Una chica golpea el vidrio del bar en el que estamos sentados al lado de la ventana, para llamar su atención. Dice algo, lo señala y después lleva el índice a su pecho. Benito Cerati (26), que come unos tallarines al pesto, intenta leerle los labios: "Creo que me dice que ella también tiene epilepsia". La chica da la vuelta a la esquina, toca timbre en el local y se presenta.
María: Que yo también tengo epilepsia.
Benito: Ay, me imaginé que habías dicho eso.
María: De hecho, vengo recién del Hospital Británico, donde me atienden y tenemos un grupo de ayuda, quería decirte que te entiendo.
Benito: Son esas cosas tratables que no están lo suficientemente habladas. A mí me gusta lo que pasó porque sirvió para que se hable de epilepsia.
María: Y para que no crean las boludeces que la gente dijo.
Benito: No hay suficiente info y el amarillismo, en estos casos, reina. Pero la verdad sigue siendo la verdad. ¿Y estás mejor?
María: Ahora, por suerte, está más controlado. Pasa más que nada cuando me pongo nerviosa.
Benito: Igual que yo.
La chica nos saluda y se va.
Benito: La otra vez estaba pensando en eso. El otro día me escribió una chica por Instagram, diciéndome que gracias a lo que pasó, se empezó a visibilizar. Entonces dije "uy, qué bien". Si no te informás acerca de eso, es un estigma. No es tan grave. Es una descarga de un segundo del cerebro.
–Repasamos: ibas por la calle en Palermo, tuviste un ataque de epilepsia, te desmayaste, te caíste, te golpeaste y fuiste internado en el sanatorio de la Trinidad. (N. de la R.: fue el 6 de diciembre).
–Son episodios habituales que tengo cada tanto, desde hace dos años. Estaba nervioso por la salida del disco (Unisex, editado el 7 de diciembre por Sony). Pero que esta vez me pasó en la calle.
–Cuando se te desató, estabas presentando tu disco anterior.
–Eso fue más tremendo, porque fue la primera vez y tuve que suspender todo.
–¿Cuál fue tu reacción cuando te enteraste de que ciertos medios afirmaban que tu internación había sido por drogas?
–Me enteré cuando llegué a mi casa y ahí puse en Twitter que tenía epilepsia hace dos años. Me chupa un huevo, pero qué ganas que tiene la gente de que sea drogadicto. Qué pesados que son. Sólo tomo agua, vos lo sabés. Podría haber denunciado a los medios por difamación, pero es un estrés. Por suerte lo mío es una epilepsia re leve. Cuando me desperté ya estaba bien, sólo la paja de que me tengan internar y poner un suero.
–Esto pasó el día anterior a la salida del disco.
–Sí, y encima el disco abre con un tema que se llama Cuidado con la cabeza.
–Premonitorio. ¿Al otro día lograste hacer reposo?
–No, porque tuve un show en Brandon. Igual, te digo, el domingo terminé el de Recoleta y me morí, me cayó todo el episodio y todo el post. En un momento ya no podía hablar.
–Ahora ya pasaste la presentación de tu disco. ¿Temiste no poder o tener que cancelar el evento?
–Mirá, la otra vez, que me pasó en mi casa a principios de este año, tuve ese episodio y me desperté. Estaba con mi ex. Me dijo: "Te desmayaste, convulsionaste". Y después seguimos durmiendo. No fue tan violento porque estábamos en la cama y no me golpeé. Al día siguiente también me puse a hacer cosas. Fue lo mismo esta vez, pero sólo que fue en la calle y todo el mundo se enteró. También pasó que una chica me quiso acostar en el piso y me golpeé por estar temblando. Imaginate que cancelaba todo y me quedaba en mi casa deprimido. No, yo hice todo. Festejamos mi cumpleaños (N. de la R.: a dos días del episodio epiléptico) y el miércoles siguiente presenté mi disco.
–¿Los ensayos fueron un esfuerzo por cómo te sentías?
–No, sólo en algún que otro momento me cansaba de cantar. Ensayamos en Unísono y armamos una lista que varía de show a show, así la gente que siempre nos va a ver recibe algo distinto. Hacemos un total de veinticinco temas y después nos decidimos por el listado definitivo que vamos a tocar un día antes. Es muy laxo y vamos reversionando los temas.
–¿Considerás que es influyente lo que decís en las redes? Estás muy atento al reclamo social.
–Un montón de gente que me agradece por cosas que he dicho. Y eso es muy personal, algo que digo puede significar un montón para algunos y no moverle un pelo a otros. Eso me llena. Qué bueno que algo de lo que dije o hice ayudara a alguien en algún momento.
–El arte cura y si encima nos trasciende, tiene más sentido. ¿Sentís responsabilidad con lo que publicás, alguna vez te frenás?
–Yo creo que me permití zafarme porque me lo debía (risas) y me faltaba que se me rompiera la cadena. Ahora mandé la bicicleta a arreglar y está en reparaciones. Es que la libertad que pueda sentir para escribir lo que tenga ganas está sujeta a lo que pasa, y ves las respuestas y sabés el alcance que tenés. Si no, no lo hacés. Como comunico, me importa lo que recibo de vuelta. A mí me encanta hablar con la gente y hasta darme cuenta de si estoy equivocado, que es una de las cosas más enriquecedoras que hay. Las redes son un lugar genial para eso, aunque hay muchos proyectando sus frustraciones. Creo que soy social y abrirme tanto a las redes es como vivir una democracia interna.
–¿Cómo recordás al Benito que recién empezaba en la música y cómo estabas posicionado con respecto a la libertad que sentís hoy, personal y artísticamente?
–De chico era muy especial, pero no porque me considerara así; alrededor mío había como mucho hype. Siempre me estaban festejando si decía frases elocuentes y era lo que vivía escuchando. Intento no perder esa elocuencia y conectarme con mi niño interior, porque es el que me trae las ideas. No quiero perder eso nunca.
–Además del hype, grabaste tu primer disco a los cinco años. Más allá de que creciste con música, ¿siempre sentiste la necesidad de expresarte con ella?
–Sí, siempre. Hubo una época más retraída en mi adolescencia y en mis early twenties, pero te diría que desde hace dos años estoy reconectando mis partes.
–Por lo que hablamos, por el peso de la herencia y el lugar de tu padre en la historia de la música, se te metieron chips ajenos.
–Sí, totalmente. A veces me encuentro poniéndome metas que son completamente irreales para mi aprendizaje, para mi forma de crecer. Y en eso a veces soy mi peor enemigo, en el sentido en que no me dejo fluir. Obviamente, son todas presiones que me voy sacando con el tiempo. Tuve un momento entre discos en los que hacía lo que quería en mi vida privada, y lo pasaba re bien, pero ahora, que vuelvo a la vida pública, es otro desafío. No es sólo juntarme con amigos, ir de joda, trabajar en canciones, ahora te está mirando todo el mundo. Y como el desafío de qué tan centrado estás, ¿viste? Pero es bienvenido y se siente bien.
Por Karina Noriega. Fotos: Belén Asad.
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