Fabián Cháirez, pintor originario de Chiapas, México, sembró la polémica en el año de 2019 al realizar una obra donde podía verse al Caudillo del Sur, Emiliano Zapata, con características femeninas muy contrarias a su imagen masculina habitual.
La pintura, llamada La Revolución, muestra a un Zapata que viste un sombrero de color rosa y que calza un par de pistolas que dan forma a sus zapatos. Del mismo modo, una bandera rodea su cintura desnuda. El caudillo está montado en un caballo con una evidente erección.
La imagen femenina de un héroe histórico continuamente relacionado con la masculinidad, tocó fibras sensibles del nacionalismo de muchos. La discusión, primero encapsulada en las redes sociales y los medios de comunicación, se dividió en dos claros bandos que defendían su postura.
Por un lado, los simpatizantes de Cháirez abogaban por la libre expresión y el talento del pintor, argumentando que el arte tenía que incomodar y comunicar. La pintura era, precisamente, un comentario y una crítica sobre la masculinidad y el machismo mexicano.
Por el lado de sus detractores, estaban aquellos que admiraban la historia del revolucionario. Seguidores de la figura de Zapata que pusieron sobre la mesa la importancia de no tocar de esa forma la imagen de un personaje tan importante, considerando el ser femenino como una ofensa.
Un ejemplo de lo que se decía en los medios de comunicación al respecto fue lo dicho en el programa Dispara, Margot, Dispara, conducido en ese entonces por Horacio Villalobos, Sergio Zurita y Claudia Silvia, cuando la invitada Avelina Lésper, conocida crítica de arte famosa por sus ácidas quejas entorno al arte contemporáneo y conceptual, dijo “Causó mucha polémica, ¿sabes a mí que me causa polémica? Que hayan colgado una pintura tan mala (...) Puedes pintar lo que sea, pero debes pintarlo bien. Esa pintura es malísima”.
Sin embargo, esta discusión virtual fue más allá de los tuits y los intercambios de argumentos -muchas veces no civilizados- escritos. El día 10 de diciembre de aquel año, manifestantes en contra de la pintura se dieron cita en el Palacio de Bellas Artes, donde se exhibía La Revolución como parte de una exposición artística llamada “Zapata después de Zapata”.
Los manifestantes, que eran campesinos miembros de organizaciones afectas al revolucionario, como la Unión de Trabajadores Agrícolas (UNTA), exigían que la pintura fuera retirada de Bellas Artes, pues consideraban que la obra denigraba al caudillo y al palacio mismo. Fueron gritos y consignas de todo tipo.
La situación se descontroló cuando el grupo rival, aquel que simpatizaba con Fabián Cháirez y su obra, apareció en el Palacio de Bellas Artes para defender también su postura. Se trataba de miembros de la comunidad LGBT+ que trataron de explicar a los manifestantes el significado de la pintura.
Fue imposible entablar un diálogo, pues los hombres y mujeres que estaban en contra del trabajo del pintor, quien también forma parte de la comunidad LGBT+, comenzaron a lanzar gritos homofóbicos, y aquello se convirtió en una batalla campal no sólo de ofensas, sino de agresiones físicas.
En algún punto de la discusión, aparecieron los golpes. Los admiradores de Emiliano Zapata arremetieron contra el grupo contrario, formado mayoritariamente por jóvenes. En videos y fotos que todavía pueden encontrarse en las redes sociales, se pueden ver a los atacantes golpeando a algunos muchachos a las afueras del Palacio de Bellas Artes, muy cerca de la Alameda Central.
Tras el enfrentamiento, la conversación en las redes y los medios continuó, añadiendo a la disputa el fatídico hecho. Esta situación, lejos de empeorar el prestigio de Chairéz, hizo que el valor económico de la pintura “La Revolución”, se triplicara.