Nicholas White tenía 34 años y trabajaba como gerente de producción en BusinessWeek, una revista de prestigio, donde había dedicado quince años a construir una carrera sólida y bien valorada. Vivía en Nueva York, donde disfrutaba de una vida estable, con una relación sólida y un futuro que parecía prometedor.
La noche del 15 de octubre de 1999, White trabajaba en un suplemento especial en las oficinas de la revista, ubicadas en el piso 43 del edificio McGraw-Hill, en Manhattan. Según Daily Mail, durante una pausa, decidió bajar al lobby para fumar un cigarrillo.
La noche del 15 de octubre de 1999, White estaba sumido en su trabajo en el piso 43 del imponente edificio McGraw-Hill, en Manhattan. Mientras redactaba un suplemento especial para la revista, decidió tomarse una pausa y bajar al lobby para fumar un cigarrillo. Según el Daily Mail, al regresar, subió al ascensor número 30, un modelo exprés que solo paraba en los pisos altos. Al presionar el botón para regresar a su oficina, comenzó su ascenso hasta que, entre los pisos 13 y 14, se detuvo: Un leve sacudón, luces que parpadeaban y luego, un silencio inquietante.
White no se alarmó de inmediato. Según The New York Times, presionó el botón de alarma, confiando en que alguien respondería pronto. Sin embargo, el sistema de comunicación del edificio, supervisado por personal en el Rockefeller Center, no registró la emergencia. Según las declaraciones de los responsables, una combinación de errores mecánicos y humanos dejó al hombre completamente incomunicado.
Mientras pasaban los minutos, comenzó a comprender la magnitud de su situación. Era viernes por la noche y el edificio estaba prácticamente vacío. Según relató en Daily Mail, pensó en la posibilidad de que nadie lo encontrara hasta el lunes. Intentó abrir las puertas del ascensor, pero solo vio la pared de concreto del hueco. También trató de alcanzar la trampilla del techo, que descubrió cerrada desde el exterior. Exhausto, regresó al suelo del ascensor y se tumbó.
Sin reloj ni celular, White perdió rápidamente la noción del tiempo. Según su relato a ABC News, llevaba consigo un paquete de cigarrillos y algunos caramelos, que se convirtieron en sus únicos recursos durante las siguientes horas. Pensó en su novia, en cómo ella no notaría su ausencia porque no habían planeado verse ese fin de semana. La soledad del encierro amplificaba su sensación de vulnerabilidad.
A medida que las horas avanzaban, la deshidratación se convirtió en su mayor desafío. En declaraciones a Daily Mail, orinó a través de la ranura de las puertas, esperando que alguien notara algo extraño. La cámara de seguridad captó sus movimientos y, de acuerdo a las imágenes analizadas, White alternaba entre gritar por ayuda, golpear las puertas y tumbarse en el suelo, tratando de conservar energía.
El domingo, tras más de 40 horas atrapado, White escuchó una voz a través del intercomunicador. The New York Times informó que un miembro del personal de seguridad había detectado la anomalía. Cuando le preguntaron si había alguien atrapado, respondió gritando desesperado. Poco después, los técnicos lograron movilizar el ascensor y abrir las puertas.
Al salir, White se encontró con amigos que lo esperaban en el lobby y uno de ellos comentó que parecía un fantasma, con la piel pálida y los ojos marcados por la fatiga extrema.
Lo ocurrido se convirtió rápidamente en noticia. Las imágenes de la cámara de seguridad circularon ampliamente y White recibió atención mediática. Sin embargo, las secuelas del incidente fueron profundas. Según The Week, nunca volvió a trabajar en BusinessWeek y protagonizó un proceso judicial contra la administración del edificio, buscando una compensación, pero la resolución fue decepcionante; la cantidad recibida apenas superó las seis cifras, muy lejos de lo esperado. Con el tiempo, perdió su empleo, su estabilidad financiera y su relación.
White reflexionó en entrevistas posteriores para ABC News sobre cómo el incidente, más allá de las 41 horas atrapado, transformó su vida para siempre. Admitió que su reacción frente al suceso amplificó las consecuencias y lamentó no haber retomado el control tras el rescate. Su historia sigue siendo recordada como un ejemplo de cómo las circunstancias más inesperadas pueden desestabilizar una vida entera y de cómo las decisiones posteriores pueden marcar un antes y un después definitivo.