En una industria donde los sueños se tejen en la gran pantalla, una oscura pesadilla envolvió a Los Ángeles en noviembre de 2021. Dos jóvenes brillantes, Christy Giles, una modelo y actriz emergente, y Hilda Marcela Cabrales-Arzola, arquitecta y diseñadora mexicana, fueron encontradas sin vida tras una noche de fiesta. Sus cuerpos fueron abandonados frente a diferentes hospitales de la ciudad, un macabro acto que desató una investigación con giros tan cinematográficos como aterradores.
La tragedia no solo sacudió a sus familias y amigos, sino que expuso un submundo inquietante dentro del glamour hollywoodense. Ahora, tres años después, se conoció un comentario atribuido al productor David Pearce, principal sospechoso en el caso, se convirtió en la pieza más perturbadora: “Las chicas muertas no pueden hablar”. Esta declaración, según investigadores, revela su supuesta intención de silenciar a las víctimas para siempre.
Hoy, Pearce enfrenta cargos por asesinato y tráfico de sustancias controladas. El caso avanza lentamente hacia un juicio esperado para principios del próximo año, pero los ecos de esa fría frase aún resuenan.
El 13 de noviembre de 2021, Christy Giles, de 24 años, y Hilda Marcela Cabrales-Arzola, de 26, decidieron disfrutar de la vibrante vida nocturna de Los Ángeles. Comenzaron la velada en una exposición de arte en Soho House, en West Hollywood, y luego asistieron a una fiesta clandestina en un almacén del este de la ciudad. Allí conocieron a David Pearce y su amigo Brandt Osborn, un actor con pequeños papeles en series de televisión.
Horas después, las jóvenes fueron halladas sin vida. El cuerpo de Giles fue abandonado en la acera frente al Southern California Hospital en Culver City, mientras que Cabrales-Arzola fue dejada en estado crítico fuera del hospital Kaiser Permanente en West Los Ángeles. Murió días después tras ser desconectada del soporte vital.
Los análisis toxicológicos revelaron un cóctel mortal de fentanilo, ketamina, cocaína, heroína, MDMA y GHB, la llamada “droga de la violación”. Las autoridades clasificaron sus muertes como homicidios inducidos por drogas, un giro crucial que convirtió a Pearce en el principal sospechoso.
El comentario que cambió el caso
La frase “Las chicas muertas no pueden hablar” salió a la luz durante una investigación exhaustiva y se convirtió en un punto de inflexión legal. El abogado defensor Josh Ritter, entrevistado en el podcast “Once Upon a Crime in Hollywood”, explicó: “Probablemente, lo más dañino para Pearce, y quizá la razón por la que esto es un caso de asesinato, fue esa declaración. Muestra lo que él supuestamente pretendía: si las chicas morían, no podrían contar lo que sucedió. Eso lo empuja directamente del homicidio involuntario al asesinato”.
Las declaraciones de Pearce, según los investigadores, sugieren que estaba desesperado por evitar que las víctimas hablaran. Para la fiscalía, esta evidencia no es solo escalofriante, sino clave para probar la premeditación.
A medida que el caso avanzaba, se descubrieron acusaciones previas contra Pearce. Siete mujeres lo señalaron por agresiones sexuales y suministro de drogas en los últimos 13 años. Esto fortaleció los argumentos de la fiscalía sobre su peligrosidad.
El actor Brandt Osborn también enfrenta cargos como cómplice. Su detención en el set de la serie NCIS, tras presuntamente jactarse de “el fin de semana más loco de su vida”, añadió un giro mediático aún más perturbador al caso.
La larga espera por justicia
Las familias de Giles y Cabrales-Arzola luchan por justicia. Luis Cabrales Rivera, padre de Hilda, expresó su dolor: “Queremos que esas personas pasen el resto de sus vidas en prisión y que nunca más puedan lastimar a nadie”.
Por su parte, Jan Cilliers, esposo de Christy, utilizó redes sociales para reconstruir las últimas horas de su esposa, siguiendo la ubicación de su teléfono y mensajes de texto no respondidos. “Fue como armar un rompecabezas de horror”, relató en entrevistas.
El juicio de David Pearce promete ser uno de los más intensos en la reciente historia criminal de Los Ángeles. Mientras tanto, el eco de su presunto comentario sigue siendo un recordatorio de la crueldad y frialdad detrás de este devastador caso.