Un solo trago, una única copa de un Pinot Noir borgoñés a los 17 años, le fue suficiente a Thibaut Delmotte para entrar en el amplio universo del vino. A pesar de haber probado la bebida en ocasiones previas, aquel momento con sus amigos fue cuando, por primera vez, le prestó atención al sabor y al aroma, buscando su calidad y el placer de saborearlo en la boca: “Ese fue el vino que realmente me hizo pensar en trabajar como enólogo. La botella tenía 30 años y realmente me enamoré”, le comentó Thibaut a Infobae.
Thibaut nació en Borgoña, Francia. Su acento lo delata. A pesar de provenir de una de las cunas del vino a nivel mundial, con 27 años decidió mudarse a la Argentina para poder trabajar como enólogo -carrera que cursó en su ciudad natal-. Pero la mudanza y la decisión de venir al país no fue premeditada ni mucho menos. Todo comenzó en 2004 cuando decidió venir a descubrir el país y el continente sudamericano. Uno de los lugares a los que llegó fue Salta, el lugar que terminó siendo su hogar: “Me enamoré de los paisajes, de la gente, los hábitos, la cultura”, afirma el francés.
En ese viaje, conoció a Donald Hess, quien para ese momento era el dueño de Colomé, una bodega que elabora vinos en los viñedos más altos del mundo. Allí le ofrecieron a Thibaut el puesto de enólogo, pero todavía dubitativo sobre si lanzarse en este proyecto, decidió conocer en detalle los viñedos para entender cómo se podían elaborar vinos a más de 2 mil metros.
Los desafíos y la dificultad de cosechar a tales alturas no le impidieron a Thibaut decidirse por este nuevo proyecto. Acostumbrado a su vida en Francia y al consumo de allí, decidió mudarse a Salta para trabajar en una bodega que tenía otros hábitos de consumo totalmente diferentes a los que él conocía: “La única condición era hacer tres cosechas, hoy ya voy por la número 16”, bromea el Winemaker de Colomé.
Trabajar en uno de los viñedos más altos del mundo
Thibaut ya hizo de Salta su segundo hogar. Vive con sus hijos de 8 y 6 años y su esposa -a quien conoció trabajando en las bodegas-. Reconoce que lo que más lo entusiasma dentro de la enología argentina es la libertad que hay para crear e innovar. En cambio, la vitivinicultura francesa ya cuenta con una larga trayectoria donde se probaron muchas variantes “y ya no se puede inventar demasiado”, aclara el enólogo.
Colomé cuenta con cuatro terruños en la provincia de Salta: Finca La Brava -1750msnm- al norte del valle Calchaquí; Finca Colomé -2.300 msnm-, cuyos viñedos están alrededor de la bodega; Finca El Arenal -2600 msnm-; y Finca Altura Máxima -3.111 msnm-, ubicado en la zona de Payogasta y que, por muchos años, fue la más alta del mundo e incluso, estuvo dentro del récord Guinness.
Las dificultades a la hora de elaborar un vino están a la vista: “Hacer vino a 3100 metros no es fácil, son condiciones extremas y por eso no se le puede exigir mucho al viñedo. No se puede hacer cualquier variedad, hay problemas con las heladas precisamente en otoño, que es el momento de la cosecha”, destaca Thibaut.
Pero lo desafiante es que, si se saben aprovechar estos factores, nace un vino auténtico, atípico y único en el mundo, como el Malbec que nace de estas alturas: un vino distinto, más frutado y floral, que llena mucho la boca, muy delicado para la nariz y con una frescura que cualquier fanático del Malbec disfrutaría.
Esto se debe, también, a otras consecuencias de estar en las alturas. Primero y principal la cantidad de energía lumínica. En segundo lugar, mientras más alto, más amplitud térmica se genera, haciendo que la noche sea fresca, factor que realza el sabor de la uva dándole más frescura y elegancia a la bebida.
Otra de las ventajas de la altura es que no sufren de enfermedades, por lo que no se necesitan utilizar productos químicos en el viñedo. Esto genera que la cosecha salga más limpia, sustentable y, al final del día, se ve reflejado en la uva ya que no contiene agregados.
Dentro de su producción hay un 80% de vinos tinto y un 20% de torrontés -variedad de uvas blancas de la Argentina-. El torrontés que producen en Colomé es atípico porque no tiene la misma fragancia de fruta que el clásico sino que, es mucho más fino, tiene aromas florales, cítricos. Del otro lado, se encuentra el clásico Malbec, la uva por excelencia en el consumidor argentino. El más clásico es el Colomé Estate Malbec, una cepa con sabor frutal, notas florales, buen volumen en boca que según Thibaut “es el caballo de batalla de la bodega”.
De un vino norteamericano a uno más argentino
Al comenzar su recorrido en Colomé, el enólogo tuvo la difícil tarea de ir cambiando el estilo de los vinos de la bodega, de un estilo norteamericano - de mayor robustez y madurez y con sabor más a madera-, a un estilo más fresco y elegante “fue mucha prueba y error”, destacó Thibaut. “Cuando llegué había pocos vinos comerciales acá, la mayoría muy norteamericanos y, de a poco había que cambiar el estilo para algo más argentino, que hable más de lugar”.
Hoy, después de más de una década de buscar el camino hacia un estilo más argentino, se puede decir que Colomé es una de las bodegas de excelencia que elabora vinos con frescura y con un aroma delicado que le rinde honor a la altura en donde son elaborados. En pocos meses, van a lanzar un nuevo vino llamado El Arenal, producido en el viñedo que se encuentra a 2600 metros: “Nos faltaba un vino de este viñedo para expresar este terruño único que descubrimos nosotros. En este lugar nunca hubo un viñedo, es un lugar arenoso, del altiplano y nosotros fuimos los primeros en encontrar agua en el lugar y montar un viñedo. Es la pieza que faltaba en el rompecabezas de Colomé”, describió Thibaut.
Se trata de un vino con mucho color, fresco para olerlo, con estructura en la boca que representa a la perfección lo que son los vinos de altura
El segundo proyecto tiene la firma de Thibaut Delmotte, quien va a estar lanzando junto a la bodega su primer vino. “En principio van a ser dos Malbec, uno clásico y uno natural sin ninguna intervención ni agregados”, destacó alegremente.
Para finalizar, Infobae le consultó a Thibaut Delmotte cómo describiría el estilo vitivinícola argentino: “El estilo argentino es que no hay estilo”, expresó. “A pesar de que a principios de los 2000 la moda aquí era el vino de estilo norteamericano o australiano, la gente se cansó y ahí es donde apareció la astucia de los enólogos que le dieron un lugar protagónico al Malbec que, en la actualidad, tiene muchas variantes”, finalizó.