En el corazón de Colorado, entre paisajes de montañas y ríos, la revista Smithsonian destaca que Browns Canyon National Monument se convirtió en un refugio no solo para aventureros, sino también para amantes de la astronomía.
Este monumento nacional, que abarca alrededor de 8.700 hectáreas, obtuvo recientemente la prestigiosa certificación de Parque Internacional de Cielo Oscuro, un reconocimiento que destaca la claridad de su bóveda celeste y la ausencia de contaminación lumínica.
Según DarkSky International, la organización que otorga esta distinción desde 2001, más de 200 lugares en 22 países ya fueron certificados con el objetivo de promover la conservación de cielos nocturnos.
Con su altitud que varía entre los 2.000 y 3.000 metros, su clima seco y su lejanía de grandes ciudades (la más cercana, Colorado Springs, se encuentra a 160 kilómetros), Browns Canyon ofrece condiciones óptimas para observar el cosmos. Sin embargo, este reconocimiento no llegó sin esfuerzo.
Durante meses, el personal del parque trabajó para adaptar la iluminación de los campamentos y diseñar soluciones que redujeran al mínimo la contaminación lumínica. Michael Rymer, representante de DarkSky International, elogió la creatividad y dedicación del equipo, subrayando su importancia para alcanzar los estándares requeridos.
El proyecto también contó con el respaldo de la organización local Friends of Browns Canyon, que organizó actividades culturales y científicas, como conciertos y eventos de fotografía nocturna, para involucrar a la comunidad y fortalecer el caso de certificación. Además, estas iniciativas sentaron las bases para futuros programas educativos enfocados en el cielo estrellado.
Browns Canyon no solo fascina por su cielo nocturno; su historia y riqueza natural lo convierten en un destino único. Declarado Monumento Nacional en 2015 por el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, el área destaca por su geología distintiva, su biodiversidad y su profundo legado humano.
Investigaciones arqueológicas revelaron que la región fue habitada por los ancestros de pueblos indígenas como los Shoshone Orientales, los Ute, los Apache y los Comanche, hace más de 11.000 años. Dentro de sus límites se identificaron al menos 18 sitios arqueológicos, incluidos campamentos y refugios de roca, que atestiguan la historia de sus primeros habitantes.
El parque es también un santuario para la vida silvestre. En sus paisajes se encuentran leones de montaña, osos negros, águilas doradas y serpientes de cascabel, coexistiendo con una flora que mezcla pinos piñoneros y enebros, creando un entorno prístino (sin influencia del ser humano).
Durante el siglo XIX, este paraje atrajo a buscadores de fortuna que excavaron en busca de oro, dejando rastros de una era marcada por la fiebre minera.
La certificación de Browns Canyon llega en un momento crucial, cuando el mundo enfrenta una pérdida acelerada de cielos oscuros. Un estudio reciente revela que, entre 2011 y 2022, la contaminación lumínica creció en promedio un 9.6% anual, afectando la visibilidad estelar y el comportamiento de la fauna y la salud humana.
Para Kim Arcand, científica del Centro de Astrofísica de Harvard y Smithsonian, la observación del cosmos no es solo un placer visual, es una conexión con la esencia del ser humano, ya que los elementos que componen las estrellas también se encuentran en el cuerpo.
La importancia de preservar espacios como Browns Canyon no es únicamente estética; al proteger el cielo oscuro, se conservan tanto el patrimonio natural como el cultural. Este enfoque también fue adoptado por Cottonwood Canyon State Park, en Oregón, que recientemente obtuvo el mismo reconocimiento.
Los cielos nocturnos de Browns Canyon no solo invitan a contemplar el universo, también ofrecen un espacio para reflexionar sobre la conexión entre la humanidad, la naturaleza y el tiempo. Bajo su bóveda estelar, se entrelazan pasado, presente y futuro, recordando la urgencia de preservar estas ventanas al cosmos en un mundo cada vez más iluminado.