Llegó el equinoccio de primavera y con ello la visita de cientos de turistas nacionales y extranjeros a las zonas arqueológicas del país para “llenarse de energía”, mientras visten con ropa de color blanco.
Aunque es una tradición que por décadas se ha seguido en México, la verdad detrás de la “carga de energía” al pie o cima de las pirámides podría decepcionar a muchos.
Cada año ocurren dos solsticios y dos equinoccios, los cuales marcan las estaciones y cambios de clima. El equinoccio hace referencia a que el día y la noche durarán lo mismo (12 horas) en todo el mundo, de ahí su nombre, pues euqus significa igual y el vocablo nox, significa noche. Con el paso de los meses, la duración del día y la noche va cambiando debido a la ubicación de la Tierra en su órbita alrededor del Sol.
La creencia popular es que al haber un equilibrio entre el día y la noche durante el equinoccio, los humanos pueden hacer lo mismo para encontrar el equilibrio entre sus pasiones y debilidades de modo que puedan fortalecer la mente y el cuerpo.
Es posible llenarse de energía con el sol del inicio de la primavera
De acuerdo con la especialista Rosalba Delgado de la Universidad Autónoma de México (UAM), desde hace más de diez años se tiene la creencia de que en los centros ceremoniales prehispánicos los indígenas del México precolombino acudían a los templos a realizar rituales encaminados a “cargar energía”, principalmente si subían a la cima de los mismos.
Debido a ello, se inició una campaña publicitaria a nivel nacional para que la gente acudiera a las zonas arqueológicas con esa finalidad; sin embargo, es una creencia sin sustento científico y que solamente ha puesto en peligro el patrimonio.
Explica en su texto Equinoccio de primavera: Mitos y Realidades que, si bien existen construcciones que han sido identificados como observatorios astronómicos y se plantea que algunos fueron construidos para que el astro Rey, la Luna o alguna otra estrella pasara por determinados puntos, y existía un amplio estudio de la astronomía, están alejados de la idea actual de “cargarse de energía”.
Esa creencia es moderna y surgió del New Age, en la década de los años 70 en Estados Unidos, asociada a protestas en contra del gobierno de ese entonces por la guerra de Vietnam, así como del estilo de vida hippie que buscaba encontrar una conexión la naturaleza, la paz y el amor, que concluyó en una mezcla de filosofía que poco tiene que ver con los mesoamericanos.
“Año con año, las zonas arqueológicas del país, se ven invadidas por centenares de personas en el ya multicitado día, éstas no están ávidas de interés de conocer las culturas que nos antecedieron, sino que, llevados por su ignorancia y por ser incapaces de enfrentar sus problemas y temores, van a estos lugares en busca de ‘sanaciones’ y supersticiones”, castigó la especialista de la UAM.
Lejos de ser lugares para llenarse de energía, las sociedades mesoamericanas trataban de llevar un registro exacto de los fenómenos astronómicos, habiendo construido observatorios en algunos centros ceremoniales, siendo los más famosos Chichén Itzá, en Yucatán y Monte Albán en Oaxaca, donde estudiaron a los astros para elaborar calendarios, que en algunos casos se ha dicho, son más preciosos que los europeos.
Algo que sí hacían en marzo, durante el llamado Tlacaxi-pehualixtli, que significa Renovación de la Tierra, eran ceremonias religiosas para anunciar el “renacimiento de la naturaleza y el comienzo de los trabajos agrícolas”, para que los dioses los bendijeran con cosechas ricas y alejaran a los desastres naturales.