En el corazón del barrio de Flores, en Buenos Aires y con más de dos décadas de historia, Navarra se destaca por ser no solo una vinoteca, sino el reflejo de una vida dedicada al mundo del vino, en un camino que tuvo tantos desafíos como aprendizajes.
Se trata de la historia de Andrea Sepag, quien en 2003 pensando ideas para desarrollar un negocio propio se le ocurrió -junto a su pareja de entonces- abrir una tienda de vinos. “Esto implicó estudiar, meterse en el tema. Es por eso que me recibí de sommelier para darle identidad”, detalló.
Fue en ese comienzo cuando debió enfrentarse a su primer desafío, en un sector que históricamente había sido dominado por figuras masculinas. “Al principio fue difícil, pero con esfuerzo y dedicación, demostré que las mujeres también podemos ser sommeliers y tener éxito en este rubro”, relató Andrea cuya determinación y amor por el vino le permitieron superar las adversidades.
“Nadie apostaba por nosotros, pero teníamos una convicción”, comentó la sommelier sobre los comienzos de Navarra. Decididos por instalar el local en el barrio que los vio nacer, la vinoteca no solo se convirtió en un espacio de comercialización de vinos, sino también un lugar donde compartir y disfrutar. “Nuestro enfoque siempre estuvo en ofrecer una experiencia, en hacer que nuestros clientes descubran y disfruten del vino en su máxima expresión”, explicó Andrea. Es esta filosofía la que de alguna manera le permitió a Navarra diferenciarse y crear una clientela fiel y diversa.
Un giro importante en la historia de Navarra y de Andrea llegó cuando, por circunstancias personales, se vio obligada a vender el negocio. Pero su hermana -que vive fuera del país- , decidió invertir en el proyecto, con la condición que Andrea continuara al frente como sommelier. “Ese gesto fue crucial. No podía permitir que desapareciera lo que tanto esfuerzo me había costado”, contó emocionada.
Con el tiempo, Sepag tuvo la oportunidad de recomprar la vinoteca, logrando ser oficialmente su dueña. Este momento representó no solo la culminación de un sueño, sino también la afirmación de su pasión y dedicación. “Abrir la puerta ese primer día, sabiendo que era completamente mía, fue uno de los momentos más emotivos de mi vida”, confesó.
De esta manera, la relación de la sommelier con sus clientes se convirtió en un pilar fundamental de Navarra. Ella entiende que el vino es más que una bebida; es un puente hacia experiencias, momentos compartidos y recuerdos. Es este enfoque personalizado y cercano que logró colocar a la vinoteca como un espacio donde cada visita se siente única y especial.
No obstante, se enfrentó al desafío de brindar soluciones de pago accesibles y atractivas. La llegada de Openpay a su negocio resultó ser el cambio que necesitaba, permitiéndole dejar atrás los problemas asociados con los sistemas de pago convencionales.
“Debo dar gracias a Openpay realmente porque cuando me lo ofrecen, me dicen: “mirá, esto es algo más moderno”. Este es un dispositivo que, además, me permite olvidarme de los cierres de papel”. Es así que los clientes de Navarra pueden acceder a distintos tipos de financiación como tres cuotas sin interés, algo muy difícil de conseguir hoy en día.
Mirando hacia el futuro, Andrea sueña con expandir Navarra, manteniendo siempre la esencia que la ha caracterizado: la pasión por el vino y un profundo sentido de comunidad. “El éxito de estos veinte años no se mide solo en números, sino en las relaciones y experiencias que logramos construir. Eso es, al fin y al cabo, lo que le da sentido a mi trabajo y lo que espero seguir ofreciendo a quienes cruzan la puerta de Navarra”, concluyó.