Ana María Shua: “La enfermedad es una de las pocas aventuras que puede tener cualquier persona”

Acaba de publicar “Sirena de río”, una colección de relatos con elementos autobiográficos. Por ejemplo, sobre su cáncer. Aparece, incluso, un texto inédito de cuando murió su padre. Aquí, cuenta qué es lo más difícil a la hora de escribir.

Ana María Shua. Una larga carrera y una mirada lúcida sobre el presente. (Luciano González)

Ana María Shua parece feliz. Nos encontramos en un bar heladería de Avenida Santa Fe. Me dice que el piso de arriba es más tranquilo para charlar y, mientras subimos las escaleras, comenta que está contenta de poder subir escaleras, que su rodilla no anduvo durante una temporada: “pensé que no iba a funcionar más”, dice, que en la Feria del Libro tuvo que andar en silla de ruedas, porque le daba miedo andar con bastón entre tanta gente. “¿Viste que hubo muchísima gente? Fue bueno el reencuentro”, y ya estamos sentadas contra el ventanal que da a la esquina. Hay mucho sol. Es casi primavera. Ana María dice que ahora sí puede caminar. Ana María Shua parece feliz.

Acaba de publicar Sirena de río (Emecé) y es la autora de las novelas Soy paciente (publicada en 1980), Los amores de Laurita, El libro de los recuerdos, La muerte como efecto secundario y El peso de la tentación, entre otros. También publicó los libros de cuentos Los días de pesca (que toma el título de un cuento imperdible) Viajando se conoce gente, Como una buena madre, y Que tengas una vida interesante (cuentos completos). Y por si esto fuera poco, Shua es autora de más de 150 títulos de literatura infantil (adaptaciones, relatos propios, libros para prelectores, entre otros).

Pero, por sobre todo, Ana María Shua es la hacedora (propulsora y maga) del microrrelato, un género de escasa difusión, alta diversión y sutil armado. Imperdible el tomo de Todos los Universos posibles, mil páginas que reúnen cinco libros: La sueñera (el primero e imprescindible), Casa de geishas, Botánica del caos, Temporada de fantasmas y Fenómenos de circo. Cada relato es un destello de ingenio y arquitectura escrituraria. Cada libro tiene sus motivaciones, su recorrido particular, sus temas y su particular viaje. Shua ha sido consagrada en el mundo como autora fundamental del género micro. El año pasado, para no perder el ritmo, la autora publicó La guerra, una nueva colección de microrrelatos que la confirman como una de las más prolíficas y potentes autoras de este género tan desafiante como exquisito.

Historia. Con Daniel Fanego en el estreno de la pelícua de "Los Amores de Laurita", en 1986. (Silvio Fabrycant)

La excusa de nuestra cita es Sirena de río, una colección de relatos que dispara la charla en muy diversas direcciones. Ana María Shua revuelve su taza de café y dice:

Sirena de río es un libro de cuentos que no responde a la moda actual de los libros de cuentos, que proponen una unidad temática o un tono en común o alguna relación entre ellos. En este caso, los cuentos son muy muy diferentes unos de otros y tienen que ver con mi idea de la literatura y de lo que hago siempre, que es sorprender a los lectores, darles algo inesperado que los saque de su zona de confort”.

El libro tiene tres partes: Frágiles y valientes, Misterios y Casi crónicas, que agrupan relatos con protagonistas mujeres el primero, relatos algo fantásticos en el segundo grupo y un tercer conjunto de textos bien realistas, esos de “yo-estuve-ahí”.

“Algunas de las Casi crónicas tienen muchos elementos autobiográficos, por ejemplo “Un canto a la vida”’, que es la historia de mi cáncer, que sucedió hace más de veinte años. En ese momento, mientras estaba atravesando esa enfermedad, escribí un texto bastante particular, muy irónico, contando un poco los remedios mágicos que me iba aconsejando la gente. Y eso aparece en el cuento. También aparece la perspectiva de cómo fueron las cosas visto todo veinte años después. Porque el tema de la enfermedad está muy presente en toda mi literatura. La novela Soy paciente, por ejemplo, transcurre en un hospital, y en La muerte como efecto secundario hay mucho hospital. Se ve que el tema de la enfermedad me persigue”.

