El siglo XX mexicano dio lugar a diversos momentos cruciales y personajes que encaminaron el futuro del país. La revolución mexicana fue uno de los más relevantes y personajes como Emiliano Zapata y Francisco Villa pasaron a la historia por su participación activa. Los dos generales tuvieron un encuentro en 1914, en la Ciudad de México, y sostuvieron una significativa charla que quedó documentada en formato taquigráfico.
Cuatro años después del estallido de la revolución mexicana, y luego de participar en la Convención de Aguascalientes, los ejércitos comandados por Pancho Villa y Emiliano Zapata coincidieron en la Ciudad de México. El encuentro fue ampliamente significativo, así como la charla que sostuvieron en Xochimilco, donde quedó de manifiesto la postura de no ocupar la silla presidencial, así como su enemistad con Venustiano Carranza.
Fue el 4 de diciembre de 1914 cuando villistas y zapatistas coincidieron al sur de la capital. Además de los generales revolucionarios, en el acto participaron Paulino Martínez, Nicolás Zapata, hijo de Emiliano, Alfredo Serratos, el general Roque González, Amador Salazar, Alberto S. Piña, Eufemio Zapata, el general Palafox, así como el capitán Manuel Aiza, aunque los diálogos principales corrieron a cargo de Villa y Zapata.
“Siempre estuve con la preocupación de que se fueran a quedar olvidados, pues yo tenía empeño en que entraran en esta Revolución. Como Carranza es un hombre tan, así tan descarado, comprendía que venían haciendo el control de la República; y yo no más esperando”, arrancó Villa.
Por su parte, Zapata respaldó la línea discursiva enunciada por Francisco Villa. Incluso, aseguró que “ese Carranza es un canalla”. Cabe recordar que, meses antes, sus grupos se enemistaron por la decisión de Venustiano Carranza de conformar el ejército constitucionalista con Álvaro Obregón y desconocer las decisiones de la Convención de Aguascalientes, donde Eulalio Gutiérrez fue nombrado presidente provisional.
La crítica principal al ejército constitucionalista estuvo encaminada hacia su ideología y el supuesto desorden en su campaña militar. En primera instancia, arremetieron contra Obregón y Carranza por ser hombres “que han dormido en almohada blandita”, según dijo Villa, y no comprender el sentir del pueblo.
“Con estos hombres no hubiéramos tenido progreso ni bienestar ni reparto de tierras, sino una tiranía en el país. Porque, usted sabe, cuando hay inteligencia, y se llega a una tiranía, y si es inteligente la tiranía, pues tiene que dominar. Pero la tiranía de estos hombres era una tiranía taruga y eso sería la muerte para el país. Carranza es una figura que yo no sé de ‘onde salió para convertir a la República en una anarquía”, continuó Doroteo Arango.
En un breve giro, los generales recordaron el saldo de la batallas libradas en diversas regiones del país, por lo que Alfredo Serratos insinuó que el destino del país estaría mejor en sus manos. Si bien el argumento fue respaldado por los asistentes, Villa y Zapata negaron el interés por convertirse en presidentes.
“Yo no necesito puestos públicos porque no los sé lidiar (…) Yo muy bien comprendo que la guerra la hacemos nosotros los hombres ignorantes y la tienen que aprovechar los gabinetes, pero ya no nos den quehacer (…) Ese rancho está muy grande para nosotros, está mejor para allá afuera”, declaró Villa.
En tanto, Zapata se sumó a la postura y pronunció que “los hombres que han trabajado más son los menos que tienen que disfrutar de aquellas banquetas. Nomás puras banquetas. Y yo lo digo por mí, de que ando en una banqueta hasta me quiero caer”, para desvincularse del poder.
Después la conversación giró en torno a la posible respuesta militar en caso de que el ejército constitucionalista tomara fuerza en el territorio nacional. Tras unos minutos, los hombres brindaron con Cognac, aunque Villa prefirió hacerlo con un vaso de agua. La plática continuó en otro salón y después comieron “un sencillo banquete al estilo mexicano”, antes de pronunciar los discursos finales y firmar el pacto de Xochimilco.
Dos días después del encuentro, los ejércitos avanzaron hacia el Palacio Nacional, donde dieron lugar a la icónica fotografía de Villa en la silla presidencial y Zapata a su lado. Ese fue el momento cumbre de los generales al frente de sus tropas, pues fueron derrotados meses después. Los norteños cayeron en 1915, mientras que los sureños lo hicieron en 1916.