En el verano de 1990, la tranquila ciudad universitaria de Gainesville, en Florida, fue sacudida por una serie de asesinatos brutales que dejaron a la comunidad sumida en el miedo y la paranoia. Un asesino despiadado acechaba a los jóvenes estudiantes, irrumpía en sus hogares, y los asesinaba de manera cruel y calculada. Las escenas del crimen eran tan macabras que parecía que estaban diseñadas para atormentar tanto a las víctimas como a las autoridades que las encontrarían. Este asesino, que fue bautizado por la prensa como el Destripador de Gainesville, tenía un objetivo claro: propagar el horror y sembrar el caos. Este caso aterrador inspiraría más tarde la famosa película de terror de 1996, Scream.
El autor de los crímenes, Danny Rolling, no era un psicópata común; era un depredador que se alimentaba del miedo y el sufrimiento de sus víctimas. Sus asesinatos dejaron una marca imborrable en la memoria colectiva de Gainesville y transformaron la atmósfera despreocupada del campus de la Universidad de Florida en una auténtica pesadilla.
Y aunque la historia de Rolling se ha mantenido en la sombra de la cultura popular, su legado perdura como el monstruo que inspiró una de las franquicias de terror más exitosas de todos los tiempos.
Pero ¿quién era Danny Rolling y qué lo llevó a cometer crímenes tan espantosos? ¿Qué detalles hicieron que el guionista de Scream se inspirara en su historia para crear a Ghostface, el icónico asesino enmascarado que se convirtió en un símbolo del terror cinematográfico? La respuesta a estas preguntas yace en los horribles eventos que sacudieron a Gainesville durante tres días de agosto de 1990.
La Masacre de Gainesville
Rolling era un vagabundo que llevaba una vida marcada por el abuso y la violencia familiar y llegó a Gainesville a finales de agosto de 1990. Rolling había crecido en una familia disfuncional y, desde joven, mostró tendencias agresivas e impulsivas. Sin embargo, nadie sospechaba que este hombre, que parecía vivir al margen de la sociedad, desataría una serie de crímenes tan atroces.
La mañana del 24 de agosto de 1990, el horror comenzó. Rolling irrumpió en la casa de Sonja Larson, de 18 años, y Christina Powell, de 17, ambas estudiantes de la Universidad de Florida. Las atacó sin piedad: las violó, apuñaló hasta la muerte y luego posó sus cuerpos en posiciones sexualmente provocativas, como si fuera una cruel burla hacia las autoridades. Como si la violencia y la muerte no fueran suficientes, Rolling se llevó un “trofeo” de la escena: uno de los pezones de las jóvenes, un detalle que revelaba la mente perturbada y sádica del asesino.
Tan solo un día después, Rolling volvió a atacar. Esta vez, su víctima fue Christa Hoyt, otra estudiante universitaria de 18 años. Rolling esperó pacientemente hasta que la joven entró en su casa, la sometió con una técnica de estrangulación, la violó y luego la decapitó. En un acto especialmente perverso, colocó la cabeza de Hoyt sobre una estantería, frente a su cuerpo mutilado, que también había dejado en una posición sexualmente explícita. La escena era un macabro espectáculo destinado a aterrorizar a cualquiera que lo presenciara.
Pánico en el Campus y el “Destripador de Gainesville”
La comunidad de Gainesville estaba en estado de alerta. El miedo se apoderó del campus universitario y de toda la ciudad. Las estudiantes comenzaron a organizarse, dormían en grupo, cambiaron sus rutinas y algunas incluso abandonaron la ciudad por temor a ser las próximas víctimas. Los medios de comunicación intensificaron la cobertura, bautizando al asesino como el “Destripador de Gainesville”, y la policía trabajaba a contrarreloj para evitar que hubiera más víctimas.
El asesino no se detuvo. Dos días después, el 27 de agosto, Rolling irrumpió en la vivienda de Tracy Paules y Manuel “Manny” Taboada, ambos de 23 años. Rolling atacó primero a Taboada, apuñalándolo mientras dormía, luchando hasta que lo mató de más de treinta puñaladas. Luego, se dirigió hacia Tracy, quien había escuchado los gritos y trató de refugiarse en su habitación. Rolling derribó la puerta, la ató y violó antes de asesinarla con tres puñaladas por la espalda. El asesino se tomó su tiempo, posando los cuerpos de las víctimas de manera similar a los crímenes anteriores.
En ese punto, la policía temía que la lista de asesinatos continuara, y fue entonces cuando arrestaron a Edward Lewis Humphrey, un estudiante con historial de enfermedades mentales y comportamiento sospechoso. Sin embargo, Humphrey no era el verdadero asesino, aunque durante algún tiempo fue considerado el principal sospechoso, desviando la atención de Rolling.
La Captura del Asesino y el Juicio Final
La caída de Danny Rolling ocurrió casi por accidente. El 7 de septiembre de 1990, Rolling fue arrestado por un robo menor. Sin embargo, mientras estaba bajo custodia, la policía descubrió un oscuro vínculo con los asesinatos de Gainesville. Una prueba de ADN lo conectó con los crímenes y, finalmente, fue identificado como el verdadero Destripador de Gainesville. Durante la investigación, se reveló la vida traumática de Rolling: había crecido en un hogar abusivo, sufrió problemas de salud mental y desarrolló múltiples personalidades para hacer frente al dolor. Su inestabilidad mental y odio reprimido lo llevaron a cometer los crímenes que aterrorizaban a Gainesville.
El juicio de Rolling se llevó a cabo en 1994 y fue condenado a pena de muerte por inyección letal. Durante el juicio, Rolling intentó justificar sus crímenes culpando a “Géminis”, una personalidad maligna que supuestamente lo había poseído. Sin embargo, el jurado no mostró piedad, especialmente después de escuchar testimonios desgarradores y ver las imágenes de las escenas de los crímenes.
Rolling fue ejecutado el 25 de octubre de 2005, y hasta el último momento, su comportamiento fue inquietante. Rolling miró fijamente a la madre de una de sus víctimas antes de comenzar a cantar un himno religioso. Su último deseo fue una opulenta comida: cola de langosta, camarones, patatas al horno y tarta de queso con fresas.
Del Horror a la Pantalla Grande
La espantosa historia de Danny Rolling fue tan impactante que inspiró a Kevin Williamson, el guionista de la película de terror Scream. Durante una noche de 1990, mientras veía la cobertura mediática de los asesinatos de Gainesville, Williamson quedó tan perturbado que comenzó a tener pesadillas. Fue precisamente esa atmósfera de terror y suspense lo que lo llevó a crear el guion que redefiniría el género slasher.
En el universo de Scream, la historia sigue a Sidney Prescott, una adolescente que se convierte en el objetivo de un asesino enmascarado. La película utiliza una fórmula novedosa para su época: combinar un tono de “whodunit” —un misterio en el que se busca descubrir al culpable— con referencias al género de terror y a sus clichés. Ghostface se esconde detrás de una máscara aterradora, llama por teléfono a sus víctimas para burlarse de ellas antes de atacarlas y mata sin piedad. En la ficción, el asesino es una entidad cambiante, cuya identidad se revela solo al final, lo que mantiene a la audiencia en vilo hasta el último momento.
La película Scream se convirtió en un clásico, pero detrás de su icónico asesino enmascarado se esconde la verdadera historia de un hombre que acechó a una ciudad universitaria y dejó un rastro de muerte y miedo. El Destripador de Gainesville marcó una época y, aunque su legado es aterrador, sirve como recordatorio de lo frágil que puede ser la tranquilidad cuando un depredador acecha en las sombras.