En Estados Unidos, la hidratación trascendió su rol como una práctica saludable para convertirse en una auténtica obsesión cultural. Esta tendencia se refleja en pequeños detalles de la vida cotidiana, como el uso generalizado de enormes botellas de agua reutilizables que adornan mochilas escolares, oficinas y hasta salidas al aeropuerto.
Según Women’s Health, marcas populares como Hydro Flask ganaron terreno al asociar sus productos con estilos de vida activos y conscientes del medioambiente, convirtiéndose en símbolos de estatus más allá de su utilidad funcional.
La insistencia en beber agua constantemente fue promovida por un enfoque cada vez mayor en el bienestar personal. Desde mensajes en redes sociales hasta desafíos de hidratación, la idea de consumir una cierta cantidad de agua diaria se integró profundamente en las rutinas de muchas personas.
Sin embargo, esta obsesión cultural pasó por alto un aspecto crucial: la calidad del agua que se consume. Mientras los estadounidenses se esfuerzan por alcanzar sus objetivos de hidratación, la creciente atención sobre los contaminantes presentes en el agua potable empezó a plantear preguntas sobre los riesgos asociados con esta práctica aparentemente inofensiva.
Contaminantes en el agua potable
Mientras la hidratación se posiciona como un pilar de la vida saludable, crece la preocupación por los contaminantes presentes en el agua potable, que podrían contrarrestar sus beneficios.
Entre los contaminantes más alarmantes están los productos químicos conocidos como “eternos”, o PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas).
Estas sustancias, utilizadas en productos de consumo como utensilios de cocina antiadherentes, hilos dentales y empaques de alimentos, alcanzaron niveles preocupantes en el agua que bebemos.
Según estudios recientes, estos compuestos están vinculados a graves problemas de salud, como enfermedades hepáticas, diabetes, cáncer y alteraciones reproductivas.
Según Women’s Health, un estudio reciente dirigido por el Servicio Geológico de Estados Unidos reveló que al menos el 45% de las muestras de agua recolectadas de grifos domésticos en todo el país contenían al menos un tipo de estos químicos.
Lo más inquietante es que tanto los sistemas públicos de agua como los pozos privados presentaron niveles similares de contaminación.
Otro contaminante clave es el plomo, presente en alrededor de nueve millones de líneas de servicio de agua en todo el país.
Según datos de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), estas tuberías deben ser reemplazadas debido a su impacto nocivo en la salud, especialmente en los niños, quienes son más susceptibles a absorber este metal.
Finalmente, el agua embotellada, considerada por muchos como una alternativa más segura, presenta sus propios riesgos. Estudios identificaron hasta 240,000 partículas de microplásticos por litro en el agua embotellada promedio.
Aunque los efectos exactos de estos microplásticos en la salud humana todavía están bajo investigación, las evidencias preliminares sugieren posibles daños al ADN, inflamación y disfunciones orgánicas.
Calidad del agua en Estados Unidos
La calidad del agua potable en Estados Unidos depende en gran medida de su fuente y del sistema de distribución que la maneje. Alrededor del 86% de la población recibe agua de sistemas públicos, mientras que el 14% restante utiliza pozos privados, los cuales no están regulados ni monitoreados.
Esta variabilidad expone a los consumidores a diferentes riesgos según la región en que se encuentren y las características específicas de su suministro.
En los sistemas públicos, el agua proviene principalmente de fuentes superficiales, como ríos y embalses, o de aguas subterráneas. Sin embargo, estudios recientes identificaron la presencia de contaminantes preocupantes, como los productos químicos PFAS, en un número significativo de muestras.
De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos, estas sustancias fueron detectadas en casi la mitad de los hogares evaluados, sin distinción entre agua de sistemas públicos o privados.
Acciones regulatorias y desafíos en la lucha contra la contaminación
Frente a esta situación, las autoridades comenzaron a implementar medidas significativas para proteger la calidad del agua. En abril de 2024, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) anunció una normativa histórica que establece límites estrictos para los productos químicos PFAS en los sistemas públicos de agua.
Esta regulación, que será obligatoria a partir de 2027, requiere que las empresas de servicios públicos controlen su suministro y eliminen los contaminantes si superan los niveles permitidos.
Aunque el costo total de implementación, estimado en 1500 millones de dólares al año, generó resistencia entre las compañías de agua, se espera que reduzca la exposición a PFAS para más de 100 millones de personas y prevenga enfermedades.
El agua potable enfrenta desafíos significativos debido a la creciente preocupación por los contaminantes químicos, los metales pesados y los microplásticos.
Si bien el acceso a agua segura es mayor en Estados Unidos que en muchos otros países, la variabilidad en su calidad y la presencia de sustancias potencialmente dañinas resaltan la importancia de tomar medidas tanto individuales como colectivas.