En octubre del año pasado la Secretaría de la Marina (Semar) decomisó más de ocho toneladas de cocaína y metanfetamina ocultas en botellas de shampoo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
Un mes antes, en septiembre, con ayuda de binomios caninos, las autoridades del AICM detectaron una tonelada de metanfetamina (cristal) oculta y distribuida en botes de plástico. Y en junio, las autoridades federales detectaron un cargamento de 23.65 klogramos de ropa impregnada con cocaína en las instalaciones del aeropuerto.
La alta frecuencia de incautaciones en el AICM refleja que los narcotraficantes siguen tratando de utilizar el aeropuerto como infraestructura de trasiego de droga (particularmente cocaína) y dinero. Aunque el volumen de lo decomisado suele ser en realidad una pequeña cantidad si se compara con el total de volumen traficado.
Para ese modelo logistico de trasiego ilegal de enervantes, necesariamente tienen que exisitir redes de complicidad entre las fuerzas de seguridad que vigilan el aeropuerto y los narcos.
Sin embargo, de acuerdo con lo advertido por el analista de seguridad Alejandro Hope, esa realidad pudiera cambiar en un futuro no lejano.
Hasta hace no mucho, traficar drogas a través del aeropuerto implicaba largas redes de distribución, triangulación del transporte en hubs aeroportuarios y un ecosistema de protección a lo largo de la cadena. Dicho modelo, a su vez, está determinado por el volumen de la droga traficada, la distancia entre las zonas de producción y los centros de consumo y la relativa facilidad para detectar la droga.
Todo ello implica necesariamente dar muchos pasos con muchas personas y contar con muchos protectores. No obstante, con el caso de las drogas sintéticas, particularmente el fentanilo, la lógica cambia por completo.
Enervantes sintéticos como la metanfetamina o la cocaína pueden producirse en casi cualquier lugar y ocupan un volumen mucho menor. De acuerdo con algunas estimaciones, la demanda anual de fentanilo en los Estados Unidos se podría cubrir con menos de 10 toneladas; algo muy diferente al caso de la cocaína, pues para tal empresa hipotética se requerirían más de 300 toneladas.
Tampoco son fáciles de detectar con los sistemas prevalecientes. Y a todo ello se suma el avance de varias tecnologías —la navegación anónima por internet, las criptomonedas— que puede llevar a una desintermediación de los mercados de esas drogas.
Es más fácil hacer llegar los productos ilegales a sus consumidores finales, sin pasar por una larga, compleja y vulnerable red de distribución. Se puede mandar mucho fentanilo por paquetería, sin que nadie se dé cuenta. Eso genera otro tipo de problemas, pero ese modelo de organización industrial requiere de dosis mucho menores de corrupción en la red de transporte.
El decomiso de fentanilo en México desde que comenzó la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, en diciembre de 2018, supera en un 1.000% al del periodo equivalente anterior.
“De fentanilo, es un 1.079 % más en comparación con lo que se tenía de aseguramientos en la administración anterior. Así, se hace un total de 6 mil 273 kilogramos de fentanilo, considerando lo que se ha hecho ahorita en este año, que son 168 kilogramos”, dijo este martes el jefe del Ejército, Luis Cresencio Sandoval.
Estas cifras, de diciembre de 2018 a enero de 2022, se comparan con los apenas 532 kilogramos de fentanilo asegurados entre octubre de 2014 y el 30 de noviembre de 2018, cuando terminó el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018)., en medio de la presión de Estados Unidos.