Entre la neurosis, la ansiedad y la “intuición de que dentro del caos hay algo más que descubrir”: así es “Un auto para llevarte al mar”

En su premiada primera novela, la guionista argentina Laura Farhi (que escribió series como “El tiempo no para”, “Vidas robadas” y “Soy Luna”) se sumerge en el vértigo de la vida urbana.

"Un auto para llevarte al mar" fue la novela ganadora del concurso de narrativa Orsai. (Ale Guyot)

Clara es guionista de una tira diaria y sufre el destrato de un jefe neurótico mientras intenta compatibilizar el trabajo con la crianza compartida de su hijo. En una rutina frenética, Clara padece ataques de ansiedad, duerme poco, trabaja mucho y come mal. Al borde del colapso, se pregunta si es posible ser una buena madre sin descuidar su profesión.

Un auto para llevarte al mar, la premiada novela de la escritora y guionista argentina Laura Farhi, demuestra que la mente detrás de series como El tiempo no para, Vidas robadas y Soy Luna no solo tiene la fórmula para la pantalla chica, sino que su maestría para narrar historias también aplica para los libros.

Ganadora del concurso de narrativa Orsai, Un auto para llevarte al mar está construida con una sucesión veloz de escenas cotidianas, voces y detalles. Una novela que avanza con el vértigo de la vida urbana y la neurosis pero también con la intuición de que dentro del caos hay algo más que descubrir. Como autora de televisión de larga trayectoria, Laura Farhi tiene el tempo del hit: la fórmula para construir una ola que crece y crece, de la que el lector no podrá ni querrá bajarse hasta el final.

La autora, que empezó a escribir cuentos en la escuela y desde entonces no paró de crear historias, estudió Artes Combinadas en la UBA, Guion en el ENERC y, hace veinte años, trabaja como guionista. Además de las antes nombradas, escribió los guiones de series como Ciega a citas, Soy tu fan, La casa, y Entrelazados, además de las películas Muerte en Buenos Aires y Un viaje a la luna. Sus trabajos fueron premiados por Argentores, el Fondo Nacional de las Artes y Filmarket Hub.

“Un auto para llevarte al mar” (fragmento)

"Un auto para llevarte al mar", de Laura Fahri, editado por Orsai.

Elimino una escena, reescribo otra, corto inicios y remato finales. Estiro brazos, suenan huesos. Leo el episodio por última vez, escribo un mail al productor ejecutivo con copia a la productora general, adjunto el episodio y envío. Abro la heladera. Queso vencido, restos de arroz yamaní, latas de cerveza y Coca-Cola light. Pido empanadas, una hora de demora. Como arroz pegoteado del cuenco.

Empiezo a escribir la escaleta del próximo episodio. Me arden los ojos. Letras multiplicadas. Mareo. Cierro la computadora. Me baño. Agua por la espalda, extraño el mar. Dejarme llevar por las olas. Arena y sal. Salgo de la ducha. Musculosa y bombacha. Piernas sin depilar. En la cocina, un charco de agua. Busco un destornillador, ajusto la canilla que gotea.

Suena el celular. Atiendo con una mano, seco con la otra. Pablo Moye, el productor ejecutivo, sugiere que la protagonista venda los órganos todavía tibios de su novio a una organización clandestina. No sé, no lo veo. Moye dice que le pasó a un conocido en Bogotá. Que haya pasado no quiere decir que sea verosímil, no tiene nada que ver con el personaje. ¿Cómo qué no? Necesita guita para saldar deudas con los narcos, dice y le digo que no va a lucrar con el cuerpo del novio, el amor no se traiciona. Moye ríe del otro lado del teléfono. Clarita, no todos tienen la mente tan limpia como vos. Escurro el trapo, agua negra.

Vuelvo a la computadora, escribo, borro, escribo, pienso. A la una de la mañana suena el timbre. Del otro lado de la puerta, piel bronceada, mochila de viaje, rastas y bandolera de colores, mi hermana me saluda eufórica. Hace tres años que no nos vemos. Hace tres años que mi hermana viaja por Latinoamérica.

¿Y mi sobrino? ¿Dónde está Antonio?, pregunta Camila. En lo del papá, hoy duerme con Gabriel. Camila mira alrededor. Alto depto pegaste. «Departamento», Camila. ¿Mamá te garpa las expensas? Deben salir un billete. No, mamá no me paga nada, digo. Pero el depto lo eligió ella. ¿Mamá te dijo eso?, pregunto. Mamá no me dijo nada, no seas persecuta. Camila me abraza: Te extrañaba, gorda. Olor a tierra, marihuana y transpiración. No me digas gorda, ¿querés bañarte? Después me pego un chapuzón, estás flaquita, se te notan los huesos, bajaste una banda, ¿no? No sé, no me peso hace tiempo. Bueno, tan mal no te hizo la separación.

Algunos trabajos de Laura Farhi fueron premiados por Argentores, el Fondo Nacional de las Artes y Filmarket Hub. (Ale Guyot)

Voy a la heladera. Traigo dos latas de Coca-Cola light. Camila mira con asco: No tomo nada que atente contra la humanidad. ¿El subcomandante Marcos te lavó la cabeza? Camila asiente: Y me hizo rastas. Alza la mano y eleva el tono: Disculpen las molestias, esto es una revolución. Te voy a rapar, debés estar llena de piojos. Soy un ecosistema, dice y trae una lata de cerveza.

Mamá dijo que estabas para atrás, yo te veo joya. Dijiste que no te había contado nada. No me dijo nada del depto, de vos no para de hablar. «Departamento» Camila, hablá bien, ¿qué te dijo? Me quemó el bocho para que viniera, me sacó de la selva Lacandona y me mandó un pasaje por FedEx. Te lo podría haber mandado por mail, es una enferma, tampoco estoy tan mal. Yo te veo mucho mejor, no daba para más lo de ustedes, Gabriel estaba en otra. ¿Con quién?, pregunto. «En otra», con la ciencia no podés competir, ¿cuántos años más podías estar con un tipo que está todo el día enfrascado en un laboratorio diseccionando ratones?

Camila canta una ranchera bajo la ducha. Por la cortina abierta asoman piernas musculosas, brazos marcados, tetas chicas y precisas. La vida al aire libre lejos de la ansiedad urbana y la presión laboral. Y una cuota de la mejor genética, el cuerpo de papá es más fibroso, yo soy una réplica de mamá, caderas anchas, materia grasa, flacidez.

Cierro la puerta del baño y voy a mi habitación. Despejo la cama de ropa y me acuesto a leer. Miro las letras sin intención de entender la secuencia. Enciendo el televisor, hago zapping. Suena el celular. Moye otra vez: Matáme al Chiqui, ese pendejo falopero pidió un fangote para renovar contrato, matálo bien muerto, apuntále ya.

Pienso cómo terminar con él: ¿Se quedó con un vuelto? ¿Quería puentear al Toro? ¿Y si lo mató Pilar? No sé si da el perfil, pero es un buen plot twist para la eximia estudiante de la Universidad de San Andrés, rubia insípida, guillerminas de charol y jean chupín. Nunca saliste de tu cuna de cristal, no te animás a enfrentar a tu papá que trafica drogas para comprarte un departamento en Miami, tu mayor logro es salir con un chico de moda que se acuesta con tu mejor amiga, sonaste pendeja, llegó la hora de dar el salto, el gran salto de tu vida.

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