“No cualquiera puede ser un explorador pero cualquiera se puede enamorar y cualquiera se puede enfermar”

Suena tétrico, pero Shua sonríe, alaba la mini porción de helado de cortesía que acaban de traernos y después comenta que las medialunas del lugar son muy buenas. Radiante, dice: “La enfermedad es una de las pocas aventuras que puede tener cualquier persona: no cualquiera puede ser un explorador o vivir aventuras en veleros a mitad del océano. Pero cualquiera se puede enamorar y cualquiera se puede enfermar”.

-Sin embargo, la aventura se piensa como algo feliz o al menos de signo positivo.

-Cuando uno la cuenta le pone signo positivo, mientras ocurre nunca se sabe. Lo que tiene de positivo es el relato de la aventura, no la aventura en sí. Poder contarla es feliz.

-Pero de una enfermedad te podés morir….

-En una aventura que está sucediendo también te podés morir. Imaginate en un velero en el océano en medio de la tormenta: cuando lo vivís no tiene nada de positivo. Después, cuando lo contás, es maravilloso.

“Ahora va cualquiera a Mar del Plata, pero cuando yo era chica sólo era para las vacaciones de los ricos”

-Es difícil pensar en hospitales o enfermedades como algo maravilloso. Incluso el relato “Hospital público”, que es parte de Sirena de río (de las casi crónicas) y bastante irónico, resulta a la vez tétrico.

-Y es una de las casi crónicas más falsas de la serie. Porque está narrada como una supuesta estadía mía de 24 horas en una sala de guardia, que jamás ocurrió. Jamás estuve ahí, aunque todo lo que pasa ahí es real. Todo sucedió. No todo al mismo tiempo, eso está ficcionalizado. Lo que tuve fue un muy buen informante que me dio todas las historias. Y es la crónica que parece más verdadera, aunque es totalmente falsa.

-¿Se trata entonces de ficción, no ficción o el simple y viejo engaño al lector?

-Es no ficción, pero es ficción. Digamos que es lo de siempre en Literatura: el juego de hacer creer algo al lector, en este caso, desde el realismo. La tensión entre el engaño y la ficción.

-Hay sin embargo algunos cuentos que suenan a autobiografía en la serie ¿cómo entra la vida personal en estos relatos realistas?

-La biografía personal es la historia que todos los escritores tenemos a mano, un material que siempre está presente, con el que trabajamos y al que hay que cuidar también. Y hay un relato, “Después de la muerte”, que es la historia del velorio de mi papá, un texto que escribí en el momento del velorio, es decir, hace muchísimos años. Yo todavía no había publicado mi primer libro y escribí ese texto y otro cuento, que creo que es mi mejor cuento, que también tiene que ver con la muerte de mi papá, que es “Los días de pesca”.

-¿Por qué y cómo pudiste guardar tantos años este relato?

-Porque si salió “Los días de pesca”, no podía salir éste. Era demasiado con el tema de la muerte de mi papá. Entonces este cuento tuvo que esperar su turno. Que es ahora.

-Y entre tanto, toda tu obra. ¿Llegó el turno de publicar algo más personal, más testimonial?

-No sé si testimonial, pero sí de publicar otros temas. Todo mezclado. Por ejemplo, en “Encuentro con Silvia” me doy el gusto de contar Mar del Plata, la nueva Mar del Plata pobre. Porque antes no era así: se puede decir que Mar del Plata se empobreció y a la vez se puede decir que se ha democratizado. Ahora va cualquiera a Mar del Plata, pero cuando yo era chica sólo era para las vacaciones de los ricos. La familia de mi papá, cuando tenía plata, se iba en un coche enorme y descapotado a Mar del Plata: tenían diez hijos y se iban con toda la familia a veranear a la Bristol. Después perdieron todo y se volvieron tan pobres que mis tíos terminaron uno manejando un taxi, el otro haciendo service de electrodomésticos y un desparramo después de la dictadura.

