Se sabe que la única exigencia para entrar a un templo budista es quitarse los zapatos. Del Buda, su gran maestro, se sabe que no es un dios y que fue un hombre: Siddartha Gautama, tal su nombre real. Nació hace unos 2500 años (en el 483 a.C.) en Lumbini, reino de Sakia -hoy Nepal, cerca de la frontera con India- y murió a los 80 años.
Esta corriente de pensamiento, una de las más antiguas y profundas, es la cuarta religión del mundo en cantidad de seguidores: tiene unos 500 millones de fieles. En ella no hay paraíso, purgatorio ni infierno; no hay pecado ni confesión y cada uno es su propio juez a través de la conciencia.
En las últimas décadas, el budismo adquirió destacada relevancia en el mundo occidental. Se habla mucho de cultivar la mente, llevar una vida sabia y compasiva, de la iluminación, del despertar, de la meditación, del yoga. ¿Qué plantea realmente el budismo? ¿Es posible distinguir su sabiduría de las falsas ideas culturales que se le han asociado?
La idea de esta nota es conocer y comprender, en forma amena y directa, qué son las enseñanzas budistas, de la mano del libro El budismo explicado con sencillez. La práctica de la consciencia aquí y ahora, todos los días (Editorial Diana), publicado por primera vez en 1997, de Steve Hagen, un reconocido maestro zen nacido en 1945 en Minnesota, Estados Unidos.
“Buda-dharma”, el objeto de este libro
La obra de Hagen se divide en tres partes. La primera se refiere a las enseñanzas fundamentales del Buda, lo que él denominó las cuatro verdades sobre la existencia. La segunda trata con más detalle esas cuatro verdades y, con ellas, el Buda traza un camino, un modo de vida, mediante el cual es posible vivir en este mundo y entenderlo como es. La tercera parte profundiza un poco más las enseñanzas budistas referentes al propósito de la existencia humana y a la consciencia.
En el inicio del libro, Hagen define al budismo como “un proceso, una consciencia, una apertura, una voluntad de búsqueda”. Y sostiene que es más preciso hablar de “las enseñanzas de los que están despiertos” o “buda-dharma”, el objeto de este libro.
El maestro zen también deja asentado que las doctrinas sobre budismo pueden servir de guía, pero en ellas no encontraremos la Verdad, porque la Verdad no reside en las palabras del Buda. “No existen palabras (ni del Buda, ni mías, ni de nadie) que puedan ver por ti. Deberás hacerlo tú por tu cuenta, como hizo el Buda sentado bajo un árbol cientos de generaciones atrás”.
Las cuatro verdades que describió el Buda
La primera verdad es que la vida humana se caracteriza por la insatisfacción. Hagen lo explica así: “Anhelamos algo, sentimos dolor y pérdida, sufrimos. Todo cuanto necesitamos para aliviar esa insatisfacción está ante nosotros, pero no nos damos cuenta”.
La segunda verdad es que la insatisfacción surge de nosotros mismos. En palabras de Hagen: “Todo el dolor que nos causamos a nosotros mismos y que causamos a los demás (el odio, la guerra, la humillación, la manipulación) proviene de nuestros propios actos. Nace de nuestros corazones y de nuestras mentes, de nuestra confusión”.
La tercera verdad es que podemos comprender cuál es el origen de nuestra insatisfacción y, en consecuencia, podemos ponerle fin hasta en sus formas más profundas y existenciales.
La cuarta verdad es el medio para experimentar la comprensión cabal. Cuando se alcanza esa comprensión se habla de “nirvana” o “iluminación”. Hagen dice que una denominación más exacta podría ser “libertad mental”.
La primera verdad: la insatisfacción
La primera de las cuatro verdades del buda-dharma es la llamada duhkha, que a menudo se traduce como sufrimiento. Hagen señala que esa traducción recoge solo una parte del significado de la palabra, puesto que el placer también es una forma de duhkha. Y explica que la palabra sánscrita se refiere a una rueda desajustada, y recurre al ejemplo de lo incómodo y fastidioso que puede resultar guiar un vehículo con una rueda en esas condiciones.
Entonces, la primera verdad que describió el Buda compara la vida humana con esa rueda desajustada. “Hay algo básico e importante –escribe Hagen– que no está bien, que preocupa y nos hace infelices, día tras día. A cada vuelta de la rueda, a cada día que pasa, experimentamos dolor. Claro está que también hay momentos de placer. Sin embargo, por muchos esfuerzos que hagamos por cultivar el placer y mantenerlo en nuestro camino, al final el placer cesa y vuelven la molestia y el fastidio”.
¿Qué se puede hacer para solucionarlo? El maestro zen responde que “se puede empezar por ver claramente en qué consiste el problema en su totalidad” y se mete de lleno con el verbo “ver”. Escribe: “La Verdad viene a nosotros cuando vemos. Ver es Saber. Ver no necesita verificación. Es algo inmediato y forma una unidad con la Verdad. Pero por regla general no tenemos demasiada habilidad para ver lo que se nos presenta”.
