El Museo del Templo Mayor publicó los resultados de un detallado estudio cuyo objetivo fue conocer la paleta de colores que tenía el relieve de la pieza de Coyolxauhqui, diosa de la luna de los mexicas. Las conclusiones, cuyo procedimiento no significó ningún daño para la pieza, fueron que el rojo, el ocre, el blanco, el negro y el azul eran sus tonalidades originales y formaban parte de la anatomía de la pieza.
Los pigmentos son el resultado de la utilización de sustancias naturales como la hematita, la goetita, la calcita, las hojas de añil y la paligorskita. En la foto que ilustra el descubrimiento, publicada en la cuenta de Twitter oficial de El Templo Mayor junto al hashtag #Coyolxauhqui45, podemos ver el color azul en la indumentaria de guerra de la diosa, el ocre en su cuerpo destazado y el negro en su cabello.
El rojo descubierto en la rescontrucción de los colores originales simboliza los chorros de sangre y las heridas provocadas por la batalla contra su hermano Huitzilopochtli, el blanco en el cráneo que adorna su espalda y en algunos caracoles que porta en los tobillos, y nuevamente el azul en sus ojos y pezones como muestra de divinidad. El proceso del estudio que llevó a conocer las verdaderas tonalidades comenzó con el diagnóstico de grietas y manchas en la pieza; y la detección de la policromía también se enfocó en los huecos y en los recovecos de los relieves.
El descubrimiento de la emblemática pieza ocurrió el 21 de febrero de 1978 durante la jornada laboral de trabajadores de la actualmente extinta Luz y Fuerza, quienes excavaban el sótano de una librería del Centro Histórico. Dicho suceso cumplirá 45 años a finales de mes, de ahí el hashtag promocionado por el museo. Encontrar el monolito fue un parteaguas para la riqueza cultural de la nación y el conocimiento de lo que habita en el subsuelo no sólo de la Ciudad de México, sino de todo el país.
La pieza de Coyolxauhqui significó tanto para la ciudad que fue la causante del hallazgo del Templo Mayor, de la apertura del museo 9 años después, de la destrucción de decenas de edificios coloniales y del inicio de un ciclo de nuevas excavaciones cuyo fin fue encontrar más piezas importantes para la historia de las civilizaciones antiguas que habitaron México hace 500 años. Se trató de un terreno fértil para que los arqueólogos mexicanos desarrollaran su profesión.
El monolito ilustra a la diosa mexica Coyolxauhqui asesinada por su hermano mayor Huitzilopochtli, quien armado con la xiuhcóatl, un arma letal y legendaria que la historia identifica como un poderoso rayo del sol, vengó el intento de asesinato de Coatlicue, su madre embarazada y diosa de la tierra. El enfrentamiento de estos dos protagonistas de la mitología mexica es apenas una de las muchas leyendas que forman parte de nuestra herencia precolombina. Según los mitos, la diosa de la luna fue líder de un grupo rebelde conformado por sus hermanos “Los 400 surianos”
La pieza fue en su momento una especie de alerta para los adversarios del imperio mexica. Se hallaba instalada en las faldas del las escalinatas del edificio principal de La Gran Tenochtitlán, cuya cima estaba coronada por los templos dedicados a Tláloc y a Huitzilopochtli. Los enamigos miraban desde arriba el monolito de Coyolxauhqui antes de su fatídico final.
La piedra, que podemos ver en las instalaciones del Museo del Templo Mayor, tiene a simple vista el color del paso del tiempo, sin embargo, con el descubrimiento, somos capaces de conocer los pigmentos reales que alguna vez formaron parte de ella y que la dotaron de iconicidad.