La muerte de Francisco Villa a la edad de 45 años fue un suceso sorpresivo para la sociedad de principios del Siglo XX. Su fortuna y astucia en innumerables batallas de la Revolución mexicana hicieron pensar que su existencia se prolongaría más allá de las cinco décadas. No obstante, el 20 de julio de 1923 falleció en medio de un atentado en Parral, Chihuahua.
Existen diversas crónicas de la época que han relatado cómo fue el instante en que el general revolucionario murió. No obstante, el escritor Paco Ignacio Taibo II, en su biografía del personaje, es uno de los autores que ha puesto mayor empeño en investigar y reconstruir cómo fueron los últimos días en la vida del Centauro del Norte.
Después de haber librado tantas batallas, y ante la tensión política que imperaba en el territorio mexicano, los rumores en torno a un posible asesinato del general Villa comenzaban a tomar mayor fuerza. Incluso, aunque poco quiso comunicarlo a su círculo más cercano, el propio Francisco ya sospechaba sobre un atentado en su contra.
El 14 de julio de 1923, Villa decidió abandonar su fortaleza en la Hacienda del Canutillo para atender algunos asuntos pendientes en la ciudad de Parral, Chihuahua. El viaje lo realizó a bordo de un automóvil Dodge Brothers en compañía de una reducida escolta. No obstante, antes de partir, instruyó a su ahijado Piñón, quien era administrador de la hacienda, para preparar su regreso y prevenir el atentado.
Su primera parada la hizo en Río Florido y Villa fue el encargado de bautizar al hijo recién nacido del general José E. García. Al día siguiente continuó con su camino y pudo llegar a la ciudad de Parral, Chihuahua, donde se instaló el 18 de julio de 1923.
Una de las primeras cosas que hizo fue enviar una serie de cartas a las mujeres con quienes había sostenido relaciones sentimentales. No obstante, destacó la misiva dirigida a Esther Cardona Canales, pues en el documento señaló una herencia al asegurar que “yo presiento mi muerte y veo que te haré mucha falta”.
Ese mismo día recogió dinero del banco de Parral para pagar los salarios de la Hacienda del Canutillo y al día siguiente visitó el hotel Hidalgo. El edificio había sido un regalo que Rodolfo Alvarado regaló al Centauro del Norte y se encontró a nombre de Manuela Casas, una de sus amantes con residencia en la ciudad de Parral. En la charla con el administrador José Miraso, Villa sugirió una serie de adecuaciones a la instalación.
Por la tarde, Villa, Miguel Trillo y un par de escoltas caminaron desde el hotel hacia el hogar de Manuela Casas. Su marcha desfiló frente al lugar donde se apostaron los perpetradores del asesinato, aunque no se atrevieron a disparar, supuestamente, por la presencia de un grupo de niños que se cruzó en la ruta.
Esa noche, Villa durmió en el hogar de su amante. Así, despertó muy temprano el 20 de julio, tomó un baño de tina y se afeitó. Su desayuno consistió en huevos estrellados, un chile verde con queso, frijoles, tortillas de maíz y café de olla. Después de tomar sus alimentos se dispuso a jugar con el hijo que tuvo con Manuela y después salió de la casa.
La vestimenta que Villa decidió usar ese día consistió en un pantalón recto de color gris, camisa a rayas, mitazas del color del cuero natural y un revolver calibre .45. Antes de abandonar el inmueble, según relató Taibo, un cochero le pidió no irse porque estaban planeando un atentado, aunque Villa ignoró la petición.
El Centauro del Norte decidió tomar el volante del Dodge Brothers. Miguel Trillo viajó a su lado y resguardó el maletín con el dinero. En tanto, el chófer viajó en el estribo del asiento. En las filas traseras se sentó el resto de la escolta y los asistentes. Una vez acomodados emprendieron la marcha.
Eran las 7:50 de la mañana cuando el automóvil pasó por la calle Juárez y giró en la vialidad Gabino Barreda. En ese instante, Juan López Sáenz Pardo dio la señal para indicar a los asesinos que Villa era el conductor del vehículo. Mientras eso sucedió, Pancho ordenó a sus escoltas bajar del vehículo para sacar del lodo las llantas del automóvil.
Todo transcurrió con normalidad y Villa continuó con la marcha del vehículo. Apenas pudo avanzar algunos metros cuando los matones abrieron las puertas de un domicilio y descargaron sus armas en contra de Villa y sus acompañantes. Fueron 12 balazos los que terminaron con la vida del Centauro del Norte, quien no pudo librar el atentado orquestado por el diputado Jesús Salas Barraza, político supuestamente motivado por intereses del gobierno de los Estados Unidos.