La segunda verdad: la rueda desajustada
Surge del anhelo de apresar nuestro objeto de deseo, que se presenta en tres formas: el deseo sensual (creemos que es algo puramente físico y también es mental); el ansia de la existencia en sí (no queremos morir; de algún modo, queremos persistir, continuar viviendo para siempre); y el de la no existencia (queremos liberarnos de este mundo de dolor y aflicción de una vez por todas). Dice Hagen que prácticamente todos los males de la humanidad provienen de estas tres formas de anhelo.
La tercera verdad: llegar
El buda-dharma plantea que todo lo que es susceptible de surgir también lo es de desaparecer. El fin de la confusión, del pesar, de la pérdida (la desaparición del duhkha) es el llamado “nirvana”. El Buda se refirió al nirvana como “no nacido, no desarrollado y no condicionado”. ¿Qué es? En palabras de Hagen: “Lo nacido, desarrollado y condicionado se refiere a todo lo que puedas concebir, incluso tú mismo. Mira a tu alrededor. No hay nada que puedas encontrar (de hecho, no hay nada que quedas imaginar) que no se origine, se desarrolle o exista en relación con otras cosas. Nacer, crecer y responder a las condiciones es inherentes al entramado del mundo en que vivimos”.
Más adelante Hagen vuelve a insistir en que la clave está en ver las cosas como son, en admitir lo que de verdad está pasando. “Mediante esa aceptación y ese reconocimiento podemos dejar de sufrir”, afirma.
La cuarta verdad: el arte de ver
La cuarta verdad del buda-dharma, también conocida como “el camino óctuple”, ofrece una manera de percibir el duhkha y acabar con él. Explica Hagen: “No es un camino que podamos tomar para ir del punto A al punto B. Su peculiar naturaleza proviene del hecho de que, en el momento en que empezamos a recorrerlo, lo percibimos en su totalidad”.
Los ocho elementos de ese camino son: la visión apropiada, la intención apropiada, la palabra apropiada, la acción apropiada, el medio de vida арrорiado, el esfuerzo apropiado, la atención apropiada y la meditación apropiada.
Hagen explica cada uno de estos elementos, inspirándose en ejemplos de la vida cotidiana y en historias procedentes de los maestros budistas del pasado y del presente. Apunta que este camino pretende evitar que nuestra mente se altere demasiado, para poder continuar estando presente “aquí y ahora”.
Hacia el final del libro, advierte: “No aceptes ninguno de estos elementos como dogma de fe. Compruébalos. Adóptalos en tu vida diaria y sopesa por ti mismo si conducen o no al despertar. Recuerda: el buda-dharma trata de ver, no de creer”.
“El budismo explicado con sencillez” (fragmento)
Creemos que hemos de abordar nuestros problemas para eliminarlos, para distorsionar o negar su existencia. Pero al hacerlo intentamos convertir la Realidad en algo que no es. Tratamos de reordenar y manipular el mundo para que los perros no muerdan, para que no haya accidentes y para que la gente a la que queremos nunca muera. Tendría que ser obvio lo absurdo de esos esfuerzos.
Mientras trabajaba en este libro, un buen amigo mío murió, de repente, inexplicablemente, sin ningún aviso. Iba caminando sin más por el césped hacia las escaleras de su casa, se sentó y se murió.
Rick era amable, generoso y muy querido por todos. Tenía un matrimonio feliz y sólido y dejó atrás a una esposa a la que amaba y a tres hijos pequeños. Tenía treinta y seis años y, por lo que él y los demás sabíamos, se encontraba en perfecto estado de salud.
Para mí y para el resto de las personas que lo conocían, su muerte fue un golpe muy triste, espantoso y muy repentino. Le echo mucho de menos, y he vertido lágrimas en compañía de su familia y de muchos amigos que le querían.
La vida humana es eso, debemos tenerlo siempre presente. Las malas hierbas crecerán, por mucho que las odiemos y deseemos que desaparezcan; las flores caerán, por mucho que nos gusten y queramos que continúen existiendo.
La vida humana se caracteriza por la insatisfacción. La tenemos justo aquí, a nuestro lado. Esa es la primera verdad sobre la vida humana enunciada por el budadharma. ¿Cómo lidiamos con esa realidad? ¿Deberíamos fingir —o esperar— que lo que amamos nunca morirá? Una persona despierta respondería que no sin dudarlo.
Quién es Steve Hagen
♦ Nació en 1945 en Duluth, Estados Unidos.
♦ Es sacerdote zen. Estudia y practica el budismo desde 1967.
♦ Se formó con el maestro zen Dainin Katagiri, de quien recibió la Transmisión del Dharma (la autorización para enseñar) en 1989.
♦ Fundó el centro zen Dharma Field Meditation en Minneapolis, Minnesota.
♦ También es autor de los libros El budismo no es lo que crees: la verdadera naturaleza en las enseñanzas del Buda y Camino de luz.
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