En los últimos años, una de las peores enfermedades que ha existido a nivel mundial es la de el COVID-19, pues dejó miles de muertos en todo el mundo. Sin embargo, en México, en el pasado, se han registrado otras enfermedades que han mermado la salud de sus habitantes.
Una de estas enfermedades, que incluso fue considerada epidemia, surgió durante la época de la Colonia, que se dio de 1521, con la caída de Tenochtitlan, hasta 1821, con el término de la Independencia de México. Fue en el año de 1736 cuando el cabildo de la Ciudad de México encargó al presbítero Cayetano Cabrera y Quintero que escribiera crónicas sobre los sucesos que ocurrieron durante la epidemia que se vivía y la mortandad. Por ello, Cayetano Cabrera realizó el relato sobre lo que ocurrió en esos años, en un libro titulado Escudo de Armas de México.
El cronista concluyó que algunos fenómenos naturales habrían presagiado el brote de matlazáhuatl. Narró que hubo temblores en la tierra, lluvias torrenciales, ventarrones insufribles, eclipses y la sangrienta conjunción de Marte y Saturno en el cielo. También señaló que, parte de todo eso, se debía a un castigo divino, aunque “Dios no hizo patente a nosotros” los motivos de esa mortífera intervención.
Antes de que los conquistadores españoles llegaran a América, una serie de epidemias habría provocado que los mexicas tuvieran que mudarse, primero a Chalco y luego a Pantitlán, aunque no se sabe con exactitud cuáles fueron las enfermedades que tuvieron los mexicas en esa ocasión. De hecho, ya en Tenochtitlan, el emperador Moctezuma y otros aliados tuvieron que rendir tributo a las deidades para contentar a los dioses y que dejaran de mandar brotes a su pueblo.
Cabrera detalla que en la Nueva España, Dios utilizó los batallones del aire, el agua y la tierra para lograr la pestilencia y el azote de los hombres. Al parecer, un factor determinante para que se concentraran ciertos vapores que enfermaron a las personas de ese tiempo fue el estancamiento de drenaje por las tremendas lluvias de la temporada.
En el informe de Cabrera y Quintero, los síntomas de la enfermedad que azoto a la población en ese tiempo fueron detallados de la siguiente manera: “Todos generalmente dicen acontecerles un continuado y universal frío, que sienten en todo el cuerpo, con grave incendio en todas las entrañas: lo que explican diciendo tener un volcán de fuego en el estómago (…) llamáronla en el idioma del país matlazahuatl, voz compuesta de matlatl, la red, y por lo parecido, el redaño, y de zahuatl, la pústula o granos con que sin ver lo que decían a llamar: red de granos.”
Cabrera y Quintero explica que la peste bíblica también se encontraba relacionada con la pobreza de los indios, y la precariedad de condiciones en que vivían los pobladores, pues comían donde echaban las aguas y dormían a ras de suelo, sufriendo los fríos y calores de la ciudad, siendo propensos a las fiebre. El desaseo y el desorden propagaron la enfermedad,
El cronista de la época también culpó al abuso y exceso de los aguardientes de contrahechos, tepaches y otras bebidas fermentadas como el pulque. Además, acusa al aguardiente de Castilla que, por bueno que sea, causa con el calor ciertos temblores al corazón.
La enfermedad se propagó por barios barrios de la capital, pues llegó a San Ángel, Coyoacán, San Agustín de las Cuevas, Xochimilco y otras partes de la ciudad. Con urgencia, las autoridades virreinales hicieron traer a la Virgen de los Remedios para detener la peste. Sin embargo, esto provocó que se aglomerara la gente en las calles, lo que hizo que hubieran más infecciones.
La enfermedad siguió la llamada “ruta de lana”, que va hacia el Bajío y el norte del país, pero se registraron casos en Jalisco y Puebla, donde causó una gran mortandad. Tan solo en Cholula hubo más de 16 mil muertos.
Nunca se supo con exactitud qué enfermedad fue el matlazáhuatl, algunos especialistas aseguran que se trató de tifus, portadora seguramente por las ratas y los piojos, pero los limitados conocimientos del siglo XVIII no lograron entender qué fue lo que azotó a la población.
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