La tradicional botella de Malbec junto a una copa de vino era la típica imagen de esta industria que, sin embargo, ya no representa a todo el amplio universo de productos y presentaciones de esta bebida de la que Argentina es líder de producción.
La opción habitual para acompañar las mesas ha sido la botella de vidrio de 750 cc. Ya en los años 90 fue toda una revolución la irrupción del envase en cajas multilaminadas (el tetrabrik). Luego, a los cambios de formato le siguió la aparición de una gran variedad de estilos de los vinos argentinos. Y en un mercado fuertemente orientado hacia los tintos, surgieron cepas bancas y vinos rosados que, poco a poco, se ganaron un lugar entre las preferencias de los consumidores argentinos.
Hoy esa revolución se consolida con innovaciones en varios frentes: etiquetas más juveniles, coloridas e innovadoras. Las hay con realidad aumentada, con tecnologías de impresiones súper modernas, con formas, nombres y tamaños divertidos y atractivos. También hay tamaños para todos los gustos, como latas individuales, botellones de 1,5 litro, algunas damajuanas vintage con vinos de autor que son un lujo, y vinos para todas las ocasiones.
Las nuevas presentaciones, como la lata, hacen que sea ideal para tomar bien frío, llevarlo en una “heladerita” o presentarlo en una frapera. Estas opciones más versátiles del vino hacen que sea una alternativa válida para toda ocasión, incluso “vale” mezclarlo con gaseosa, con hielo, con soda, o con frutas o postres.
Al antiguo slogan “el vino no se mezcla”, lo superan los gustos de la mayoría ya que los expertos indican que un 50% de la gente reconoce que mezcla el vino con otras bebidas o productos. De hecho, uno de los tragos más elegidos en el mundo es el de la sangría, cuya base es cualquier tipo de vino, según las preferencias, el país o la ocasión.
Así, el mercado se fue adaptando y ya desde la etiqueta del producto va más allá de los requerimientos legales y aclara cuestiones como “menos graduación alcohólica, más dulce”. De alguna forma, la gente obtiene lo que desea.
El vino es una bebida esencialmente versátil, que se adapta perfectamente a las distintas circunstancias. Estas versiones tan diversas permiten que se pueda ir manejando la graduación alcohólica, los niveles de dulzor y de temperatura según la ocasión y las preferencias.
En copa, en vaso, directo de la lata, en jarras de sangría o clericó, productos más “descontracturados”, livianos y frescos. El caso es que el vino es producido con uvas que vienen de la misma tierra y del mismo sol.
Cada bodega y cada marca genera propuestas cada vez más atractivas y originales. De este modo, esta industria es cada vez más vigorosa y con un futuro muy promisorio.
La “bebida nacional” tiene su Día del Vino Argentino que se celebra cada 24 de noviembre, honrando de este modo una tradición de más de 500 años de producción de vino en el país. Un clima y un suelo generosos, sumados a un mercado creativo atento para innovar, dan lugar a más de 6.000 etiquetas diferentes.
A la cultura popular local, el sector suma importantes premios internacionales, puntajes sobresalientes en concursos así como eventos masivos o exclusivos donde el vino es el protagonista.