-Igualmente la familia aparece poco y nada en tus cuentos…

-No me gusta escrachar a la gente. Y uno tiene que ser un poco cruel con sus personajes. No tengo ganas de lastimar a nadie de mi familia, es gente que ha hecho cosas maravillosas, extraordinarias, y son mi familia. Alicia Steimberg me contaba siempre que después de publicar Músicos y Relojeros una parte de su familia no le habló nunca más. Es que Alicia escrachó a las tías mal…

-Pensaba en Emmanuel Carrère y los juicios que tiene con su exesposa…

-¡Terrible! Son unos libros maravillosos, pero para su familia deben ser lo peor que les pasó. Porque es muy genial, pero tiene una enorme crueldad con sus personajes. Y ahí aparece la no ficción, quiero decir, hay nombres y apellidos. Igual que en Karl Ove Knausgård, el noruego. La literatura del yo a full. Y aunque hay algo autobiográfico en los cuentos de Sirena de río trato de mantener a la familia en paz. Tengo tres hijas y tres nietas, y un marido y quiero seguir bien con ellos.

-Volvamos a la sirena entonces, que sin embargo es el bicho del engaño por antonomasia… Pero esta sirena además tiene características muy particulares, es fea, la pobre.

-La pensé un poco como esa sirena que montó Renata Schussheim en una muestra que se hizo hace poco en el CCK. Era una sirena vieja, con los rasgos de ella. Cruel, una vejez cruel. Y esta sirena de río no es exactamente vieja, pero es una señora grande. Y tiene un poco de la magia de las sirenas que atrae al pescador.

-Que tampoco parece un buen bicho….

-Es una persona con cosas buenas y malas, que más o menos hace lo que puede. Una persona a la que en realidad no le gustan mucho sus congéneres del género humano. En cambio a la sirena sí le gusta la gente, le encanta, la divierte. Y ese intercambio resulta interesante para las dos partes. A mí me encanta cuando (bueno, hablo como si no lo hubiera escrito yo…) cuando él la toca y la encuentra toda fría, escamosa y no le gusta mucho: ahí hay una gran sorpresa porque finalmente se trata de lo que más me gusta, conmover al lector.

-“Como si no lo hubiera escrito yo”, es decir, como lectora de tus cuentos. ¿sos lectora de tus cuentos?

-No. En realidad, los corrijo, los cambio, los releo mil veces antes de la impresión, porque una vez que se imprimen no los vuelvo a leer. Nunca jamás vuelvo leer algo que yo haya escrito.

“Vivo en la ciudad y no ando caminando por el campo, ni mirando los paisajes, ni la violeta en el borde del camino”

-¿Nunca? ¿Nada?

-No, no. Para nada. Y si alguna vez por alguna razón tengo que volver a ver una pagina digo: ¿esto lo escribí yo? ¡Guau! ¡Qué increíble…! ¿Cómo se me habrá ocurrido?

-¿Cómo te trató la pandemia? ¿Fuiste prolífica?

-Nada prolífica, todo lo contrario, quedé como en shock. No podía escribir nada. Me la pasaba limpiando y cocinando. Como hizo todo el mundo, me puse a cocinar. La masa madre y todas esas recetas, ¡increíble! Pero debe haber alguna razón, algo de la pulsión de vida que todos se nos dio por cocinar y comer. Y durante mucho tiempo no pude escribir nada.

-Y sin embargo, salió esta Sirena de río.

-Bueno, logré salir un poco de esa parálisis con un libro para chicos que no era nada de creación, sino una biografía, con eso puedo salir. Reescribir y escribir leyendas o biografías era una manera de relajar. Porque no requiere inventiva o lo que la gente llama inspiración.

-¿Y el microrrelato requiere de un ejercicio particular o de un modo de trabajar diferente?

-Cada género es muy diferente a los otros. No es lo mismo escribir un cuento que una novela que un microrrelato que un poema. Ahora estoy escribiendo haikus. Cambiar de género me ayuda mucho. Cuando me parece que estoy agotada en un género, meterme en otro género es una especie de explosión de vida.

Ana María Shua también escribe para niños.

-¿Y cómo explotan estos haikus? Porque el haiku en realidad es un formato… ¿de qué tratan?

-Digamos que no son haikus en el estricto sentido de la palabra en japonés, sino que son breves poemas con el formato cinco- siete- cinco –siete (que es la cantidad de sílabas por cada verso). Pero por supuesto que no tienen la temática de los haikus porque yo no tengo ese sentido de la naturaleza que tenían los autores clásicos de Japón, vivo en la ciudad y no ando caminando por el campo, ni mirando los paisajes, ni la violeta en el borde del camino. Pero el haiku clásico me fue llevando a mirar de otra manera el paisaje urbano. Y ese formato de cinco siete cinco siete, que es una convención de la traducción de los haikus japoneses, es totalmente arbitrario y esa arbitrariedad me encanta porque es un juego, una fórmula donde tengo que meter todo y me divierte muchísimo.

