Como si fueran personajes de una novela, la vida personal y los secretos más íntimos de los caudillos de la Revolución Mexicana siempre han sido objeto de interés entre el público mexicano. Y uno de esas célebres figuras que despiertan curiosidad es El Caudillo del Sur, Emiliano Zapata.
De acuerdo con diversas fuentes históricas rescatadas a lo largo de los años, el autor del lema “Tierra y libertad” tuvo al menos una decena de mujeres, con las que engendró cerca de 15 hijos. No obstante, a quien más amó fue una con quien pasó la última tarde antes de ser asesinado en 1919.
Se trata de Gregoria Zúñiga, con quien Emiliano Zapata tuvo al menos un hijo. Para Goyita, como se le conocía, el Jefe Zapata era el amor de su vida, a quien acompañó en aquella emblemática reunión que sostuvo con Pancho Villa en la Ciudad de México a finales de 1914. Así lo relató en una entrevista para el luchador social brasileño Francisco Julião, en 1973.
Doña Gregoria y Emiliano Zapata se conocieron cuando, en 1912, el caudillo fue a casa de don Manuel Zúñiga y se robó a una de sus hijas, quien murió a los pocos meses a causa de una picadura.
“Zapata nos cogió [...] nos conoció [se refiere a ella y a su hermana Luz] en el rancho, desde que llegamos, y decía: “que bonitas muchachas tiene ese viejito [su padre, don Manuel Zúñiga]; que bonitas muchachas tiene, tiene buenas pollitas”. Ahí jué donde empezó, por [ser nosotras] pollitas, a frecuentar la casa [...]”, relató en aquel entonces.
Fue a Luz, la hermana gemela de Gregoria, a la primera que se llevó. No obstante, al poco tiempo fue mordida por una serpiente y falleció. “La enterraron, pero Zapata se había encariñado tanto con ella que decidió robarse a la otra gemela”, se lee en el libro Las compañeras de Zapata, de Felipe Ávila.
De acuerdo con un artículo de Laura Espejel, publicado en la Revista Con-temporánea del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Gregoria contó para Julião en la década de los 70 que Zapata regresó a su casa tras la muerte de su hermana, la enamoró a ella, “quien se resistió un poco”, para luego ceder y ser robada por el revolucionario.
Por su parte, Doña Gregoria también contó cómo fue la última tarde que pasó junto al Caudillo del Sur. De acuerdo con el testimonio de la mujer enamorada, como la describe Francisco Julião, Zapata llegó a Tepalcingo el viernes de Dolores, 9 de abril, junto a Jesús Guajardo, quien fue su asesino.
Goyita también estaba en aquel pueblo, se tuvo que esconder porque había sido perseguida por las tropas de Pablo González, así como por otros soldados que habían traicionado a Zapata.
Pero, al arribo de Emiliano éste desconocía donde estaba su amada, por lo que preguntó y al no obtener respuesta, aprehendió al presidente municipal, Leobardo Flores junto a Eutiquio Pérez, a quienes iba a fusilar. Sin embargo, antes de cometer el asesinato, llegó un hermano de Goyita a decirle que no la habían denunciado y que estaba viva.
Doña Gregoria reveló que las primeras palabras que el Jefe Zapata le dijeron al verla fueron: ““¡Quiúbole!... Ay mi Chinaca, me contaron tantas versiones que ya decía yo ¿es posible que yo a esta mujer ya no la vuelva a ver? que es la única que tengo”.
La última mujer de Zapata confesó que en su última plática, el líder del Ejército Libertador del Sur le confesó que ya quería dejar la vida de lucha y volver a “la vida privada”. El caudillo quedó con ella de verse al día siguiente en un punto del cerro donde se frecuentaban. Le dio algunas monedas de oro y se fue.
El sábado 10 de abril de 1919, Zapata viajó de Tepalcingo a Chinameca, donde le tendieron una emboscada y fue asesinado. Goyita lo espero por varios días con la ilusión de su encuentro. Días después se enteró de que lo habían matado.