Imagina que el director de policía, para hacer su labor más eficiente, solicita detalles sobre los asaltos a mano armada en cierta colonia. En ellos aparece que el 80% son cometidos por personas de bajos recursos económicos, y que de ese 80%, el 98% son hombres, el 75% tienen tez morena y un 60% visten ropa holgada y gorra.
Además, el 70% de los asaltos son perpetrados después de las 9 de la noche. ¿Cuál debería ser el comportamiento racional de este director? ¿Hacer chequeos a personas que tengan aspecto de bajos recursos económicos? ¿Poner en prisión preventiva a hombres de tez morena que anden por la calle entre 9 y 12 de la noche? ¿Buscar armas en todos aquellos que traigan ropa holgada y gorra?
Aunque alguien considere el uso de esta información como un comportamiento racional, pues el director de policía estaría dando, aparentemente, un uso dirigido y eficaz de los recursos de los contribuyentes, lo cierto es que incurriría en discriminación. La discriminación es considerar que cierto rasgo o característica en una persona o grupo de personas es suficiente para arrebatarles derechos fundamentales como la libertad, la seguridad o, en los casos más deplorables, la vida.
La racionalidad sólo tiene sentido si está claro el para qué la utilizamos, la racionalidad es un instrumento, no es una finalidad en sí misma. No hay nada más delirante que atacar a otros porque se cree tener la razón. Si una idea o una acción contravienen al bien común o a una persona, entonces no se puede hablar de pensamiento crítico o de racionalidad, ya que estos siempre deben considerar a la sociedad y a la dignidad humana.
Resulta relativamente fácil probar lo anterior ad absurdum, viendo cómo en situaciones cotidianas los valores están por encima de otros beneficios. Por ejemplo, no nos parece extraño que una persona que tiene hijos pequeños se levante temprano para llevarlos a la escuela, siendo que le resultaría más fácil no llevarlos. Lo fácil es deseable, pero la racionalidad requiere enfocarse en valores trascendentales, pues de lo contrario lleva a sinsentidos.
Volviendo al caso del director de policía, aunque parezca que es mala idea no utilizar esos ‘datos duros’, al hacerlo se estaría tratando de evitar un probable delito cometiendo otro delito, que es discriminar, lo que es a todas luces una contradicción.
Es cierto también que este caso hipotético del director de policía es muy simple, se le pueden añadir muchos detalles que complicarían infinitamente la decisión del director, pero el objetivo de dicho ejemplo no es lograr la justicia en una colonia inexistente, sino puntualizar la importancia de que la racionalidad debe moverse siempre en un marco valoral, con una finalidad ética.
¿Y podríamos estar equivocados en los valores que seleccionemos como los más importantes? Sí, sobre todo si lo hacemos de manera individual, pues la manera más lógica de elegir lo mejor para todos es el diálogo. No es importante sólo lo que nosotros pensemos, sino también lo que piensen los demás, ya que excluir o descartar a otros por la forma en que piensan, es también discriminación. Por ello, no es suficiente con preocuparnos por nuestra propia racionalidad, sino que es un imperativo ético reconocer la de los otros y ayudar a mejorarla como grupo, mediante el diálogo.