-Entre formato y la autobiografía ¿tener las ideas entonces es la parte más difícil de la escritura?

-Sin duda es la parte más difícil: crear una historia de la nada. Y con los años, más difícil. Porque yo creo que cada escritor tiene su mundo y ese mundo cuando uno empieza parece infinito y después, cuando vas avanzando, te das cuenta de que es mucho más limitado de lo que pensabas o parecía. Y no es verdad que uno puede escribir cualquier cosa: cuando empieza se imagina que puede escribir cualquier cosa. Yo empecé escribiendo algo que tenía que ver con enfermedad y hospitales y me imaginaba que era porque a un amigo nuestro le había pasado algo con hospitales y yo me estaba basando en esa historia real para escribir mi novela, y que después iba a escribir de otro tema. Pero después vi que era un tema que aparecía y aparecía todo el tiempo, en cuatro de mis novelas. En realidad, uno conoce todo el tiempo historias interesantes que podrían servir para contar pero no podés contar cualquiera: tenés que contar la historia que por algún lado te toca, te mueve, te perturba. Y no son tantas las cosas que te tocan. Y entonces uno va contando a lo largo de la vida esas historias. Y hay un punto que sentís que ya está, que si no contaste todo contaste al menos la mayor parte de lo que tenías ganas de contar. Por eso uno ve a partir de cierta edad decadencia… Todos los narradores tienen su decadencia. Los buenos y los malos.

En la mesa de luz

-¿Qué estás leyendo?

-Acabo de terminar una antología maravillosa de cuentos norteamericanos compilada por Richard Ford. Súper interesante, con cuentos de todas las épocas ordenados cronológicamente. Y también leo a los argentinos contemporáneos, porque tenemos autores maravillosos: Samanta Schewblin, Marina Closs (que es buenísima, con una prosa muy especial) y Valeria Tentoni, Pedro Mairal, Federico Falco y las escritoras, que son lo más grande que hay: Gaby Cabezón, Selva Almada, Mariana Enriquez. Y me olvido de gente muy importante. Hubo explosión de grandes escritoras y a mí me produce felicidad.

La grieta

Suspendimos nuestro encuentro del viernes 2 de septiembre por cuestiones de público conocimiento. Nos reunimos el lunes siguiente y por supuesto fue imposible eludir el tema en el que estamos inmersos: atentado, discursos diversos, sospechas, redes. Dice Shua: “Lo que me impresiona es cómo la grieta sigue manteniéndose con todo y a pesar de todo. Entonces tenemos a la mitad del país que dice ‘es toda una fantochada que armó Cristina para victimizarse´ y la otra mitad del país que dice ‘fueron ellos que lo entrenaron a este tipo, que le dieron el revólver para que fuera a matar a Cristina’. Es terrible que el país esté dividido de este modo. Hasta que cada sector no pueda hacer autocrítica y aceptar lo que hay de bueno en la otra parte, no vamos a ningún lado. Cada uno viene a decir lo que el otro no era”.

Y entonces, dice, “tenemos al país dividido como siempre: desde unitarios y federales en adelante. Como que no hubo conexión, como en los 70. Antes el país económicamente estaba mejor, pero estábamos viviendo esos ciclos de gobiernos militares que eran tremendos. Yo tengo a toda mi familia desperdigada (tíos y primos) por el mundo porque tuvieron que exiliarse en la dictadura. Ahora no se ve una solución a esta grieta y esto genera gran estupor.”

Quién es Ana María Shua

♦ Nació en 1951 en Buenos Aires.

♦ Es un referente en el género del microrrelato.

♦ La literatura es su pasión desde muy chica.

♦ Es Profesora de Letras, trabajó como periodista, publicista y guionista.

♦ A los 16 años publicó un libro de poemas, El sol y yo, por el que recibió un premio del Fondo Nacional de las Artes y la Faja de Honor de la SADE.

♦ En 1980 ganó el premio de la editorial Losada con su primera novela Soy paciente.

♦ Su gran éxito de ventas fue Los amores de Laurita, de 1984.

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