En el espacio “Cómo lo escribí” de Infobae Leamos autores y autoras cuentan el detrás de escena de los libros que acaban de publicar. Por qué eligieron los temas o historias que terminaron en sus páginas, cómo organizaron su trabajo, qué revelaciones aparecieron en el proceso de escritura, qué sensaciones hubo a medida que ese proceso ocurría.
Esta vez, quien cuenta en primera persona su experiencia de escritura es Jesica Lavia, argentina y licenciada en Nutrición. Acaba de publicar, a través del sello Ediciones B, el libro Sobrevivir a un mundo gordofóbico. Sin caer en trastornos alimentarios. Se trata de un volumen que, de alguna manera, funciona como una continuación de un libro que publicó anteriormente, en co-autoría con Paula Giménez: Pese lo que pese. Contra la hegemonía del cuerpo ideal.
En Sobrevivir a un mundo gordofóbico Lavia plantea enseguida el objetivo de su libro: lograr que los estereotipos que estigmatizan, oprimen y hasta enferman a cientos de miles de personas en todo el mundo tengan cada vez menos impacto. ¿Cómo? A través de la reformulación no sólo de las ideas que circulan socialmente sino también de los paradigmas médicos, a los que señala como una “formación hegemónica, binaria y gordofóbica”.
Hay que revisar el propio archivo y tener la predisposición a no resistirlo, cuenta Lavia, a la hora de ponerse a evaluar la propia vida y también la práctica profesional de cada trabajador de la salud. Es que esos estereotipos circulan tan masivamente que operan de forma constante, incluso entre las personas más advertidas.
Para empezar a hablar de que la gordofobia existe (y de cómo erradicarla) hay que sacarle su estátus de tabú, que también alcanza, en muchos casos, a los trastornos alimentarios. Esa intención de correr el velo subyace en el libro de Lavia.
Cómo escribí “Sobrevivir a un mundo gordofóbico”
Sobrevivir a un mundo gordofobico. Sin caer en trastornos alimentarios es el segundo libro que escribo (Pese lo que pese. Contra la hegemonía del cuerpo ideal fue el primero). La idea nació un tiempo después de publicar PLQP, luego de recibir a diario mensajes en donde me manifestaron el antes y después que ese primer libro había significado en sus vidas.
Sentí así la necesidad de ahondar más profundamente en esta temática que nos atraviesa a todas las personas, en mayor o menor escala. Y si bien la idea apareció antes de la pandemia, el libro fue gestado íntegramente en pandemia. Resalto esto porque justamente el comienzo de la pandemia, con todos los memes y los chistes sobre engordar en cuarentena, puso sobre la mesa y dejó en descubierto los altos niveles de gordofobia y gordo odio que manejamos en nuestra sociedad y que lamentablemente tenemos tan naturalizados en nuestra cultura.
Si bien antes de la pandemia ya sentía la necesidad de hablar sobre esto, el desembarco del virus y del confinamiento hizo que esta necesidad creciera exponencialmente, ya que sabemos que lo que no se nombra no existe. Y la gordofobia existe y los trastornos alimentarios existen. No pueden ser temas tabú. Desde el silencio colaboramos a perpetuar estos mandatos. No podemos seguir mirando hacia el costado mientras los estereotipos violentan, estigmatizan, discriminan, oprimen y por ende enferman a un montón de personas.
¿Dónde se manifiestan esos estereotipos que construyen la gordofobia? El mundo está lleno, pero van algunos ejemplos: el tamaño de los asientos del transporte público, la falta de equipamiento apto para cuerpos grandes en centros de salud (puede ser desde un resonador hasta una camilla), la falta de amplitud en los talles de la vestimenta, el uso de la palabra “gordo” como insulto, la opinión sobre la alimentación de otras personas. Son apenas algunas manifestaciones de todas las que nos cruzamos -o cometemos- cotidianamente y que construyen un ambiente gordofóbico.
Con todo eso alrededor, el primer desafío que tuve a la hora de escribir este libro fue desde dónde iba a escribir un libro sobre diversidad corporal siendo una persona flaca. Siempre tuve en claro que hablo como profesional de salud y siempre estuve muy atenta a esa interseccionalidad e intento dejarlo bien manifiesto. Puedo hablar como profesional de salud y como feminidad, pero no puedo hablar en nombre de un montón de personas que sufren violencias a diario que yo no vivo. Me interesa ser súper respetuosa con esto y es un punto en el que estuve muy alerta durante todo el momento de escritura.
El segundo desafío se presentó a la hora de abarcar sólo desde la perspectiva de la nutrición una problemática que es multifactorial y multidireccional. Por eso entendí la importancia de sumar las voces de mujeres que admiro y que desde otros ángulos suman al debate y a la reflexión, como por ejemplo Laura Contrera (activista por la diversidad corporal) y Candela Yatche (psicóloga fundadora de la ONG Bellamente).
