El pasado martes 21 de febrero el ex secretario de Seguridad Pública de México, Genaro García Luna, fue declarado culpable de cuatro cargos de narcotráfico y uno por falsedad de declaraciones en un juicio celebrado en Nueva York que se prolongó más de cuatro semanas.
Desde el arranque del proceso, la periodista y escritora Anabel Hernández, que ha tenido una relación particularmente estrecha con el caso del ex funcionario, pues en 2010 fue el responsable de ordenar su muerte junto con otros policías para silenciarla, se encontraba entre el grupo de periodistas que tuvieron acceso a la Corte de Distrito Este de Nueva York.
“El veredicto también dejará una profunda huella en mí. Será el epílogo de más de 14 años de investigación periodística sobre García Luna y su grupo criminal. Inicié cuando él se encontraba en el pináculo del poder y se creía intocable. Lo desafié a él y a su sistema, revelando su corrupción y sus nexos con el narcotráfico”, señaló la reconocida periodista en su última columna para el medio internacional Deutsche Welle.
La escritora del libro Los Señores del Narco aseguró que desemascarar a uno de los cómplices más importantes del Cártel de Sinaloa y el Cártel de lo Beltrán Leyva significó poner en riesgo su vida y la de su familia.
De acuerdo con la periodista, a las ocho cincuenta de la mañana llegó a la sala 8D el abogado César de Castro, quien encabeza la defensa de García Luna: “Algunos periodistas lo saludan, le preguntan sobre cuál espera sea el veredicto. Se encoge de hombros, como quien no le va la vida en ello: ‘No lo sé”,
Minutos antes de las nueve de la mañana llegó la joven fiscal Saritha Komatireddy. “De Castro intenta hacerle conversación, pero Komatireddy le responde con desinterés. Se queda absorta clavada en la silla, como quien sabe que este será uno de los exámenes más difíciles en toda su carrera.”
A las nueva cuarenta y cinco llegó Linda Cristina Pereyra, de acuerdo con Hernández, “con su ya tradicional cara inexpresiva (...) La acompaña su hija Luna con impermeable amarillo y su hijo, con chamarra de un verde grisáceo, el chico del jefe policíaco me observa con enojo”.
Al mediodía, luego de que en un salon privalo el jurado pasara la mañana deliberando, se declaró un receso para almorzar. Según la periodista en la cafetería de la Corte, “me topo con la mirada incesante de la esposa de García Luna, quien está sentada frente a mí en otra mesa, acompañada de sus hijos y abogados. Me mira como quien encuentra mi presencia como una ofensa”.
“Es muy posible que este día sea la última vez que me tope con ella cara a cara. La primera vez que supe de su existencia fue cuando leí su nombre en la licencia de construcción de aquella ostentosa y costosa mansión que estaba construyendo García Luna en 2009 en el lujoso fraccionamiento de la Ciudad de México, Jardines en la Montaña”, amplió Hernández.
Pocos minutos antes de las dos de la tarde, volvieron a llamar a la sala 8D, donde se informó que el jurado tenía nuevas preguntas para poder continuar con sus deliberaciones: querían que se le proporcionara los testimonisos de Jesús “Rey” Zambada García, hermano del líder del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada.
Instantes después entraron a la sala los marshals que custodian a García Luna y detrás de ellos el ex secretario vestido con traje oscuro, camisa azul y corbata color vino. “Sonríe somo si estuviera en un carnaval, junta las comisuras de los labios y manda besos a su esposa e hijos al igual que ha hecho durante todo el juicio muchas veces de manera posada, como el rol fingido de policía bueno”.
A las dos y cuarto de la tarde, sin embargo, el juez Cogan volvió a señalar que la corte entraba de nuevo en receso de mientras el jurado seguía deliberando. Quince minutos después, al correo electrónico de la periodista le llegó un mensaje compuesto de una sola palabra: “veredicto”.
“Cuando entran de nuevo los marshals con García Luna, quien también entiende que la hora final llegó. Se ve angustiado, con el rostro enrojecido, ojos asustados. Bebe un sorbo de agua, quizá con la esperanza de hacer el trago menos amargo”, relató la comunicadora.
Después de que el juez Cogan leyera el veredicto cargo por cargo, menciónandolo culpable en los cinco que pesaban sobre él, “los marshals se llevan a García Luna a la prisión, echa un último saludo a su familia. Ya no hay besos ni sonrisas, solo una mano que se lleva al pecho con el rostro descompuesto”.