Cada 18 de marzo se celebra el Día de la Expropiación Petrolera. En 1938, el ex presidente de la República Mexicana, Lázaro Cárdenas del Río, con un discurso en la radio, le dijo a toda la nación que había llegado el momento de frenar la actitud de las compañías petroleras extranjeras y velar por los intereses del país.
Desde Palacio Nacional, como parte de su informe de gobierno, el mandatario condenó a las empresas extranjeras, quienes se habían negado a pagar lo exigido a sus obreros. La situación, llevó al Ejecutivo a “buscar en los recursos de nuestra legislación un medio eficaz que evite, definitivamente, para el presente y para el futuro, el que los fallos de la justicia se nulifiquen o pretendan nulificarse por la sola voluntad de sus partes”.
Fue así, que esto lo llevó a expedir el decreto de la Expropiación Petrolera, que consistía en la apropiación del petróleo que estaba en manos de empresas extranjeras, para convertirlo en un bien de la propiedad de mexicanos y mexicanas.
Manifestó, que no era suficiente alcanzar la justicia consiguiendo los procedimientos de ejecución de sentencia de las leyes, pues “la substracción de fondos verificada por ellas con antelación al fallo del Alto Tribunal que las juzgó” impedía que el procedimiento se llevara a cabo con eficacia, y que todo aquello alargaría una situación que era urgente resolverse.
Dijo, que de no actuarse con firmeza, las empresas petroleras pondrían toda clase de obstáculos para frenar al gobierno, y que sus acciones afectarían la producción de petróleo, que era el núcleo de muchas industrias en México, como la del transporte. El país entraría en crisis ante una baja producción, afectando la paz de la nación y “la vida bancaria, la vida comercial en muchísimos de sus principales aspectos, las obras públicas...” y hasta la existencia del propio Gobierno.
El poder político se perdería y el caos en la nación se extendería. Estaba en juego la soberanía en México, los intereses de los ciudadanos de todo el país, y el interés social de los trabajadores. Lázaro Cárdenas se obligó así a aplicar la Ley de Expropiación, y someter por fin a las empresas que velaban sólo por sus propios intereses. De no hacerlo, el riesgo para la situación económica de México sería grande.
Del mismo modo, dijo que la situación requería de “demandar a la nación entera el apoyo moral y material necesarios para afrontar las consecuencias” de un problema que no había sido buscado por el gobierno ni por el país, pero que se había originado por la obstinación de las empresas y sus intereses egoístas y hasta ilegales.
En aquél discurso, el presidente contó la historia de conflicto entre los sindicatos de trabajadores y las empresas, mismo que provocó que estallara una huelga en 1937; sin embargo, por la intervención del gobierno, las compañías petroleras prometieron aumentar los salarios y mejorar las prestaciones, y el Sindicato de Trabajadores levantó la huelga en junio.
No obstante, este acuerdo nunca se concretó por las “intransigencias de las compañías demandadas”, a pesar de las intervenciones del Ejecutivo para que se llegara a un conciliación. En palabras de Lázaro Cárdenas, siempre buscó “medios menos definitivos, y actitudes menos severas” que llevaran a una solución sin la necesidad de aplicar la Ley de Expropiación.
Se encargó de evidenciar los privilegios económicos que gozaban las empresas, pues éstas siempre argumentaban que su presencia en el país no traía más que beneficios. Cárdenas dijo que no había hospitales cerca de las petroleras, ni escuelas ni centros sociales; tampoco obras de saneamiento de agua, lugares para hacer deporte, ni plantas de luz, por lo que su tesis era completamente exagerada.
Hizo un llamado a la nación para salvar la economía de México de las afectaciones económicas derivadas de la aplicación de la Expropiación. “Es preciso que todos los sectores de la nación se revistan de un franco optimismo”, manifestó, para que los trabajadores de todo México realizaran una mayo actividad económica y el esfuerzo de los ciudadanos ayudaran al proceso de transformación.
Así fue como Lázaro Cárdenas se vio obligado a decretar la expropiación de los bienes destinados a la producción de petróleo en México, y de esta forma, devolvérselos a los ciudadanos de todos el país.