El tercer desafío aparece a la hora de repensar la mirada profesional partiendo de una formación hegemónica, gordofóbica y binaria. Y también de la necesidad de no hablar con un tono académico. Porque si bien es un libro que me interesa que puedan leer mis colegas, es principalmente un libro dedicado a todas las personas que han sido violentadas en este mundo por el simple hecho de existir y habitarse por fuera de la hegemonía.
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Las ventajas de no resistir un archivo
Escribir el libro fue duro en muchos sentidos. Revisar la propia formación profesional y las prácticas gordofóbicas no es para nada divertido. Conectar con momentos difíciles de la infancia, adolescencia y juventud fue demoledor. Se trató de amigarse con la idea de no resistir un archivo, mirar el vaso medio lleno que eso conlleva y darle un vuelta de tuerca para construir a partir de esa base.
Y también fueron aniquiladoras las largas jornadas de escritura sentada frente a la computadora, la pantalla en blanco durante horas de bloqueo, intentando encontrar las palabras de aquello que quería decir para poder hacerlo con total profesionalidad pero principalmente con muchísimo cuidado y respeto.
Durante todo el proceso pasé por estados diferentes: me enojé, me abrumé, me emocioné, me perdoné. Pasé del llanto a la angustia y del hastío a la esperanza de estar sumando mi granito de arena para que las cosas cambien. Ese siempre fue el faro que sostuvo todo el proceso. El cierre del libro duró un mes entero y fue de las experiencias más intensas que recuerdo haber vivido (abril será un mes que va a marcar mi vida para siempre).
Si bien queda mucho por hablar y analizar sobre los nuevos paradigmas en salud y en nutrición, si bien queda mucho por decir y modificar, terminé el proceso de escritura con la sensación de haberlo dado todo. Comienza un nuevo proceso de introspección, seguir con la revisión no solo de la formación profesional sino también del ejercicio profesional, y de la incorporación de nuevos aprendizajes para ampliar mis conocimientos y encarar los próximos desafíos.
“Sobrevivir a un mundo gordofóbico” (fragmento)
“Te lo digo por tu salud”
¿Qué hay más allá de la exigencia por el cuerpo flaco? ¿Qué pasa realmente con la salud integral? ¿Por qué observamos una doble vara constante entre “la preocupación por la salud” de los cuerpos gordos y el estigma, la discriminación, la violencia y el rechazo que reciben constante y sistemáticamente? ¿Por qué no nos cansamos de señalar a las personas con cuerpos no hegemónicos en vez de ocuparnos de lo realmente importante: ver de dónde viene y qué podemos hacer con el problema de la malnutrición independientemente del tamaño de nuestros cuerpos?
Por supuesto que detrás de todos estos mandatos sobre el cuerpo flaco existen muchos intereses económicos porque la cultura de las diestas es un gran negocio: industria alimentaria y comestibles light, laboratorios que producen medicamentos y cremas para adelgazar, cirugías plásticas y un sinfín de tratamientos estéticos alrededor.
Un ejemplo claro de los estereotipos que afectan negativamente nuestra salud es la existencia del talle único y del slim fit (corte estrecho y entallado), una muestra no solo de la violencia simbólica, sino que además implica una discriminación directa a la hora de vestirnos, lo que promueve trastornos severos de la imagen corporal que pueden ser la puerta de entrada a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Como consecuencia de todos estos estereotipos, vivimos bajo una preocupación e insatisfacción constantes por nuestro cuerpo. Vivimos con una gran exposición a presiones sociocultarales que nos incitan a un sobrecontrol del peso y a sobrevalorar el cuerpo delagado. Vivir en una cultura de la delgadez nos cuesta salud integral.
Aún como sociedad no terminamos de comprender qué tienen que ver los estereotipos de belleza con la salud y por eso es tan importante hablarlo. Estas discriminaciones no son gratuitas. Es necesario entender que tener un cuerpo fuera de lo hegemónico es muy complejo y constitutivo. Y acá retomamos el concepto de salud integral: ¿dónde está nuestra salud física cuando para encajar en esos estereotipos llegamos a hacer cualquier dieta de moda que nos promete alcanzar “el peso ideal” en un par de semanas o es el último empujoncito que nos faltaba para terminar de desarrollar un trastorno alimentario?
¿Dónde está nuestra salud mental si con estos estándares nos enferman la cabeza y nos hacen sentir que nuestro cuerpo está mal, que ni siquiera es merecedor de un derecho tan básico como vestirse? ¿Dónde está nuestra salud psíquica si en vez de disfrutar una porción de pizza en una reunión estamos contando internamente las calorías que tiene? ¿Dónde está nuestra salud social si dejamos de ir a una pileta una tarde de calor por vergüenza a ponernos un traje de bañoante la mirada de las demás personas?
Quién es Jesica Lavia
♦ Es licenciada en Nutrición especializada en Salud Comunitaria y en Educación Nutricional Integral.
♦ Es autora de Pese lo que pese y de Sobrevivir a un mundo gordofóbico.
♦ Trabaja como asesora en la Secretaría de Acceso a la Salud del Ministerio de Salud de la Nación.
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