Este 26 de abril se cumplen 37 años de la explosión del reactor cuatro de la Central Eléctrica Atómica de Chernóbil, orgullo tecnológico de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Este fue, sin duda alguna, el peor accidente nuclear en la historia de la humanidad, y probablemente el más grande desastre del siglo XX, ya que junto a los daños a la salud de quienes estuvieron expuestos a la radiación y los millones de euros en pérdidas económicas, los efectos en el medio ambiente tardarán más de 20 mil años en desaparecer.
Según cifras oficiales, el accidente dejó únicamente 30 muertes directamente relacionadas con él, pero la organización internacional Green Peace asegura que hubo casi tres millones de personas afectadas. Además, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó en 2006, que el accidente provocó un exceso de casi 9 mil defunciones por cáncer, entre las personas que trabajaban en las operaciones de limpieza, los evacuados y los residentes de las regiones muy o poco contaminadas de Belarús, la Federación de Rusia y Ucrania.
Fue el 26 de abril de 1986 cuando ocurrió este fatal suceso. Aunque el hecho ocurrió en Ucrania, en México también ocurrió un hecho similar, aunque de mucho menor magnitud.
Y es que el tres años antes del accidente nuclear de Chernóbil, ocurrió lo que se ha conocido como el incidente nuclear más grande de América, y pasó en México. Fue en 1983, y luego de que sucediera el suceso de Ucrania, se le conoció como el Chernóbil Mexicano.
La tragedia tuvo su origen en el Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez, en Chihuahua, cuando en 1977 un grupo de doctores del hospital privado compraron una máquina de radioterapia equipada con una Bomba de Cobalto-60, que es un isótopo radioactivo sintético que emite rayos gamma utilizado para tratar a pacientes con cáncer. Seis años más tarde de la compra le pidieron a un trabajador de mantenimiento del hospital llamado Vicente Sotelo y uno de sus amigos, de nombre Ricardo Hernández, que se lo llevaran y vendieran como fierro viejo.
Por la falta de personal capacitado el aparato nunca pudo ser utilizado y debido a sus dimensiones, ocupaba mucho espacio en el hospital, por lo que si no se usaba, era prioridad deshacerse de él. Por su peso, que era de 100 kilogramos, el trabajador no dudó en aceptarlo, ya que podían ganar una buena cantidad de dinero si lo vendía en un depósito de fierro viejo.
La única forma que los hombres encontraron para llevarse el aparato, fue desmontándolo y en el proceso perforaron el corazón de la bomba de cobalto, que contenía 6 mil balines de 1 mm de diámetro de material radioactivo, según consta en el informe sobre el incidente que elaboró la Comisión de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS) llamado Accidente por contaminación de Cobalto 60 México 1984.
Una vez que terminaron de desmantelar el aparato, trasladaron las piezas en una camioneta Datsun blanca hasta un depósito de chatarra conocido como el Yonke Fénix, donde les pagaron mil 500 pesos. Era el 6 de diciembre de 1983.
Durante el trayecto del hospital al depósito de fierro viejo la camioneta iba goteando los restos de cobalto, según el informe, pero ya en el deshuesadero se mezcló con el resto del fierro viejo, que se vendió a distintas fundidoras, principalmente a Aceros de Chihuahua S.A. (Achisa) y la maquiladora Falcón de Juárez S.A.
Las empresas que compraron el material lo usaron para la construcción de varillas de acero corrugado, y para bases para mesas y sillas. Se estima que unas 6 mil toneladas de material fueron distribuidas en la mitad de los estados del país y una parte se exportó a Estados Unidos.
Nadie se había dado cuenta del incidente, hasta que el 16 de enero de 1984 un camión que llevaba materia a Nuevo México detonó los detectores de radiación del laboratorio nuclear de Los Álamos. Estados Unidos emitió una alerta a México, pero fue hasta 10 días después que se pudo encontrar a una de las principales fuentes de contaminación, la camioneta en la que se habían trasladado las piezas del aparato al depósito.
La camioneta fue localizada en la colonia Altavista, una de las zonas más pobres de Ciudad Juárez, donde había quedado parada durante semanas porque poco después de haber llevado el aparato al depósito le habían robado la batería. Como estaba en un área abierta, niños que jugaban en la calle y personas que pasaban por el lugar estuvieron expuestos a la radiación todo el tiempo. Según las mediciones, la camioneta arrojaba en algunas partes casi 1000 rads, lo equivalente a la radiación que emiten 20.000 radiografías.
Como se mantuvo en secreto el número de personas que estuvieron expuestas a la radiación, se desconoce el tipo de afectaciones que sufrieron y la cantidad exacta.