Uno de los personajes más destacados de la historia de México, sin duda es Maximiliano de Habsburgo, el segundo emperador de México, de origen austriaco, y quien tuvo un trágico final en nuestro país. Su nombre real era Ferdinand Maximilen Joseph Maria Von Österreich. Desde niño recibió el diminutivo de Max.
Desde temprana edad mostró fuerte interés por la poesía, la historia, y las artes, y era capaz de estudiar hasta 45 horas a la semana.
En México tuvo que sostener diversas batallas por todos los frentes, al contar con poco apoyo y simpatía en territorio nacional. Llegó a México apoyado por los conservadores, quienes querían ostentar un régimen imperial que le devolviera el poder a la iglesia, que le había arrebatado Benito Juárez. Sin embargo, el europeo demostró que su política era incluyente y resultó tener más ideas liberales, apoyando incluso a las Leyes de Reforma de Juárez. De inmediato, los mismos que lo trajeron a México, le dieron la espalda.
Su esposa, la emperatriz Carlota de Bélgica, también ha sido objeto de todo tipo de estudios, para desentrañar el carácter de una de las mujeres más emblemáticas de la historia de México. Por otro lado, Maximiliano fue un instrumento de Napoleón III, para contener la influencia que los Estados Unidos estaban teniendo en el resto de América Latina, lo que afectaba los intereses de Francia.
Fue el 28 de mayo de 1864 cuando Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota arribaron al puerto de Veracruz, a bordo de la fragata de guerra Novara. Dicen que, al ver el frío recibimiento del pueblo veracruzano, derramó lágrimas de tristeza y consternación. Por el contrario, en la ciudad de Puebla y en la capital, la Ciudad de México, los emperadores fueron recibidos con gran júbilo.
En la Ciudad de México, se instalaron en el Palacio Nacional, en donde dicen, no la pasaron muy bien su primera noche, pues además de que el recinto necesitaba varias reparaciones, su cama estaba infestada de chinches que no los dejaron dormir. Por esto, se tuvieron que mudar al Castillo de Chapultepec. Ahí, Maximiliano mandó a construir un camino que lo conectara directamente desde su nuevo hogar, hasta la sede de su gobierno en la Ciudad de México. Este lugar, en un principio, recibió el nombre de Paseo de la Emperatriz, actualmente conocido como Paseo de la Reforma.
Un dato que es poco conocido de Maximiliano, es que era un ferviente coleccionista de mariposas, insectos a los que cazaba en expediciones al interior del país, mientras su esposa Carlota, se quedaba al frente del gobierno de México.
Cabe señalar que, además, Maximiliano de Habsburgo fue el primer gobernante de México en celebrar el Grito de Dolores Hidalgo, Guanajuato, sitio en el que se inició la lucha por la Independencia de México. Los historiadores y cronistas dicen que el emperador acudió vestido de charro en un claro alarde de patriotismo, o con la intención de conectar con el pueblo reunido para verlo.
Maximiliano se mostró paternal y caritativo con las clases más bajas del país, a las que estuvo dispuesto a ayudar, aunque no lo logró en su mayor parte. Una de las iniciativas más sonadas a favor de los más necesitados ocurrió cuando se negó a que la iglesia recuperara su poder de antaño.
Además, prohibió castigos físicos y se aseguró de que los trabajadores recibieran su paga en monedas. Asimismo, limitó las horas de trabajo, evitando de esta manera los abusos por parte de los patrones.
Maximiliano de Habsburgo murió en la ciudad de Querétaro, en el Cerro de las Campanas, el 19 de junio de 1867. Mientras era conducido por un fuerte dispositivo de tropas de seguridad al lugar de su ejecución, dijo que aquél era “un bello día para morir”. Antes de ser fusilado, sus últimas palabras fueron: “Voy a morir por una causa justa, la de la Independencia y la libertad de México. Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria. ¡Viva México!”.