En agosto de 1935, una historia insólita ocupó las primeras páginas de los periódicos estadounidenses. Más de 170 monos Rhesus escaparon de la Jungle Camp de Frank Buck, un famoso campamento de animales salvajes, causando un caos sin precedentes en Massapequa, Nueva York.
Lo que comenzó como un simple descuido (una tabla que quedó sobre el foso que los mantenía en su recinto) pronto se convirtió en una situación que desbordó la calma de la localidad, afectando a trabajadores, vehículos y hasta las redes eléctricas.
Frank Buck, un famoso cazador y coleccionista de animales salvajes, traía grandes cantidades de criaturas exóticas a los Estados Unidos. Según Smithsonian Magazine, era conocido por capturar y enviar animales a zoológicos, circos y atracciones propias, e incluso a hogares particulares. Había tenido tanto éxito en la captura y exhibición de estos primates, que incluso llegó a venderlos en lotes de 100 a precios accesibles, como USD 850 a USD1.000 por cada grupo, según relata Greg Daugherty en su artículo para Smithsonian Magazine.
La fuga de 1935, marcó un antes y un después en la historia de Buck. La mañana del 21 de agosto, los monos, guiados por un líder astuto al que los reporteros bautizaron como Capone, se dispersaron rápidamente por la región. Desde el momento en que los primeros monos fueron avistados, la situación tomó un giro surrealista.
En cuestión de horas, los animales empezaron a causar estragos en el tráfico local: interrumpieron trenes, bloquearon calles y hasta se adueñaron de postes de bandera, desafiando a los residentes y autoridades con su imparable energía.
Los periódicos de todo el país, como el New York Daily News, informaron sobre los incidentes casi en tiempo real, llevando la noticia a miles de hogares. En un reportaje, el New York Times describió cómo, ante la presencia de los monos, trabajadores de la Long Island Rail Road huyeron aterrados dejando herramientas y maquinaria abandonadas.
En otro incidente reportado por la Associated Press, un conductor intentó esquivar un grupo de monos y terminó causando un accidente, en el cual uno de ellos perdió la vida. Mientras tanto, el Cuerpo de Bomberos de Massapequa tuvo que utilizar una escalera de 65 pies para rescatar a los monos atrapados en los mástiles de las banderas.
A medida que la búsqueda se intensificaba, Buck ofreció recompensas de USD 10 por la captura de cada uno de los monos. Los esfuerzos no fueron fáciles, y la caza de los primates desbordó la paciencia de muchos. Algunos residentes, desesperados por obtener la recompensa, llegaron a usar trampas con licor, con la esperanza de que los monos embriagados fueran más fáciles de atrapar.
El interés por los monos fugados se mantuvo en las primeras planas por el caos que causaron y por la especulación en torno a si toda la fuga fue orquestada como un truco publicitario. De acuerdo con Elizabeth Hanson, autora de Animal Attractions: Nature on Display in American Zoos, Buck tenía experiencia en la gestión de publicidad para eventos y exposiciones, lo que alimentó las dudas sobre la autenticidad de la fuga.
En 1934, un incidente similar había ocurrido en la Exposición Mundial de Chicago, y en 1939, durante la Exposición Mundial de Nueva York, otro pequeño grupo de monos se escapó, lo que hizo sospechar a algunos de la posibilidad de que Buck estuviera usando estos eventos para atraer atención.
La fuga coincidió con la ausencia de Buck, quien se encontraba en Asia en ese momento. Cuando regresó a los Estados Unidos, tras una corta escala en San Francisco, anunció con entusiasmo que pronto se pondría al frente de los esfuerzos para recapturar a los monos. Buck parecía tener poco que temer, ya que poco después, en su regreso a Nueva York, declaró que había traído consigo una nueva carga de monos para su campamento, incluyendo 15 variedades distintas, como si nada hubiera ocurrido.
La noticia sobre los monos fufadoss trajo consigo una multitud de visitantes a la Jungle Camp, con más de 10.000 personas desplazándose hacia Massapequa en busca de una experiencia única. La publicidad generada por los medios y el auge de visitantes fueron un impulso inesperado para Buck, que, a pesar del caos, logró convertir la fuga en un atractivo turístico. En cuanto a Capone, el líder rebelde de los monos, nunca se supo su paradero y el interés por su captura disminuyó.
Aunque algunos medios, como la revista Variety, sugirieron que todo podría haber sido un montaje, la fuga se mantuvo en la memoria colectiva como uno de los eventos más peculiares y mediáticos de la época. Greg Daugherty de Smithsonian Magazine señala que, sin importar si fue un truco o una serie de sucesos inesperados, la situación puso en evidencia el alcance de la fama de Buck y su capacidad para atraer la atención pública. Aquel episodio se consolidó como una mezcla de intriga, caos y marketing, donde los monos no solo escaparon de su jaula, también desbordaron la rutina diaria de una ciudad.