Lilia Prado fue una de las actrices más importantes de la llamada Época de Oro del cine mexicano y su éxito radicó en su sensualidad al momento de bailar. La histrionisa de quien se conmemora su 17mo aniversario luctuoso, captó la atención de miles de personas gracias a que decidió nunca aceptar desnudarse completamente para ninguna producción.
Leticia Lilia Amezcua Prado nació el 30 de marzo de 1928 en Michoacán, estado donde desde muy pequeña demostró su interés en convertirse en una estrella e intentó escapar de su casa junto una de sus primas e iniciar a trabajar en un circo. Sin embargo, no logró su cometido porque su prima murió.
Para lograr ser una estrella, Lilia comenzó a bailar, cantar, actuar, aprender diálogos y aparentar que era una estrella desde su casa, hasta que un día se le presentó la oportunidad de participar en un concurso de belleza, el cual ganó.
A partir de ese momento, Prado se dio cuenta de que sí podría triunfar en el mundo del espectáculo si tenía las herramientas necesarias para hacerlo, así que se enfocó en comenzar desde la academia, tomando clases en Bellas Artes; no obstante, ya había llamado la atención de varios productores y esto no le permitió terminar con sus estudios.
El primero en invitarla a ser parte de una de sus producción fue Juan Orol, quien siempre buscaba nuevos talentos para sus películas de rumberas. Tania, la bella salvaje (1948) fue su debut en el cine con sólo 20 años de edad.
A partir de esta primera cinta, el éxito de Lilia no se detuvo y comenzó a protagonizar sus primeros filmes como La ilusión viaja en tranvía, Subida al cielo, Rumba caliente, entre muchas otras.
La fama de la histrionisa fue tanta que comenzó a recibir propuestas de Estados Unidos para que firmara contrato en el país vecino, pero ella siempre rechazó las ofertas porque no sabía inglés y le daba flojera tener que aprenderlo.
En varias entrevistas la michoacana compartió que el mayor número de propuestas que tuvo fueron para que posara en alguna revista desnuda, pero también se negó a esto porque el personaje que había creado no era para enseñar todo su cuerpo.
Y es que la protagonista de El analfabeto se caracterizó por bailar de forma sensual, permitir que sus compañeros de escena tocaran su espalda desnuda o sus piernas, mostrar su cuerpo cubierto con algunas telas y aparentar que en cualquier momento se desnudaría, pero nunca lo hacía.
Fue así que se consolidó como la mujer más deseada del cine mexicano, uno de los máximos símbolos sexuales. En ocasiones también la llamaron “la mujer perfecta”, pero ella pedía que no la llamaran así, pues pensaba que solamente los hombres la veían de esa forma.
Lilia pensaba que si aceptaba algún día posar sin ropa, ese sería el fin absoluto de su carrera como actriz y bailarina, pues dejaría de ser deseada por su público ya que les permitiría ver todo de ella.
La actriz nunca se arrepintió de estas decisiones, inclusive cuando ya se había retirado del mundo del cine, pues de esta forma amagó una pequeña fortuna con la que pudo vivir cómodamente.
El principal atractivo de la protagonista de La vida no vale nada fueron sus piernas, motivo por el que en 1957 las aseguró por 100 mil pesos mexicanos. Cada 20 años pagaría una póliza para que, en el momento en que dejaran de ser la parte más importante de su cuerpo para obtener un papel, no tuviera que sufrir económicamente por su culpa.
Lilia Prado se retiró por completo de los reflectores en 1989 con la película Tres veces mojado y, luego de 17 años alejada de los medios, murió de un paro cardiaco a los 78 años en la Ciudad de México.