Dentro del imaginario sobre el encuentro de los mesoamericanos con los extranjeros españoles que arribaron al continente americano a inicios del siglo XVI, se cree que los habitantes de Tenochtitlan veían en los llamados conquistadores la figura del mismísimo Quetzalcóatl.
Sin embargo, la prueba que refuta dicha afirmación se encuentra en el Museo Nacional de Historia (MNH), ubicado en el Castillo de Chapultepec, Ciudad de México. Se trata del Tzompantli de Tecoaque, el cual data de entre el año 1520 y 1521.
Un tzompantli es un altar dedicado a las divinidades mesoamericanas en la época precolombina. Se trata de una estructura en forma de bastidor donde se colocaban los cráneos atravesados de las víctimas de sacrificios humanos, los cuales se exhibían en público.
De acuerdo con Salvador Rueda Smithers, director del MNH, los 14 cráneos que se muestran en la Sala 1 del reciento es evidencia de la captura e inmolación de 450 personas, luego de que Hernán Cortés tomó la ciudad. Algunos de los apresados por los mexicas eran españoles.
El hecho de que hayan aprehendido extranjeros europeos y luego sacrificarlos demuestra que no veían en ellos divinidad, explicó la investigadora María de Lourdes López Camacho del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
“Para ellos, los extranjeros no eran más que humanos, y no dioses, como algún presagio pudo indicar inicialmente. Por tanto, podían ser sacrificados a las verdaderas divinidades”
Según Rueda Smithers, los mexicas capturaron a casi medio millar de extranjeros europeos, tlaxcaltecas, mayas, mulatos y mestizos en Zultépec (”Cerro de las codornices”, en náhuatl) para luego ofrendarlos a sus dioses a lo largo de ocho meses, entre el 24 de junio de 1520 y, quizás, marzo de 1521.
Los 450 partieron de la costa veracruzana llevando importantes propiedades de Cortés con rumbo a la Ciudad de México. Algunas de dichas pertenencias se las arrebató a Pánfilo Narváez tras derrotarlo, cuando por órdenes del gobernador de Cuba lo intentó apresar.
No obstante, fueron sorprendido por aztecas, quienes los tomaron presos y los sacrificaron poco a poco. Fueron asediados en los límites de la región acolhua (aliada de la Triple Alianza, liderada por Tenochtitlan) y el señorío de Tlaxcala.
“Siempre nos hemos preguntado por qué los mexicas, después de la llamada Noche Triste, no persiguieron a los tlaxcaltecas y a los españoles, y los derrotaron. La pregunta está mal hecho. Sí los persiguieron. Ellos iban huyendo, pero no acaba de haber una batalla definitiva”, comentó Rueda.
Fue en 1991 que Enrique Martínez Vargas y Ana María Jarquín Pacheco encontraron 14 cráneos humanos en una zona arqueológica de Tlaxcala. Mostraban huellas de haber sido perforados, así como de haber sido colocados en un “muro de calaveras”, el cual —originalmente— se encontraba en el Templo de Quetzalcóatl.
Ahora, diversos estudios antropofísicos han demostrado que los cráneos corresponden a individuos de filiación europea, así como una mulata e indígenas mesoamericanos. También se demostró que cuentan con huellas de un corte el cual indica que fueron sacrificados, así como el probable consumo de su carne.
“De manera que, el Tzompantli de Tecoaque (del náhuatl: “Donde se los comieron”) representa a los primeros prisioneros de guerra tomados por los grupos mesoamericanos”, completó López Camacho.
Por su parte, tanto el historiador Rueda Smithers como la investigadora López Camacho concordaron en que el “muro de calaveras” de Tecoaque representa el origen de la pluralidad étnica que comenzó con la instauración de la Nueva España y, posteriormente, de lo que ahora es México.
“Con ello se quiere transmitir el mensaje de que los ojos de hoy miran hacia el origen de su historia: el violento encuentro del siglo XVI no fue solo entre españoles e indígenas, significó la fusión de distintas etnias y culturas, un crisol humano”
SEGUIR LEYENDO: