los hombres que lo acompañaban, de México, fue la isla de Cozumel. De ahí se pasó a Tabasco y luego navegó hasta llegar a Veracruz. Por su paso por estos lugares, fue teniendo algunas batallas que lograba ganar, lo que provocó que grupos indígenas se aliaran a él y sus acompañantes europeos.

Antes de llegar a la gran Tenochtitlan, el español y sus acompañantes vieron una gran montaña que lanzaba humo desde su cima. Quedaron maravillados también con ella. Se trataba, ni más ni menos, que el Popocatépetl. El gran volcán que resguarda el valle de México, en días recientes ha tenido una intensa actividad.

El conquistador se rindió ante la montaña humeante

Hernán Cortés escribió un texto sobre el volcán. (Ilustración: Steve Allen)
Hernán Cortés escribió un texto sobre el volcán. (Ilustración: Steve Allen)

El volcán que en los últimos días ha tenido gran actividad, impresionó mucho a los europeos. Cortés y sus hombres llegaron a Tlaxcala, y de ahí partieron hacia Tenochtitlan, acompañado de sus hombres españoles, y de miles de tlaxcaltecas y otros aliados que se habían unido a su causa. Hay que recordar que los mexicas tenían sometidos a varios pueblos, a quienes obligaban a pagar un tributo y a trabajar para ellos, lo que hizo que varios poblados sometidos les tuvieran odio.

En su segunda Carta de relación, Cortés narra que pasaron por la cadena montañosa con las cumbres del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. La carta fue escrita el 30 de octubre de 1520, cuando se encontraba en las inmediaciones de Tlaxcala, que le sirvió como refugio tras su derrota en la llamada Noche Triste. Allí describe el pasaje de las sorprendentes montañas que contempló anteriormente.

“Que a ocho leguas de esta ciudad de Churultécatl están dos sierras muy altas y muy maravillosas, porque en fin de agosto tienen tanta nieve que otra cosa de lo alto de ellas si no la nieve, se parece. Y de la una que es la más alta sale muchas veces, así de día como de noche, tan grande bulto de humo como una gran casa, y sube encima de la sierra hasta las nubes, tan derecho como una vira, que, según parece, es tanta la fuerza con que sale que aunque arriba en la sierra andaba siempre muy recio viento, no lo puede torcer”, se lee en el texto del conquistador español, en referencia al volcán.

Después narra que mandó a 10 de sus hombres a escalar las grandes montañas. “Y porque yo siempre he deseado de todas las cosas de esta tierra poder hacer a vuestra alteza muy particular relación, quise de ésta, que me pareció algo maravillosa, saber el secreto, y envié diez de mis compañeros, tales cuales para semejante negocio eran necesarios, y con algunos naturales de la tierra que los guiasen, y les encomendé mucho procurasen de subir la dicha sierra y saber el secreto de aquel humo, de dónde y cómo salía. Los cuales fueron y trabajaron lo que fue posible para la subir, y jamás pudieron, a causa de la mucha nieve que en la sierra hay y de muchos torbellinos que de la ceniza que de allí sale andan por la sierra, y también porque no pudieron sufrir la gran frialdad que arriba hacía, pero llegaron muy cerca de lo alto, y tanto que estando arriba comenzó a salir aquel humo, y dicen que salía con tanto ímpetu y ruido que parecía que toda la sierra se caía abajo, y así se bajaron y trajeron mucha nieve y carámbanos para que los viésemos, porque nos parecía cosa muy nueva […]”, se lee en la descripción de Cortés, quien quedó maravillado con la gran montaña, el Popocatépetl.

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