Hacia 1915, el comandante de la División del Norte atravesaba por un momento complicado durante la guerra de Revolución que sufrió México desde el derrocamiento de Porfirio Díaz.
Luego de tener que dejar la gubernatura de Chihuahua en 1914, José Doroteo Arango Arámbula —mejor conocido como Pancho Villa— estaba inmerso en constantes batallas con las tropas carrancistas, al mando de Álvaro Obregón.
Sin embargo, a él llegó una oferta que pudo haber cambiado el curso de la guerra. Se trataba de un vehículo militar naval proveniente de Estados Unidos: un submarino de guerra.
En aquellos tiempos, cuando el ejercito convencionalista —liderado por él y Emiliano Zapata— fue sacado de la Ciudad de México y Venustiano Carranza asumió el control del Poder Ejecutivo, le llegó una carta a Villa directo desde Washington, Estados Unidos.
El remitente era Enrique Lorente, entonces responsable del departamento de Agencias Comerciales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, del gobierno de Carranza.
“Mi querido general. Dirijo a Ud estas líneas para informarle que se nos ofrece en venta un submarino propiedad de uno de los mejores astilleros del país, que por su capacidad como su armamento pudiera ser de grandísima utilidad a Ud, para reducir a los cañoneros nuestros aún no sometidos al gobierno y evitar la introducción del parque a Veracruz y otros puertos del Golfo en poder de Carranza”, decía la carta, de acuerdo con una publicación México Desconocido.
En el documento, el político mexicano desde EEUU envió fotografías del navío, dio especificaciones de la maquinaria, así como de su alcance en batalla. “Adjunto a la presente una fotografía del submarino en cuestión y los datos relativos a dimensiones, armamento, velocidad, maquinaria, sistema de ventilación, etcétera, para que pueda darse mejor idea del asunto”, continuó.
También, el diplomático especificó el costo del buque militar y su ubicación, además de los compromisos que asumía el vendedor con su posible cliente, en medio del conflicto armando en México.
“El precio del barco puesto en Cayo Hueso, Florida, es de 340 mil dólares, incluyendo en él nuevas baterías y demás gastos de conducción a Cayo Hueso”, expresó.
“Se me informa que sólo las baterías tienen un valor de 26,000. La compañía dueña de este submarino se compromete a hacer los experimentos necesarios para demostrar su perfecto estado y sus cualidades de navegación, antes de cerrar trato alguno; y se compromete también a instruir en el manejo del submarino a la tripulación que se mande para recibirlo, o puede, en último caso, suplir la tripulación para conducirlo a puerto mexicano”.
Con respecto a las capacidades militares, el informante detalló que la nave estaba habilitada con tres tubos lanza-torpedos, “dos a babor y uno a estribor”, así como espacio para dos torpedos más.
Reveló que sus velocidades sobre la superficie y bajo el agua era de ocho y seis nuevos y medio, respectivamente. “El combustible es gasolina, que está contenida en tanques especialmente construidos para impedir cualquier accidente y que se encuentran colocados en los fondos del submarino”, se explicó.
“En el documento adjunto encontrará Ud. estos con otros datos de importancia, que necesitan considerarse muy detenida y cuidadosamente”, expuso; no obstante lanzó una advertencia más:
“Se me ha ocurrido que el precio del submarino es bastante crecido para que, dada nuestra situación económica, pudiéramos adquirirlo, pero no he querido dejar de poner en su conocimiento el asunto para que sea Ud. el que lo resuelva”, finalizó Enrique Lorente, quien también sirvió —al igual que Arango— a Francisco I. Madero en el pasado.
La historia dejó cuenta de que el navío nunca fue adquirido por el ejercito de Villa, pues los resultados durante el combate habrían sido distintos. Meses después, en 1916, los Estados Unidos reconocieron al gobierno de Venustiano Carranza y la posibilidad de adquirir armamento para Villa se volvió nula.