Estados Unidos enfrenta un momento decisivo en su estrategia energética, con la energía nuclear emergiendo como una herramienta fundamental para combatir el cambio climático y garantizar el suministro de electricidad limpia. Este renacer, impulsado por avances tecnológicos, apoyo bipartidista y una creciente participación de gigantes corporativos, promete transformar el sector. Sin embargo, también trae consigo desafíos históricos y nuevas incertidumbres que definirán el éxito o fracaso de esta ambiciosa apuesta.
En los últimos dos años, el país aumentó su capacidad nuclear por primera vez desde 1990, marcando un hito tras décadas de estancamiento. Paralelamente, el Congreso aprobó leyes para acelerar el desarrollo de proyectos nucleares, mientras que empresas como Amazon, Google y Microsoft invirtieron sustancialmente en esta fuente de energía. Según Michael Goff, secretario adjunto interino de la Oficina de Energía Nuclear del Departamento de Energía (DOE), el plan es multiplicar por 60 la capacidad nuclear instalada en los próximos 25 años, un objetivo que calificó como “ambicioso” pero necesario para cumplir con las demandas energéticas y climáticas del país.
Este impulso reciente contrasta con el prolongado estancamiento que definió a la industria nuclear desde los años 80. Durante décadas, las plantas nucleares enfrentaron altos costos de construcción, demoras interminables y una competencia feroz del gas natural barato.
Jessica Lovering, experta en economía nuclear, señaló a The Atlantic que “las compañías energéticas construyeron muchas plantas nucleares en los años 70, pero los costos exorbitantes y las demoras interminables en la construcción, combinados con el estancamiento de la demanda de electricidad, terminaron haciendo que las nuevas instalaciones fueran inversiones poco atractivas.” Además, desastres como Three Mile Island y Chernóbil intensificaron el rechazo público y político hacia esta fuente de energía.
Hoy, la crisis climática y la necesidad de fuentes de energía confiables han reformulado el debate. La energía nuclear, que produce electricidad sin emisiones de carbono y complementa las energías renovables, se perfila como una opción clave en la transición energética. Kathryn Huff, exdirectora de la Oficina de Energía Nuclear, aseguró a The Atlantic que “la razón por la que la gente se dedica ahora a la energía nuclear es el medio ambiente,” un cambio notable en la narrativa de este sector.
Según estimaciones del DOE, una red que combine energía nuclear y renovables podría ser un 37% más económica que una basada únicamente en fuentes como el viento y el sol.
El desarrollo de reactores avanzados es una pieza central de esta nueva era. Estos diseños, más pequeños y eficientes, prometen reducir costos y tiempos de construcción, dos factores que históricamente han obstaculizado el crecimiento del sector.
Sin embargo, Lovering advirtió a The Atlantic que “estas tecnologías, aunque prometedoras, han sido la promesa del futuro de la industria durante décadas sin una implementación significativa”. Además, los costos iniciales de estas tecnologías serán elevados, aunque se espera que las fases posteriores generen importantes eficiencias y ahorros.
El respaldo político y empresarial fue crucial para este resurgimiento. Administraciones de ambos partidos promovieron incentivos fiscales y préstamos para proyectos nucleares, mientras que empresas tecnológicas buscan energía confiable para cumplir con sus compromisos climáticos. Estas compañías consideran que la energía nuclear ofrece una solución rápida y eficiente, incluso dispuestas a pagar tarifas superiores al mercado.
A pesar de este optimismo, Michael Goff enfatiza que “la propia industria realmente tiene que cumplir.” Los próximos años serán decisivos para demostrar la viabilidad de nuevos reactores y gestionar las expectativas en torno a la industria. El éxito dependerá de la capacidad para superar desafíos tecnológicos, reducir costos y entregar resultados tangibles que justifiquen las grandes inversiones realizadas.
El renacimiento nuclear en Estados Unidos no es solo un cambio de estrategia tecnológica; es un ajuste de cuentas con el pasado y una apuesta por el futuro. Como indició a The Atlantic Armond Cohen, director ejecutivo del Clean Air Task Force, “la puerta está abierta para la energía nuclear, pero el verdadero desafío es si la industria puede realmente avanzar esta vez.”