La viuda de Juan Ricardo Hernández, la víctima de Pablo Lyle, se encuentra en desacuerdo con que el actor de telenovelas y cine mexicano sea deportado a México y puesto en libertad como consecuencia. Mercedes Arce considera que solamente por ser una figura pública recibe muchos tratos especiales que no merece y que podrían exentarle de cumplir su condena en forma dentro del territorio de los Estados Unidos.
Recordarás que el histrión fue condenado a cinco años de prisión y ocho años más de libertad probatoria en el país vecino, luego de asesinar accidentalmente a un hombre durante un altercado de tránsito. El hombre en cuestión se llamaba Juan Ricardo Hernández, tenía 63 años, jubilado, originario de Cuba y estaba próximo a convertirse en el esposo de Mercedes Arce, con quien se hubiera casado una semana más tarde, si no hubiera fallecido el 31 de marzo del 2019 a manos de Pablo Lyle.
La ley estadounidense y la corte le condenaron a cinco años de prisión. Una suma de tiempo que supo a muy poco para la familia de Hernández, como puede atestiguar su prometida. Ella esperaba que Lyle recibiera más años en prisión, “el máximo, que es el que le dan a alguien por esa causa”, explicó. Asegura que sigue creyendo en la justicia y que también existe un Dios divino.
Sin embargo, ahora Mercedes se enfrenta a una cubetada de agua fría, después de enterarse de que el asesino de su prometido podría volver a México y en el proceso ser librado de estar tras las rejas. A mediados de abril, el día 14 para ser exactos, las autoridades migratorias requirieron a Pablo Lyle, a travès de una orden de cooperación.
Los expertos en las leyes estadounidenses entienden y predicen que aquello es el primer paso en lo que podrìa significar su deportación a nuestro país. Las principales razones para que esto sucede así es porque la visa del actor expiró y en teoría los Estados Unidos no tendrían por qué seguir manteniéndolo dentro de su sistema judicial.
La solución sería devolverlo a su país para que dichas autoridades se hagan cargo. No obstante, lo anterior resultaría en que el Lyle quede en libertad, dado que su condena fue sentenciada por el gobierno estadounidense y no por el mexicano. La familia del fallecido Juan Ricardo podría solicitar a las autoridades mexicanas que se inicie un proceso para su condena, sin embargo, abogados señalan que eso rara vez procede.
“No es justo que haya cometido un crimen en los Estados Unidos y que lo quieran deportar para su país para que no cumpla, eso no es justo”, espetó Mercedes en el programa ¡Siéntese quien pueda! “¿Por qué razón, por qué es una figura pública? ¿Por qué es famoso eso lo hace otra persona? Tiene que cumplir”.
Además, según la viuda, por primera vez reveló que las disculpas que Pablo Lyle le dio en persona no le parecieron sinceras. No así sucedió con las disculpas que le ofrecieron los hermanos y la familia del actor. De ellos si pudo detectar mucha pena y un “lo lamento” muy sincero, ante una situación de cualquier forma irremediable.
Mercedes relató que a veces se pregunta si el actor creyó que estaba interpretando algún papel para una serie. Ya que no entiende por qué Pablo se bajó del auto con tal coraje. “Él tenía que haberle dado los primeros auxilios, pero no lo hizo. Lo dejó tirado como un perro”.
“Nos destrozó”, dice Mercedes. “Hay una madre que está llorando todas las noches que cumple el día 7 92 años, un nieto que no pudo disfrutar de su abuelo, un hijo que lo vio nada más dos años, y a mí que me dejó sola”.
La viuda de Juan Ricardo Hernández, confesó que después del altercado tuvo que dejar su trabajo de muchos años debido a la depresión y a varios episodios de ansiedad. Aún conserva las cenizas de quien pudo ser su esposo y se niega a deshacerse de ellas, a pesar de que el hijo de Juan Ricardo le ha dicho que ya es momento de soltarlas en el mar.
La deportación de Pablo Lyle a México todavía no es un hecho, ni mucho menos un resultado seguro. Las autoridades estadounidenses, en conjunto con las migratorias todavía tienen un par de juicios que llevar a cabo antes de tomar una decisión.