Las manos de Renata Jiménez tiemblan y su mirada refleja angustia al recordar aquella tarde de 2017 cuando al regresar a su casa tras un día de clases en la preparatoria, en uno de los vagones del Metro de la Ciudad de México un hombre de entre 35 y 40 años le lanzó piropos vulgares para posteriormente mostrarle sus genitales sin consentimiento alguno.
La incomodidad que dicha situación generó para Renata la orilló a cambiarse de lugar entre la multitud de gente que parecía no ver -o ignoraba- el acoso que padecía. Al momento de llegar a su estación destino, el tiempo corrió más lento y el miedo se apoderó de la joven cuando su agresor se paró detrás de ella en lo que el convoy se detenía.
Fue justo al descender cuando la adolescente se percató de que, pese a que el hombre que la acosó no la tocó ni la seguía, sobre su mochila había restos de semen. “Desde ese día prefiero llegar tarde antes de subirme a un vagón mixto”, recordó Renata Jiménez.
Y es que, si bien el acoso sexual tiene múltiples formas de manifestarse, el transporte público en México se ha vuelto un nido de agresores para las mujeres que diariamente recurren a dichos medios para trasladarse a sus hogares o respectivos centros de estudio o trabajo.
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2019 en la Ciudad de México el 96% de las mujeres fueron víctimas por lo menos una vez de algún acto de violencia en el transporte público, puntualizando que en 9 de los 10 casos quien agrede son hombres.
Asimismo, datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) de 2016 señalan que el 66.8% de las mujeres consultadas en aquel entonces declaró haber sido víctima de acoso sexual en el transporte público a lo largo de los 12 meses anteriores a dicho ejercicio.
Ya sea en el Metro, camiones, combis, taxis, suburbanos, Metrobús o cualquier otro medio de transporte público, diariamente y, en mayor o menor medida, las mujeres mexicanas son víctimas de agresiones que van desde piropos o frases de carácter sexual, toma de fotografías o videos y hasta tocamientos o “manoseadas”.
Según lo expuesto por el Cuaderno de Investigación número 54 del Senado de la República, en 2017 las agresiones sexuales más recurrentes al interior del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro fueron tocamientos, toma de foto o video sin consentimiento, muestra de genitales, fricción de genitales y majaderías sexuales.
De dichos casos reportados, únicamente el 32% abrió una carpeta de investigación por acoso sexual, mientras que solo el 2% denunció ante un juzgado cívico o presentó una queja. No obstante, en el 64% de los casos la víctima desistió de presentar una denuncia.
El Gobierno de México señaló en una publicación de junio de 2022 que el acoso sexual en los espacios públicos es una de las manifestaciones más frecuentes y normalizadas de las violencias en contra de las mujeres y niñas.
A través de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano se apuntó que dicha conducta además de constituir un delito trasgrede el bienestar físico, psicológico, familiar, laboral y social de las víctimas.
“La violencia y el acoso sexual representan uno de los problemas sociales más grandes en nuestro país y afecta principalmente al desarrollo integral de las mujeres”, se lee en la publicación del Gobierno de México.
Ante dicha problemática el Senado de la República aprobó por unanimidad una reforma a la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la cual tipifica el acoso sexual en contra de las mujeres en el transporte público.